Lo falso y lo verdadero

Autor: Sergio de la Torre Gómez
9 julio de 2017 - 12:09 AM

Los partidos tradicionales fueron igualados, mas no rebasados por las nuevas formaciones

Se dice que las encuestas son tan solo una fotografía que captura el instante en que se toma. Cierto, pero cuando sus resultados se repiten, ya no reflejan una emoción pasajera sino un estado de ánimo creado, el alma colectiva, la opinión o sentimiento prevaleciente en la gente sobre los temas que el encuestador plantea. O cuando menos (y ahí reside su utilidad práctica para efectos de mercadeo o política) las tendencias que delatan el juicio favorable o desfavorable que sobre un producto o un candidato va incubándose en los ciudadanos con vistas a un lanzamiento o una elección.

No conviene pues subestimar los sondeos cuando se reiteran sus resultados. Por ejemplo, los que ahora tenemos y que nos pintan un desenlace probable de la batalla electoral en ciernes, en mi criterio, ya es tiempo de tomarlos en serio, pues la persistencia de sus indicadores nos permiten hacer un pronóstico aproximado o, por lo menos, reducir las opciones posibles, las candidaturas en liza (que ya son muchas) a las más factibles. Las que encabezan la fila, sin irrespetar las que la completan en la cola, así figuren por debajo del llamado “margen de error”, pues de todos modos colorean el panorama y, por efecto del contraste y el cotejo que siguen, permiten descifrar y valorar mejor a los ganadores.

Lo primero que se capta al estudiar en orden cronológico los sondeos es que los partidos tradicionales fueron igualados, mas no rebasados por las nuevas formaciones. De los comicios celebrados en las últimas décadas, sumados los sondeos de estos meses, puede deducirse que dichos partidos no han desaparecido. Es más: independientemente de las figuras o aspirantes (no tanto a la presidencia como al Congreso, cuya escogencia se rige por otros criterios) los ciudadanos de base que todavía se confiesan conservadores o liberales siguen siendo una mayoría relativa, así ya no se cuente con su lealtad ciega a la hora de sufragar, como antaño. Y las figuras o líderes (abstracción hecha de los partidos a que pertenecen) hoy en día arrastran más que las banderas y escudos. Me refiero específicamente a quienes permanecen vivos, incólumes, arriba del sonajero, como Vargas Lleras, Fajardo, Clara López, Petro… Congregan más las personas que los programas y las siglas que encarnen. A algunos de ellos les llegará la hora de la despedida, de ser catalogados como transeúntes y desechados en esta carrera presidencial. La gente que participa en las encuestas (si la dejan hacerlo a su aire, libre y espontáneamente) suele no equivocarse. Eso lo conocemos como sabiduría popular. En momentos cruciales como el que vivimos, la percepción, o más bien el instinto colectivo (que sabe distinguir entre lo que conviene y no), contra lo que creen las aves de mal agüero, falla muy pocas veces.

El espejo de Venezuela, en el cual nos miramos a diario, le ha servido a los pueblos para saber a quién elegir y a quién no en coyunturas críticas y riesgosas como la de ahora. El peligro que hoy ronda al mundo es el populismo, de izquierda o derecha. La derrota en serie de sus portavoces en Europa y Latinoamérica, revela que cada vez menos gente se deja seducir por sus encantos efímeros y aparentes. Lo cual no autoriza a bajar la guardia frente a los falsos redentores, siempre errados e improvisadores cuando asumen el mando, como nuestro pintoresco e inefable Petro, que estropea todo lo que toca.

Vea también: Clave de las elecciones

Tras los reveses sufridos con el Brexit británico, el descalabro de Hillary en USA, el plebiscito de octubre en Colombia, la derrota de la señora Fujimori en Perú, etc., donde fallaron sus predicciones, las firmas encuestadoras han perdido credibilidad y están bajo la lupa. Además, porque, por ejemplo en Colombia, no se abarca y averigua la opinión del país rural con el mismo esmero con que se procede con las grandes urbes, donde en casi todos los hogares hay teléfono para comunicarse y preguntar, cosa que no ocurre en la provincia lejana o intermedia. Ya ahondaremos en éste y otros temas relativos a los sondeos, quién los paga, cuándo son imparciales y cuándo son sesgados e inductivos. O sea usados para inducir o predisponer la opinión y el voto de los ciudadanos que las siguen en los medios. De cara a los sondeos no sobra saber diferenciar la realidad de la ficción.

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