Los colados hacen parte de una palabra que no deja prosperar a Colombia: la corrupción
Un temible jefe de sicarios que no tenía vinculación alguna con las Farc, acaba de ser expulsado por la oficina del Alto Comisionado, de la lista de beneficiarios por el programa Gestores de Paz. Se trata de Alexander Romero, quien no tenía nexos con las Farc y que había recibido excarcelación hace un mes, no obstante ser condenado a 14 años de prisión. Era un guerrillero infiltrado, un “colado”. Se asegura que hay más “colados” en el censo de la facción excombatiente. Y no contento con ello, el embajador de Estados Unidos en Colombia, agregó que habría pagos a las Farc para incluir en sus listas favorecidas a extraditables y se habló hasta de USD$ 5 millones por semejante chanchullo.
Se dice en Bogotá, que Transmilenio pierde $555 millonarios diarios, por los “colados”, dado que entre el 10 y el 15% de los 2.3 millones de pasajeros que se movilizan a diario en este sistema de transporte masivo, no pagan pasaje. Precisamente, al tirar cuentas, el alza de tarifas prevé ese costeo como ingrediente numérico. Entretanto, Planeación Nacional denunció hace dos años el fraude de 653.000 “colados” en el Sistema de Identificación de Beneficiarios (Sisbén), que aseguran es solo la punta del iceberg. Se dice que la cifra del desangre podría ser tres o cuatro veces ese número.
Hace año y medio, se dio el escándalo de que el hijo del edil de Cajicá (Cundinamarca), Juan Ricardo Quintana, se “coló” en el programa Ser Pilo Paga del Ministerio de Educación, sin cumplir con los requisitos legales. Este caso, que fue denunciado por La W en su momento, no debe ser el único. Se atornilló con 28 puntos y luego de examinada la situación pasó a 82 puntos en el Sisbén, por lo que le revocaron la beca en la Universidad de La Sabana.
La Fiscalía, hace 4 años, dio la lista de las 12 “coladas” que recibieron casas gratis en La Pradera, Valle, cuando ya tenían vivienda. Esas oportunistas dizque resultaron favorecidos en un sorteo de personas de extrema pobreza, cuando andaba en campaña Vargas Lleras repartiendo casas a diestra y siniestra. Después hubo que despojarlas del premio y hacer el ridículo.
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En todos los departamentos del país, hay “colados” en la contratación pública. Por ejemplo, hace dos meses en Armenia, se descubrió el caso de un médico y de un ingeniero de sistemas, que adjuntaron documentos falsos y fueron descubiertos al cabo de un tiempo, para ser retirados de sus chanfas. En general, en el Estado abundan los “colados” que se meten por los resquicios más insospechados.
Este año se denunció (no hace más de 2 meses), que en la reestructuración de la Fiscalía, que suprimió 4.706 cargos por falta de financiación, y que proveyó algunas plazas laborales necesarias, se “colaron” como fiscal especializada adscrita a la Unidad de Justicia y Paz, una mujer con vínculos con bandas criminales y un supuesto plan para infiltrar la oficina del exfiscal general Montealegre (condenada a 18 años) y un asistente de fiscal, señalado por favorecer a paramilitares en el proceso de Justicia y Paz. Fueron puestos de patitas en la calle.
Entre los desmovilizados de las Farc, se “colaron” algunos, para acogerse a los beneficios que se les ofrecían por el desarme. No obstante se habló de filtros por el gobierno de las listas, era imposible al tratar con personas al margen de la ley esperar ética y limpieza en sus actos.
En fin, solo algunos ejemplos nos conducen a pensar que los “colados” aparecen en todos los campos de la vida. Siempre tienen aliados, tan aviesos como ellos. Y si bien algunos son intrascendentes como los que se “cuelan” en cocteles o en actos públicos, los que hemos referenciado y, en general, la luenga lista que se infiltra para penetrar y esquilmar las arcas públicas, hacen parte de una palabra que no deja prosperar a Colombia: la corrupción. No vemos cuando se pulverice este término. Tiramos la toalla.