El Teatro La Hora 25 tiene en temporada su obra Macbeth, cuya estética teatral es analizada por el profesor Óscar Jairo González.
Nunca hay teatro, hasta tanto no se crea y no se hace existir, desde una necesidad inmanente e incitante para quién decide crearlo.
Y esa quizá ha sido la manera de hacerlo para el Teatro La Hora 25, desde que Farley Velásquez (1966-2015) inició toda esa tarea catártica, hasta este momento en el que Carola Martínez ha decidido mantenerlo en el sentido y la tendencia maniobrada hacia lo clásico. Ella ha tratado y tratará de llevarlo a lo irresistible.
Todo y nada, es lo queda de Farley, todo y nada es y será de Carola. Es como esa relación tensionada por la muerte de uno y la vida del otro, que en el teatro puede traducirse perfectamente en una obra como Macbeth.
Aparece la figura de Macbeth y se puede decir sin obviedades obtusas su frase: “Nada es lo que es, sino lo que es”. Exhalación de la voz teatral y de la muerte, vida en el teatro es Macbeth.
De la posesión y cómo transmitirla al espectador, habla Gustavo García (quien en la obra es Banquo): “Lo que se intenta transmitir es la unidad sin moral, sin juzgar las consecuencias de los actos, es ver retratado en el escenario el carácter altivo del hombre que se enfrenta a sus propios demonios. Los espejos a veces atraen y a veces repelen, es el arte en su estado de replica el que arroja por medio del Gestus, la experiencia estética. Desde mi posición como actor de la obra Macbeth, lo que intento es cargar al espectador de vida, entrar en su interior para despejar esos espectros luminosos, sensibles, para transformar como un catalizador la energía pasiva del espectador en puentes creativos y de reflexión constante”.
La historia del teatro de Shakespeare y la historia en el teatro de Macbeth están relacionadas con las hechiceras, lo oscuro y lo luminoso de la estética barroca, la persecución de las hechiceras, la manera de tratarlas, la inquisición violenta sobre ellas, la necesidad de exterminarlas, pero son las que dicen la verdad, las que insolentemente se rebelan contra la naturaleza, contra Dios (en el barroco) mismo, contra la intolerancia; por eso en Macbeth intervienen desde esa incitadora forma de ser, de ocultarse y de revelarse, de rebelarse.
Incursionar en el teatro de Shakespeare es incursionar en el mundo las hechiceras ¿Qué son hoy, tienen de poder o no?, responde María Paulina Giraldo, una de las hechiceras del montaje de Hora 25, quien plantea que “las hechiceras de Macbeth odian. Odian, provocan, seducen a Macbeth, le dan seguridad para llegar a la corona de una manera precipitada, saltando un orden natura. Lo deshumanizan haciéndole perder la noción de remordimiento y culpa. Le abren un camino sujeto a la nada que el mismo transita. Generan en Macbeth una dependencia hacia ellas mismas en una relación de completa sumisión”.
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Tenemos un nuevo teatro donde se hace y transforma Macbeth con sus hechiceras, como principio incandescente del misterio de la vida, misterio que es inmanente a la escena en su densidad teatral. Densidad teatral, que se forma pues, desde la reclamación y la exclamación, radicadas en la no evidencia del poder de las hechiceras. Es como una exhortación a la verdad de la vida. (¿Qué decimos de los símbolos cuando no son simbólicos?). Y es como decir de una química de los sentidos, los sentidos no necesitan de los símbolos, en Macbeth.
Exhibir una estética clásica, como naturaleza y no como ídolo, ante la que cada momento en el teatro Macbeth, se realiza en relación entonces, tubular y radiante, con la resolución irresoluble.
Teatro no es exhibir, teatro aquí es mostrar, mostrar la muerte, la danza de la muerte (Holbein), con la insolencia insostenible que la hace verdadera, en su inclinación obsesiva.
Mostrar la incidencia totalizante de la muerte y de la vida, de lo interminable que hace tormentosas de una y de otra, en un mismo sentido teatral. Macbeth no muere. Morimos los que no somos Macbeth, ni podemos serlo. Como la hermosa muerte de Macbeth que lo es porque está allí en la realidad de las visiones de las que viven, de la oscuridad luminosa de la revelación en las que mueren. ¿Historia y realidad?: No.
Incendiarias y tormentosas visiones. Y entonces Macbeth ha muerto en su teatro, el teatro Macbeth, y de nuevo comienza la historia del Teatro La Hora 25.
Fidel Castro en el Teatro Colón