Los emigrantes cuadran los índices de pobreza y de empleo, al estar los mercados domésticos menos presionados
La medida de Trump de detener la inmigración de siete países musulmanes, por razones de seguridad, ha causado ruidosas protestas, pero muchísimas más que las guerras que dieron origen a las emigraciones masivas, tanto en Siria, Irak, Yemen, Afganistán y el norte de África por parte de EEUU y la Otan, que han socavado las bases de la gobernanza y la estabilidad de esos países, que como Libia e Irak, prácticamente fueron destruidos como estados. Iguales protestas ha causado la iniciativa de construir un muro entre EEUU y México.
EEUU desde su nacimiento ha limitado la entrada de extranjeros sobre todo si no son blancos. Sólo después de 1990 con la Ley de Inmigración de ese año se permitió una inmigración más amplia, con cerca de 800.000 inmigrantes por año, más los ilegales. En EEUU, los inmigrantes pasaron de 24.9 millones (9% población) en 1995 a 42.3 millones (13% población) en 2014, 70% de crecimiento, mientras la población nativa creció 20%.
El gobierno de Trump pretende la construcción del muro que empezó W. Clinton, para evitar que los mexicanos, centroamericanos, suramericanos y hasta africanos, chinos, y de muchas otras nacionalidades pasen ilegalmente a EEUU. A su vez México cuida la frontera sur con Guatemala para detener la inmigración hacia EEUU. “Yo soy tu perro señor, pero ¿de quien eres tu perro?” (Fernando González): “México deportó 143.057 centroamericanos en 2016 a su país de origen” (Eduardo Porter). Cada nación es soberana en administrar la entrada y permanencia de extranjeros en su territorio.
EEUU ha tolerado la inmigración legal e ilegal, hasta ahora, para erosionar los salarios de los trabajadores: “Los desertores escolares estadounidenses de bachillerato ganarían algo así como ocho por ciento más si no fuera por la inmigración mexicana (…) los beneficios netos a la economía estadounidense producidos por la inmigración, aparte de las grandes ganancias para los propios inmigrantes, son reducidos (…) Necesitamos hacer algo con la inmigración, y pronto” (La incómoda inmigración, Paul Krugman, el espectador, abril 2 de 2006).
Esta situación no sólo se ha presentado en trabajos precarios y mal pagos, agrícolas, restaurantes, hoteles, etc, sino también en aquellos otros altamente calificados que requieren visa especial de trabajo (H1-B), y que los ejecutivos corporativos alegan son necesarias para mantener la innovación tecnológica en movimiento, desplazando así a los ingenieros norteamericanos con salarios más bajos.
Una cosa es la inmigración selectiva para un país con pleno empleo y que tenga escasez de mano de obra y otra muy diferente la inmigración masiva y de fronteras abiertas que conduce a reducir los salarios de los trabajadores a favor de las ganancias. La actual globalización neoliberal es partidaria de esta última, con el fin de arbitrar trabajadores de países de bajos salarios a zonas de altos salarios. No les preocupa la situación de los países de origen, que se quedan sin los jóvenes, los mejor calificados y los más entusiastas grupos de trabajadores y empresarios, con graves consecuencias para su desarrollo.
Por otro lado, los latinoamericanos emigran no sólo por razones políticas, como en Honduras y Guatemala, y últimamente Venezuela, pero en su mayoría por razones económicas, pobreza, desigualdad y desempleo agravadas por las políticas neoliberales. En este sentido es obligación de las élites políticas y económicas proporcionar trabajos dignos a sus connacionales, con un modelo de desarrollo que transforme la estructura productiva primaria exportadora en una economía manufacturera y de servicios urbanos de alto valor agregado.
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Las remesas de los emigrantes y el crecimiento de las mismas son aplaudidas por las élites latinoamericanas porque constituyen no sólo ingresos para las familias de los emigrantes, sino porque ayudan a cuadrar la balanza de pagos, por el lado de la cuenta corriente, al mismo tiempo que se financia, en parte, la exportación de capitales, la repatriación de utilidades del capital extranjero y los pagos de deuda externa.
Además, los emigrantes cuadran los índices de pobreza y de empleo, al estar los mercados domésticos menos presionados. Sin embargo, la informalidad laboral es escandalosa, mientras la concentración del ingreso y de la riqueza también lo son.
¿Qué tenemos? No mucho por cierto, aunque la élite colombiana sueña ser inglesa y cosmopolita.