El buen momento económico llega con algunas advertencias a las que es importante no dejar pasar por alto.
Muy pocos daban por cierto que las economías del mundo se recuperaran y hubo quienes apostaran por lo peor. Pues bien. El Fondo Monetario Internacional, el organismo al que se deben los países para el examen de sus finanzas, pronostica un crecimiento global del 3.9 por ciento para 2018 y 2019. Las economías avanzadas como Estados Unidos, China, Japón y la Unión Europea crecieron más de lo esperado en 2017 y todo indica que la tendencia se va a repetir para el presente año.
El tamaño de la economía global se calcula en unos 130 billones de dólares y un incremento de un punto del producto se traduce en cerca de 1.3 billones adicionales en cosas como vestuario, automotores, viviendas, gasto en servicios de salud y otros tantos bienes. Para justificar el mayor crecimiento, el FMI acude a varias explicaciones: los empresarios agotaron su capacidad de producción y en consecuencia ha sido necesario invertir en nuevas plantas y maquinaria.
Por otro lado, el comercio global ha visto una aceleración y aunque la rebaja de impuestos promovida por la administración Trump va a impulsar el crecimiento en los Estados Unidos, sus consecuencias de largo plazo serán negativas por el enorme endeudamiento federal. Asimismo, el crédito se mantiene estable a pesar del aumento en las tasas de interés.
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Para algunos expertos, la economía global está entrando en un “boom cíclico” en donde los riesgos se mantienen y se advierten peligros que atentan contra la recuperación. Una posibilidad es la guerra comercial declarada por los Estados Unidos con sus principales socios. Muy paradójico que mientras se atraviesa por un momento de expansión, la locomotora de la economía del mundo piense en retaliaciones aumentando aranceles. Un ciclo de restricciones podría interrumpir la cadena de suministro y alterar el comercio global.
Los esfuerzos de los bancos centrales por avivar la economía han permitido a los agentes disfrutar de unas tasas de interés bajas y unos activos financieros al alza. Esa adicción al dinero barato puede traer consigo un repunte en las tasas de inflación que sería respondida por la autoridad monetaria en un costo más alto de los créditos y por tanto en menor actividad.
Quizás la amenaza más grande es la deuda. Hoy la economía global es excesivamente dependiente del debe, esto es, prestamos de los hogares, negocios y gobierno, con unos niveles muy altos. De producirse un ciclo recesivo que ocasionaría una suba en los intereses, las familias y empresas tendrían dificultades en el servicio de sus deudas. Unos terminarían en ‘’default’’ y otros obligados a cortar el gasto. El resultado final sería una severa recesión.
Por otro lado, las economías en lugar de utilizar este periodo de prosperidad y estabilidad para hacer pagos de deuda, algunos, en particular los Estados Unidos, se mueven en dirección contraria. Con el recorte de impuestos, la deuda pública va en aumento. Lo mismo está ocurriendo en China donde los particulares también están adquiriendo mayores prestamos dada la apertura de su economía y las facilidades de crédito.
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El buen momento económico llega con algunas advertencias a las que es importante no dejar pasar por alto. Cuando el sol brilla, los gobiernos deben saber que llegan nubes que oscurecen el horizonte. Ya el mundo supo lo que fueron las épocas aciagas de la Gran Recesión.