Los que aún no aparecen

Autor: Manuel Manrique Castro
25 enero de 2017 - 12:00 AM

Opacada por el debate sobre el Acuerdo final de Paz y la logística de la desmovilización, 

Opacada por el debate sobre el Acuerdo final de Paz y la logística de la desmovilización, la verdad sobre los menores de edad reclutados por las Farc va y viene en la agenda política nacional, mientras el grupo armado en vías de desaparecer, pareciera sentirse más cómodo si el tema no se toca o simplemente pasa de agache. Mientras tanto, los comandantes responsables de truncar la vida a miles de niños, callan en todos los idiomas y no hacen el menor esfuerzo por dar al país y a la comunidad internacional las explicaciones y respuestas que hace mucho tiempo y con mayor insistencia hoy, reclaman.

A medida que transcurren los años, ese comportamiento omiso e irresponsable ratifica la displicencia y equivoco con que las Farc han intentado justificar por qué recurrieron tercamente al reclutamiento de niños y lo convirtieron en un signo permanente de su acción armada, queriendo vender al país la ficción de que el reclutamiento abría a los niños mejores caminos.

Recuerdo cómo en los años del Caguán, en aquella etapa tan expuesta al escrutinio público, los jefes guerrilleros ya esgrimían el malabar argumentativo destinado a mostrar por qué, especialmente para los niños del campo, era preferible que estuvieran en la filas de la guerrilla y no en sus comunidades y familias pobres sometidos a restricciones y, especialmente en las zonas rurales del país, a una vida sin oportunidades. Como vivían bajo el mito de que el reclutamiento tenía sentido liberador, se llevaron a los niños sin importarles la secuela de infortunios que su acción acarreaba para ellos y sus familias.

La conclusión, con mayor razón ahora que existe un Acuerdo de Paz firmado y en vías de ejecución, es que resulta inaceptable y debería erradicarse definitivamente tanto el uso de niños en los pelotones de los grupos armados, tan reiteradamente condenado dentro y fuera del país, como la exclusión social que ata a esos contingentes de jóvenes a una vida sin opciones.

Estando cientos de exguerrilleros a punto de contar las penurias que vivieron durante el reclutamiento, será muy importante registrar esos testimonios con cargo a que el país le cierre definitivamente las puertas a esa práctica atentatoria contra los derechos de la niñez.

Por las Farc y los otros grupos armados transitaron miles de muchachos cuyo futuro se perdió. Seguramente un número importante de los que están a punto de desmovilizarse, luego de pasar por la Zonas Veredales Transitorias de Normalización, se hicieron adultos en los frentes farquistas y lo que traen en sus respectivos morrales es un cúmulo de experiencias que poco o nada les servirá en la vida que emprenderán después de mayo o junio.

Ahora las Farc están obligadas a revelar cuántos niños tienen aún en sus filas, qué ha ocurrido con estos menores de edad a lo largo de los casi 4 años de negociación en Cuba, suficientes para que más de uno reclutado a los 14 años llegara a los 18; dónde están y a quién los entregaron. No sería nada extraño que simplemente los escondieran, como hicieron los paramilitares, para evitar la vergüenza mundial de niños reclutados por ellos, expuestos ante las cámaras de la televisión como testimonio incontrastable del delito cometido.

Es inaceptable que se sigan haciendo los desentendidos. En mayo del año pasado se comprometieron a liberar a los menores de 15 años y, hasta la fecha, ni siquiera han cumplido con la promesa que hicieron casi al final de las negociaciones pese a que en Colombia y el mundo el reclutamiento por debajo de los 18 años está prohibido.

En días recientes el Gobierno ha vuelto a la carga exigiendo que las Farc entreguen a los niños que aún tienen en su poder. El del reclutamiento de menores de edad es uno de los capítulos más negros en la historia de las Farc y el país entero necesita conocer la verdad.

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