Si bien Vladimir Putin ha cuidado cada detalle en cuanto a la la logística y la infraestructura, algunas sombras en el camino hacia este día no terminaron de aclararse y otras, como las amenazas a la seguridad y a la transparencia, sólo se irán mitigando en el día a día de la cita orbital.
Para los amantes del fútbol, que se cuentan por cientos de millones a lo largo y ancho del planeta, la espera por el inicio de la Copa Mundial de la Fifa llega a feliz término hoy, cuando a las 10:00 de la mañana hora colombiana ruede el balón en el Estadio Olímpico Luzhnikí entre las selecciones de Rusia y Arabia Saudita. Que un país de Europa oriental sea anfitrión del evento por primera vez en 88 años de historia de los mundiales es el primero de una serie de hitos que le valdrán el apelativo de histórico a este certamen. El segundo puede ser el hecho mismo de que el mundial haya llegado a materializarse tras las turbulencias políticas que enmarcaron sus preparativos y que, entre otras cosas, cobraron la cabeza de Joseph Blatter, el aparentemente intocable mandamás de la Fifa, bajo cuya gestión se adjudicó esta sede.
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Que la política haya estado a la sombra del deporte no es algo nuevo. El Mundial de 1934 en la Italia de Mussolini, el de 1978 en plena dictadura Argentina o los Olímpicos de 1936 en la Alemania de Adolf Hitler son apenas algunas pero muy contundentes muestras de cómo los líderes han buscado legitimarse –o tender cortinas de humo, o ambas cosas- mediante la realización de eventos deportivos de gran envergadura. Y si bien Vladimir Putin ha cuidado cada detalle en cuanto a la logística y la infraestructura, para hacer que el Mundial en el país más grande de la tierra sea también el mejor recordado (aunque para ello ya sea también el más costoso de la historia con 14.000 millones de dólares de inversión), algunas sombras en el camino hacia este día no terminaron de aclararse y otras, como las amenazas a la seguridad y a la transparencia en un país con un nada halagador récord en cuanto a sanciones por doping, sólo se irán mitigando en el día a día de la cita orbital.
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Desde el 2 de diciembre de 2010, cuando el Comité Ejecutivo de la Fifa eligió de manera simultánea las sedes de Rusia 2018 y Qatar 2022, las sospechas de sobornos, que a la postre nunca pudieron ser confirmadas, desataron la ira de los aspirantes derrotados, con Estados Unidos a la cabeza, cuya justicia logró, como una suerte de premio de consolación, desenmascarar el entramado de soborno, fraude y lavado de dinero que se denominó Fifagate y que en 2015 involucró principalmente a dirigentes de la Conmebol y la Concacaf y terminó, como citamos antes, con la dimisión del presidente de la Fifa, Joseph Blatter, y la suspensión del presidente de la Uefa, Michael Platini, del secretario general de la Fifa, Jerome Valcke, el procesamiento por parte de la justicia de alrededor de 40 dirigentes y la admisión de culpabilidad por parte de dos empresas dedicadas a la comercialización de eventos relacionados con el fútbol. Con el Mundial de Rusia en un punto de no retorno, habrá que esperar si las pesquisas sobre lo ocurrido con Qatar siguen estancadas o tienen algún desarrollo futuro.
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A favor de Rusia hay que decir que, a diferencia de lo ocurrido en Brasil 2014, las obras en los estadios –seis de los doce que se usarán se hicieron completamente nuevos- estuvieron a tiempo y que la infraestructura vial y el moderno sistema de trenes gratuitos para el transporte entre sedes ha recibido elogiosos comentarios de la prensa internacional. Además, buena parte de los recursos, 791 millones de dólares para ser precisos, se irá a las arcas de los equipos participantes, siendo la cifra más alta en las 21 ediciones de las Copas del Mundo, de tal suerte que cada equipo, aunque no avance de la fase de grupos, tiene garantizado un ingreso de 9,5 millones de dólares, mientras que el ganador se llevará, además del preciado trofeo, un cheque por 38 millones de dólares.
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El de Rusia será también el primer mundial en que la tecnología del Video Asistente Arbitral (VAR, por sus siglas en inglés) se pondrá en marcha. Aunque las opiniones están divididas entre quienes prefieren la “incertidumbre de la falla humana” y quienes abogan por un deporte cada vez más transparente y justo, el hecho por sí mismo marcará un hito en la historia de los mundiales. El único temor admisible es a que las revisiones de los videos le quiten emoción a los juegos o los alarguen demasiado, pero creemos que los jugadores, si están dispuestos a protagonizar un juego más honesto, podrían reducir ostensiblemente el número de acciones en las cuales este mecanismo deba ser usado, específicamente en dos de los casos para los cuales la herramienta será utilizada: la verificación de faltas dentro del área y las causales para una expulsión. Por nuestra parte, como hemos sostenido antes en estas columnas, damos la bienvenida a la tecnología como instrumento para erradicar del fútbol –y del deporte en general- las mañas y los engaños que desdibujan el espíritu de sana competencia.
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Para los colombianos será un Mundial especial, pues nuestros colores estarán en competencia con un equipo que conserva buena parte de los baluartes que lograron llevarnos al límite de la emoción en la cita de Brasil. Los dirigidos por José Pékerman nos ilusionan, tanto por el buen momento de consagrados jugadores como James Rodríguez, Juan Guillermo Cuadrado o Miguel Ángel Borja, entre otros, como por la oportunidad de revancha que le ha dado la vida a Radamel Falco García, el gran ausente en el equipo de hace cuatro años. No serán rivales fáciles los que deban enfrentar los nuestros, pero los antecedentes nos han mostrado que cuando el equipo ha tenido tiempo prolongado de trabajo y preparación, como ahora, el juego fluye y los talentos brillan. Que no sea esta la excepción.