Los llamados expertos o científicos modernos en muy pocos casos se enfrentan al poder, en contracorriente de sus intereses económicos, porque estos intereses dominan la vida de la sociedad
A Galileo Galilei la publicación de su obra Diálogo sobre los dos principales sistemas del mundo: el ptolemaico y el copernicano (1632), tomando partido por las ideas de Copérnico, en el sentido de que el centro del universo era el sol y no la tierra, le acarreó sufrir los rigores de la justicia inquisitorial, y por temor a la muerte tuvo que retractarse.
A Galileo se le adjudica la frase: “sin embargo, se mueve”, que pronunció entre murmullos al retirarse del tribunal para vivir el resto de su vida en prisión domiciliaria. Se enfrentó al poder terrenal de la iglesia, no en el campo de los intereses económicos sino religiosos, que era el principio ordenador de la sociedad medieval.
Al contrario, los llamados expertos o científicos modernos en muy pocos casos se enfrentan al poder, en contracorriente de sus intereses económicos, porque estos intereses dominan la vida de la sociedad, y las instituciones y reglas se ajustan a esa lógica, al igual que las organizaciones universitarias y de investigación, y la ciencia se convierte en subalterna del lucro personal o corporativo. Es decir, los científicos son funcionales a esos intereses, y cuando no lo son llegan a ser excluidos de las publicaciones, puestos, bolsas de investigación y hasta desacreditados.
En el caso del cambio climático, el romance de los científicos con la ciencia y la verdad no siempre fue armonioso sino más bien en conflicto con los propios resultados de sus investigaciones. Es decir, los científicos contratados por las petroleras ocultaron evidencia sobre los efectos que la combustión del petróleo provocaría sobre el clima.
En 1968, el “Informe Robinson” (Elmer Robinson y R. C. Robbins), elaborado por científicos de Stanford Research Institute para el American Petroleum Institute (API), “advirtieron que el aumento del nivel de CO2 probablemente resultaría en un aumento de las temperaturas globales y previnieron que si las temperaturas aumentaban de manera significativa, el resultado podría ser la fusión de los casquetes polares, el aumento del nivel del mar, el calentamiento de los océanos, y graves daños al medio ambiente a escala global” (https://goo.gl/pahhDQ).
Sin embargo, en 1969, el API apresuradamente encargó un informe “suplementario” a Robinson, que tuvo un enfoque más escéptico y más ambiguo de la ciencia del clima. API se basó en el informe suplementario en su posterior cuestionamiento de la ciencia del clima, y los escépticos del clima y la industria petrolera continuaron citando este estudio durante años
Es decir, la industria petrolera sabía del calentamiento global y de sus efectos. sin embargo, financiaron campañas (https://goo.gl/XYGMB2) y todavía lo hacen, negando el calentamiento global, y minimizándolo, al igual que el actual presidente de las EEUU Donald Trump. En este caso triunfaron los intereses económicos sobre los intereses de la humanidad.
Por otro lado, en cuanto a los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), 107 laureados con el Premio Nobel firmaron una carta a favor de los OGM, en junio de 2016, condenando a las organizaciones que se oponen “a las innovaciones biotecnológicas en la agricultura, y que han tergiversado sus riesgos, beneficios e impactos”(https://goo.gl/ZDz7z7).
Los OGM “son tan seguros, si no más seguros, que los derivados de cualquier otro método de producción. (….) Se ha mostrado en repetidas ocasiones que son menos perjudiciales para el medio ambiente y una gran ayuda para la biodiversidad global”.
En consecuencia: "Instamos a Greenpeace y a sus partidarios a reexaminar la experiencia (…) de todo el mundo con cultivos y alimentos mejorados a través de la biotecnología, reconocer las conclusiones de los organismos científicos competentes y las agencias reguladoras y abandonar su campaña contra los OGM”.
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Por su parte, Philip Stark, decano asociado, división de ciencias matemáticas y físicas y profesor de estadística de la Universidad de California en Berkeley, cuestionó la carta de los Nobeles: “1 Premio de la paz, 8 economistas, 24 físicos, 33 químicos, 41 médicos (…) la ciencia es "acerca de la evidencia no de la autoridad. ¿Qué saben de la agricultura? ¿Han hecho la investigación relevante? La ciencia “demuestra”, no dice “confíen en mí” (...). Premio Nobel o no” (https://goo.gl/fgC6wE)
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Los cultivos transgénicos son sustancialmente diferentes (https://goo.gl/QsuwbW) a los no transgénicos, son intensivos en uso de Glifosato, que es tóxico y cancerígeno; los OGM contaminan los cultivos nativos y atentan contra la biodiversidad. Además, los reclamos de mayor productividad de los OGM tampoco está demostrada: ¿Los OGM podrían resolver el hambre en el mundo? La respuesta del profesor Bob Watson, jefe del Departamento de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales (Kansas University), fue: “No" (https://goo.gl/23hx9s).
La mayoría de los científicos modernos están comprometidos con la rentabilidad de las corporaciones biotecnológicas, al igual que fueron negligentes en alertar sobre el impacto de los combustibles fósiles sobre el clima. Igual responsabilidad les cabe en la complicidad con las compañías tabacaleras, farmacéuticas, automovilísticas (Volkswagen alteró el valor de las emisiones para que no fueran detectadas por los medidores de la contaminación), la llamada “minería bien hecha”, etc. ¿La verdad? No es algo importante cuando el dinero está de por medio.
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