Las Farc claman por una reconciliación para la que no han hecho absolutamente nada: afirman que no han cometido horribles crímenes sino errores; y lo que es peor, que ellos son víctimas
Escribo este artículo el sábado en la mañana, antes de que el Papa llegue a Medellín. Esa es una limitación muy importante en mi análisis, pero por lo visto en Bogotá y Villavicencio, pueden avanzarse algunas conclusiones.
La primera de ellas es que el Papa ha hablado de paz y reconciliación, pero con base en la justicia, la verdad y el sincero arrepentimiento hacia las víctimas, lo que podría interpretarse como una crítica a la negociación entre Santos y las Farc y la que ahora se desarrolla con el Eln. De hecho, canonizó a monseñor Jaramillo, lo que constituye un reclamo al asesinato del obispo perpetrado por esta última guerrilla. Pero, aunque hubo en la reunión que el prelado sostuvo con las víctimas, representantes de Bojayá, donde las Farc masacraron a más de un centenar de personas refugiadas en la iglesia del pueblo, en donde se concentraron para escapar del combate entre paramilitares y esa guerrilla, la verdad es que en el encuentro sólo tuvieron vocería las víctimas de las autodefensas y el Estado, mientras que un silencio ominoso cubrió los escenarios, respecto a los crímenes de las Farc y del Eln.
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Y lo grave es que esta exclusión no es casual. Como todo lo que rodea las cosas que organizan Santos y los obispos que lo secundan, resulta que se trató de una estrategia deliberada para no permitir que se expresara ante el Papa y ante el mundo la voz de los representantes de las decenas de miles de colombianos que han sufrido la oprobiosa violencia de las guerrillas. El periodista Herbyn Hoyos dijo a NTN24, que cuando solicitó personalmente a un alto prelado, de alguna manera cercano a él, que le ayudara a tener unos minutos con el Papa para contarle las tragedias y los reclamos de justicia que estos compatriotas tienen, la respuesta fue que era imposible el encuentro, porque desde “arriba”, el alto gobierno y los elementos más influyentes de la jerarquía católica, expresamente no lo permitirían.
¿Sabría el Papa de estos manejos? No lo sé, pero si ese era el caso, algo estaría fallando en el mensaje del Pontífice. Y si no, lo están manipulando para tratar de salvaguardar los intereses inconfesables, pero sabidos por todos, que Santos y sectores de la iglesia católica tienen para imponer una paz que sólo favorece a los victimarios.
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La segunda conclusión es que el presidente está fracasando en sus intentos de capitalizar la visita papal. Los colombianos pudimos observar cómo a la llegada de Francisco I, quiso aprovecharse del saludo que éste hacía a un grupo de niños, para aparecer ante las cámaras acariciando, él también, con sonrisa angelical, el mentón y el cabello de los infantes. Toda Colombia se dio cuenta de lo inapropiado de esos gestos, con los que trataba de “chuparle rueda” al Papa. Y en las misas y otros actos, cuando las cámaras lo enfocan, la silbatina de rechazo fue tal que los productores tuvieron que sacarlo de escena, porque la gente es católica, pero no estúpida; respeta al Papa, pero detesta a Santos. Si lo que buscaba el presidente era cambiar la opinión que de él tienen los ciudadanos, falló estruendosamente.
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Y la tercera conclusión es que el cinismo de las Farc no tiene límite. Ellos, que han expulsado de los territorios que controlan, a los sacerdotes (y a los pastores evangélicos), ahora son los más destacados y fervorosos creyentes. Arropados por el séquito de curas que han logrado, abierta o soterradamente, encontrar la cuadratura del círculo, fusionando marxismo-leninismo y evangelio, las Farc claman por una reconciliación para la que no han hecho absolutamente nada: afirman que no han cometido horribles crímenes sino errores; y lo que es peor, que ellos son víctimas. Hasta nos quieren perdonar, en palabras de alias Timochenko, en la carta que esa organización envió al Papa: “Nos anima el propósito de perdonar a quienes fueron nuestros enemigos y tanto daño hicieron al pueblo…” ¿Cómo les parece? Ellos no asesinaron a decenas de miles, no secuestraron a más de 10.000 colombianos, no violaron niñas reclutadas ni llevaron a la muerte a niños incorporados a su maquinaria terrorista; no invadieron de coca y de cocaína el territorio colombiano, no destruyeron pueblos, puentes, oleoductos ni contaminaron los ríos; no desplazaron a centenares de miles de personas, no. Ellos fueron las víctimas, que generosamente nos tienden la mano, a pesar de que no van a reparar a nadie ni a pedir perdón por sus crímenes, pero a cambio reciben impunidad total. Lavado de sus activos y curules en el congreso.
El mundo al revés. Resulta que les quedamos debiendo. Y Santos ahí, entregando al país; y sus cómplices, tratando de lavarle el cerebro a los colombianos; y las Farc y sus comparsas, buscando reescribir nuestra historia.
Esta visita nos está dejando muchas lecciones, pero nos está, sobre todo, reafirmando algo que ya sabíamos: no podrán con nuestro pueblo; no podrán manipular sus sentimientos y creencias más profundas; ladrarán y ladrarán, pero con el Quijote, seguiremos cabalgando para recuperar el país.