Sirven para descuidar la más real, y apabullante, amenaza sobre Venezuela, que es la tiranía de Maduro y su camarilla.
El despliegue a la respuesta “tenemos muchas opciones respecto a Venezuela, incluida una posible opción militar si es necesaria” que Donald Trump ofreció a periodistas ha favorecido especulaciones que prueban el aislado tercermundismo de quienes se esmeran en ignorar la magnitud de los peores problemas a cargo de Washington y olvidar la variedad de opciones de intervención a que el Imperio puede apelar a fin de ayudar a naciones aliadas a superar coyunturas especialmente críticas.
Esa obnubilación favorece una explosión de temores que no se justifican en lo relativa que fue la respuesta ni en la gira del vicepresidente Pence para tejer alianzas para actuar contra la tiranía. También propicia que crezcan nubarrones que ocultan acciones de la camarilla dictatorial que siguen ahorcando los canales democráticos, y a quienes luchan porque Venezuela no pierda lo que de ellos va quedando.
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El proceso de elecciones regionales es el clásico acto de una tiranía. El régimen apenas las convocó cuando le entregó su control a la ilegal asamblea constituyente, pero no las citó mientras podían ser controladas por los partidos opositores. Después de abrir el proceso para diciembre, provocando que los sectores más débiles de la MUD mordieran el anzuelo, los apretó con el mordisco de un adelanto de fecha de realización, maniobra tan caprichosa como invitar a una votación que se sabe amañada. Con su maniobra, la tiranía consiguió dividir a la MUD y dejar solos a los valientes María Corina Machado, Antonio Ledezma y Leopoldo López, estos dos últimos los presos políticos más notables del país.
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Tras el telón que oculta los desmanes de la tiranía se encuentran las regiones que durante dos años han sufrido el martirio del cierre unilateral de la frontera. Su existencia permite poner sordina a las preguntas por la suerte de los desaparecidos, que no son únicamente el general (r) Ramón Isaías Baduel, exchavista, y el joven violinista Willy Arteaga. Con el paso de los días, se va desvaneciendo la presión a los miembros de la OEA para que apoyen la solicitud del secretario Almagro para aplicar la carta democrática y parece olvidarse la progresiva, y esa sí peligrosa, cubanización de Venezuela.
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