Cada silletero tiene una historia qué contar, todas se caracterizan por su amor a las flores y a la tradición silletera, que pasa de generación en generación; precisamente, la de los hermanos Soto es muestra de ello.
Ir a Santa Elena en la Feria de las Flores es más que emocionante, porque vibra con su gente, los colores y la energía que cada silletero le imprime a su silleta.
En la finca El Chagualo, por ejemplo, están los hermanos Soto, trabajando sin descanso en las silletas que les asignó la Alcaldía de Medellín, bajo la modalidad de Silleta Comercial.
“Siempre he trabajado en esta categoría, llevo diez años, pero antes le ayudaba a mis tíos y a mi hermano que lleva más tiempo en esto, entonces uno va cogiendo un poquito de experiencia y las hace”, expresó Erwin Soto, silletero.
Erwin este año está diseñando la silleta de la Fábrica de Licores de Antioquia (FLA), desde el lunes 6 de agosto. “Tuvimos mucho trabajo entregando otras silletas para unas empresas que no desfilan, sino que las exponen en su negocio para adornarlo durante la feria”, comentó.
Aníbal
Por su parte, su hermano Aníbal contó: “Yo estoy desde niño haciendo silletas, me acuerdo que yo le hacía daños a mi abuelita cuando las fabricaba. Era pegado de las faldas de ella y viendo aprendí”.
Él ahora vive en Medellín y trabaja en una empresa de vigilancia privada, donde cada año le dan permiso para fabricar la silleta y asistir al Desfile.
“Hace diez años mi abuelita se enfermó de cáncer de seno, y un día me llamaron de la empresa a la unidad donde yo estaba trabajando y me dieron la razón de que ella me estaba buscando, entonces pedí permiso y me fui para la Clínica General donde ella estaba.
Cuando llegué me saludó llorando, me dijo que ya se iba a ir a descansar y ella había escrito la autorización del pase para que yo quedara con el contrato, en una letra que ni se entendía, la escribió a puño y letra con los pocos alientos que le quedaban, luego se hizo el traspaso legalmente en Fomento y Turismo y desde ahí vengo participando en el Desfile de Silleteros cada año”.
Aníbal es casado, tiene dos niños, Tomás, un bebé de tres meses, y Pedro, de once años. “Pedro ama este arte, inclusive él ha participado dos veces en el Desfile en Medellín, también participó en el Desfile de Silleteritos de Santa Elena, pero este año sacaron una regla que dice que los niños que viven en la ciudad no pueden participar, entonces ese muchacho se puso a llorar, y la única manera en que lo pude alegrar fue armándole este paseo para donde don Aristides, a hacer la silleta”, relató Aníbal.
Pase vendido
Este año Aníbal le tuvo que vender su pase o contrato, por motivos personales, a Fredy, “él es el hijo de don Aristides, que para mí es como un segundo papá, porque me conoce desde la niñez. Yo le estoy haciendo la silleta comercial de la Fundación Museo del Transporte, la estoy trabajando desde el lunes, el toque final se lo doy el sábado, con la colaboración de Fredy, y la estoy haciendo con el mismo amor como si fuera para cargarla yo. Más adelante voy a ver si puedo comprar un contrato pero tradicional, porque es más barato”.
Aprendizaje
“Mi abuelita era muy regañona, ella compraba el material estricto y lo que uno iba gastando ella lo iba sacando de donde lo tenía escondido y cantaleteaba todo el día. Ella mantenía su reserva, los materiales escondidos y a veces se hacía la dura y me decía: mire a ver dónde lo busca que ya se acabó, pero en realidad sí lo tenía por allá guardado”, narró el silletero.
El peor daño
Aníbal contó el peor daño que le hizo a su abuela: “primero estas silletas comerciales eran con base de icopor y la flor natural se pegaba con alfiler, y ya casi terminando la silleta le tumbe la base, o sea la silleta donde estaba pegando flores en la mesa, y se quebró el icopor, entonces ya les toco ingeniárselas para remendar eso y con una rama del mismo pino, que le montaban de follaje a la silleta, la cogió y me dio”.