Diana Fajardo llega a la Corte Constitucional tras un proceso en el que el lobby se impuso sobre trayectoria e independencia
Con apenas cinco votos de diferencia frente a Álvaro Motta, y ambos lejos frente a Alejandro Ramellí, el Senado eligió a la abogada Diana Fajardo como magistrada de la Corte Constitucional. Queda así llena la vacante dejada por el magistrado Luis Ernesto Vargas, quien ahora funge como miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cargo al que fue candidatizado por el gobierno del doctor Santos.
La doctora Fajardo asumirá esta dignidad por su carrera como abogada y politóloga, con una especialización y treinta años de ejercicio profesional, los últimos cuatro como directora de estrategias en la Agencia de Defensa del Estado, entidad del Gobierno Nacional. En su campaña por esta, la más alta dignidad para un constitucionalistas, venció a los abogados Álvaro Motta y Alejandro Ramelli, ambos doctores en Derecho, profesores universitarios y con experiencia investigativa demostrada en artículos publicados en revistas indexadas. El título de doctorado y la experiencia investigativa son activos para magistrados que crean doctrina al interpretar la Constitución y defender los Derechos Humanos.
Los vacíos que la nueva magistrada pudiera tener en su trayectoria académica y en la creación de conocimiento fueron cubiertos por la intensa campaña para su elección, dirigida por el propio presidente de la República y abanderada por escuderos avezados en las tortuosas lides del trámite, el lobby y la presión al Congreso.
En el trámite parlamentario, al país le fue presentado un proceso de discusión de ideas y hojas de vida en una terna que la Corte Suprema de Justicia anunció haber conformado con tres juristas dignos de llegar a la magistratura y que, vía lobby y presión, el Gobierno convirtió en terna de una, la candidata que le asegura votar en la dirección que él quiere, que no necesariamente es la de la guardia de la Carta Política.
El cabildeo ante el Congreso fue intenso. De él dan cuenta las revelaciones sobre el trabajo realizado por Juan Fernando Cristo, quien trabajó curul a curul asegurando el apoyo, así como las imágenes de la fiesta del miércoles en la noche, en casa del senador Roy Barreras y con presencia del doctor Juan Manuel Santos. Doce horas después, el Senado votaba en la dirección señalada por el Gobierno.
Paralelo al trabajo con cada congresista afecto, o movible a la causa, los escuderos del Gobierno intensificaron presiones, como la infame contra el doctor Motta por su amistad con el exprocurador Alejandro Ordoñez, y amenazas como la de Armando Benedetti, pregonero del regreso de las Farc al combate en caso de no salir elegida la Dra. Fajardo, no se sabe si como mensajero o como intérprete de oficio de esa organización.
La elección de la magistrada Fajardo da otro duro golpe al sentido de las ternas de candidatos, como mecanismos de selección del más idóneo entre un grupo de mejores aspirantes a una dignidad. Que se le escogiera porque se dispone a votar con el Gobierno, no por su pensamiento y trayectoria, es otro mazazo a la ya resquebrajada independencia de poderes. Su ejercicio habrá de confirmar, o negar, el mal sabor que deja su elección.