Los coqueteos electorales para conseguir más adeptos y votos para el 17 de junio comenzaron desde la misma noche de la elección de este 27 de mayo, con la invitación de los dos candidatos finalistas a los otros candidatos y partidos.
La segunda vuelta presidencial en Colombia es otra herencia de la Constitución del 91 y se instauró para darle más legitimidad y claridad al mandato de uno de los dos candidatos que logre triunfar en ese repechaje electoral y que en la primera ronda no alcanzaron el 50% más uno de la totalidad de los votos depositados en esa inicial jornada democrática.
Es también un procedimiento que agita y promueve el interesante juego de las alianzas con los aspirantes y las fuerzas políticas, sociales y hasta religiosas que aunque sacaron votos, no lograron clasificar a la decisiva votación dentro de tres semanas.
Por tal motivo desde el mismo momento en que se conoció que había segunda vuelta y que los dos competidores serían Iván Duque y Gustavo Petro, comenzó lo que en estas circunstancias tan especiales se conoce en el argot político como el coqueteo electoral y en el cual el principal aparato para la comunicación con los dos aspirantes será el hoy muy famoso y útil teléfono celular.
Y como todo se está moviendo por Bogotá ya ha trascendido que los teléfonos de Duque y Petro comenzaron a sonar y ellos a llamar, tratando de asegurar de una vez los votos que más se puedan.
Por lo ocurrido el pasado domingo 27 de mayo la “novia” a conquistar y las miradas están dirigidas, obviamente, hacia los 4.5 millones de sufragantes que lo hicieron por la propuesta del matemático, exalcalde y exgobernador Sergio Fajardo Valderrama.
Ese altísimo guarismo electoral de este candidato sería decisivo para que ganara tanto Duque como Petro, a pesar de la ventaja que el primero le metió al segundo de más de 2.7 millones de votos, lo que hace inmensamente favorito al uribista sobre el izquierdista.
Cuáles fueron los motivos que llevaron a esos 4.5 millones de fajardistas, dos millones de ellos entre Bogotá y Antioquia, a no votar por ninguno de los otros dos y qué podría llevar a que voten en segunda ronda por una y otra opción. Son dos muy interesantes interrogantes, aun hoy muy difíciles de responder, a lo cual se sumaría una tercera pregunta: ¿quiénes son esos 4.5 colombianos? Son hombres, mujeres, jóvenes, estudiantes, etc.
Desde la noche de la elección y este lunes, el propio Fajardo no ha dado muchas pistas que digamos para darle rostro y posición política a sus votantes y ha sido muy cuidadoso en exponer que esa masa de electores recibirá en su momento explicaciones e instrucciones luego de las evaluaciones que se hagan entre los integrantes de la Coalición Colombia, que fue la que lo avaló, o sea, entre el Partido Verde, el Polo y Compromiso Ciudadano, que es más grande que solo decir Claudia López, Jorge Robledo y el mismo Fajardo, aunque ellos tres son los líderes naturales de esas vertientes políticas.
Dentro de los Verdes ya despegó el debate interno entre algunos congresistas en torno hacia dónde deben coger esos votos y por el momento la balanza se inclina hacía Petro, pero aún ese aspecto es muy prematuro de asegurar.
Entre tanto, una importante fuerza legislativa dentro del Comité Ejecutivo Nacional del Polo, en donde ya había desde hace rato varios petristas, se la está jugando para ratificar el apoyo a ese candidato.
En los comicios legislativos del pasado 11 de marzo las listas verde y del Polo al Senado sacaron en conjunto dos millones de sufragantes, entre ellos muchos fajardistas entreverados en esas planchas. Entonces la pregunta que surge es quiénes son los otros 2.5 millones de colombianos que votaron por Fajardo y no por esos partidos para el Congreso.
Ahora, Fajardo derrotó a Petro en Bogotá, pero ambos obtuvieron votaciones muy iguales y superiores al millón de sufragios, lo que no quiere decir que el 1.2 millones de votos del primero se deslicen para donde el exalcalde de la Bogotá Humana, pues podrían ser votos contra su gestión en la capital bogotana y hasta se irían para donde Duque.
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Pero Bogotá con su alta votación de 3.7 millones, para un memorable 65% de participación, es definitivamente un claro ejemplo de rebeldía y de total desamarre partidista, donde hoy las formaciones políticas ya no ponen candidato a nada, como ya está ocurriendo en Medellín.
Todo parece indicar que está naciendo y ejerciendo otro tipo de votante en Colombia.
Así las cosas, la votación fajardista del domingo aún no es fácil identificarla hacia dónde cogerá en la segunda vuelta y cuánta participará en esa elección definitiva, pues parece que la gran mayoría de ella no hace parte de ninguna de las estructuras partidistas de la Coalición Colombia.
Los otros casos
Pasando al caso de la votación de uno de los grandes derrotados del domingo, el exvicepresidente Germán Vargas Lleras, sus escasos o poquitos 1.4 millones son una lección palpable del tremendo fiasco del voto de las maquinarias partidistas de la U, Cambio Radical, el Liberal y un sector del conservatismo, que lleva a afirmar que no hay partidos fuertes, excepto el Centro Democrático pero exclusivamente por la figura de Álvaro Uribe, y ya nadie les copia a sus líderes al menos para comicios unipersonales, como los presidenciales, en los cuales las nuevas generaciones votan sin ataduras.
Aunque Vargas Lleras no ha hecho un pronunciamiento de fondo sobre para dónde va y que le pasó, se está especulando que su teléfono ya llamó al de Duque a brindarle su apoyo para el repechaje de junio, como se había convenido en el tinto que se tomaron en Manizales y sobre todo porque nunca facilitaría una victoria de la izquierda en Colombia.
El caso de Humberto De la Calle es triste y melancólico, y su triste final electoral es el fiel reflejo de la profunda crisis en que se sumergió su partido el Liberal, por la sumatoria de errores, cuyas consecuencias apenas se están evaluando, pero su militancia cansada acaba de volver a demostrar su independencia y que es superior a sus dirigentes, al votar irónicamente en forma libertaria.
Sobre sus apoyos a algunos de los dos candidatos, la U aún no sabe, los conservadores seguramente van derechito, esta vez todos juntos, para donde Duque, y los liberales, bien aporreados, aún no saben qué hacer.