Ganar votos, como sea, sin pararse en mientes, no puede ser la estrategia de quienes se venden a sí mismos como adalides de la recuperación de la ética en la política
Escribir sobre piedra, como figuradamente hicieron Petro, Mockus y López para escenificar el espectáculo del apoyo que los últimos dos anunciaron al primero, pude parecer un acto público de compromiso político del candidato y sus dos bastones con los ciudadanos, pero no lo es. En realidad, se trata de una manipulación, un irrespeto, un engaño y una traición.
Ganar votos, como sea, sin pararse en mientes, no puede ser la estrategia de quienes se venden a sí mismos como adalides de la recuperación de la ética en la política. Manipular el imaginario religioso de millones de colombianos con el montaje de un tinglado en el que el “compromiso” de Petro se muestra visualmente como tradicionalmente han sido representadas en la tradición judeo – cristiana, las tablas de la Ley que Dios entregó a Moisés, es una burla grotesca. Que, además, avala el irrespeto del candidato de proclamarse el Moisés, que, en el colmo de su megalomanía, llevará a los colombianos a la tierra prometida…del socialismo, digo yo, del cual ahora reniega en el primer “mandamiento” de su “tabla”: “no expropiarás”, mientras en sus adentros se ríe, pensando, “pero compraré a los precios y plazos que yo, Moisés Gustavo, fije”.
Porque se trata de una falsa promesa para conquistar incautos. Lo primero que hará, si llegase a ganar, es iniciar el proceso de expropiación de la tierra productiva. Y seguirá con la estatalización completa de los servicios públicos, con los resultados que esto arrojó en Bogotá; de la salud, para mantener rehén a la población de la voluntad del presidente, que terminará en lo que anda Venezuela; con el control total de la educación, para hacer de esta un instrumento de dominio ideológico; de la exacción de la industria para ahogarla y quebrarla, como estrategia para apoderarse de ella, etc.
En el artículo anterior hablé de que la política al servicio del interés general se basada en la confianza. Esta, a su vez, se fundamenta en la certeza de que se van a respetar los compromisos y que se actuará con transparencia. Petro no genera confianza.
Nunca ha perdido perdón por la toma del M-19 al Palacio de Justicia. Sólo ha dicho que fue un error, pero ese adjetivo dista mucho de lo que realmente fue: un crimen de lesa humanidad por el que él, como miembro de esa agrupación, debería tener un sincero arrepentimiento. Esta conducta refleja la incapacidad moral de reconciliarse con la sociedad que hoy aspira a gobernar.
Un intelectual de izquierda narró hace poco que un gran dirigente del Polo Democrático se quejaba de que el actual candidato de Colombia Humana entraba de noche, subrepticiamente a la sede del partido, a cambiar las actas que contenían los acuerdos logrados en el curso del día, si estos no los satisfacían o eran contrarios a sus intereses.
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Petro, hasta hace poco tiempo – el primero de agosto del año pasado- defendía el régimen de Maduro, esgrimiendo la autodeterminación de los pueblos.
No tuvo problema en escoger como fórmula a la presidencia a la señora Ángela María Robledo, senadora del Partido Verde, formación que iba a competir con él en la carrera presidencial. En las elecciones pasadas sometió a chantaje a los ciudadanos, convocando a sus seguidores a la calle el día de los comicios, para “evitar el fraude”; y cuando los resultados le fueron relativamente propicios, no tuvo inconveniente en decir que sus cuentas y las de la Registraduría concordaban. No obstante, y para crear de manera ominosa la sensación de que el 17 de junio va a haber un fraude contra él, reclamó ante el CNE 600.000 votos a su favor, para encontrarse que la “trampa” no fue tal, sino errores humanos imponderables y que la revisión le sumó 238 votos (en esa proporción, si se hubieran revisado todas las mesas, los votos que recuperaría Duque hubiesen sido muchos más).
Pero los otorgantes del apoyo a Petro, no se quedan atrás. Antanas Mockus confesó que, durante su rectoría de la Universidad Nacional, fue auxiliador de las Farc. El hombre que pone asume la acción ética en la política, no tuvo problema en dejar tirada la alcaldía de Bogotá para postularse a la Presidencia, utilizando el segundo cargo del país como trampolín para llegar al primero. Y su defensa al proceso de paz de Santos estuvo sazonada con jugosos contratos para su Fundación. De adalid de la ética en la política, poco, más bien.
¿Y saben ustedes con quién discutía Petro sobre Maduro? Pues con Claudia López, En un trino del mencionado primero de agosto de 2017, en la polémica que sostuvo con Petro, le decía: “Que vayan quedando claras las diferencias. Unos condenamos la dictadura de Maduro en Venezuela y otros la defienden. Imposible coincidir”. Ahora resulta que, milagrosamente, le cree al candidato no sólo que abjuró del socialismo y se volvió defensor del capitalismo, sino que también se traga la condena que este hace, forzado por las circunstancias, del dictador venezolano.
Y díganme ustedes, ¿qué hacía Claudia López en plena campaña por Fajardo, proponiendo la alianza con Petro? ¿Y por qué los Verdes no dijeron nada cuando Petro se les “robó” a la senadora Robledo? Porque estaban de acuerdo con la maniobra que debilitaba su alianza, pero fortalecía a su “contrincante”. Estaban apostando a dos candidaturas para asegurarse un puesto en el gobierno. López y Mockus sabían del entuerto y lo patrocinaron, traicionando a Fajardo. Ellos sabían que este, en caso de no ir a la segunda vuelta, promovería el voto en blanco. Y lo traicionaron.
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Mockus y López actuaron de manera oportunista, usando a Fajardo. ¿decentes? Para nada. ¿Se imaginan un país manejado por esa trilogía? (si es que Petro se los permite, porque en el remoto supuesto de que ganara, se desharía de ellos, como hizo con todos sus colaboradores en Bogotá). La gente verdaderamente decente que votó por Fajardo y por ellos, dilucidará este entramado y sacará sus propias conclusiones. Se mantendrá en lo suyo o votará por Duque, al que nadie ha podido tacharle una indelicadeza. Un hombre que merece la confianza de los colombianos.