Si el presidente Iván Duque quiere tener un impacto realmente transformador, ha de ser consciente de que el principal y más importante educador será él mismo.
Alberto Espinosa López*
Comienza un nuevo gobierno y surge una nueva esperanza de avanzar significativamente hacia una educación de calidad para todos. Hemos mejorado en cobertura, medición y evaluación de la calidad, formación de maestros y directivos, en presupuestos dedicados a la educación y hemos, también, comprendido la importancia de la nutrición, la estimulación y la educación en los primeros años de vida. Sin embargo, no hay conciencia de que para educar a un niño se requiere el compromiso de todos los ciudadanos.
Si el presidente Iván Duque quiere tener un impacto realmente transformador, ha de ser consciente de que el principal y más importante educador será él mismo. Él y cada uno de sus ministros y sus equipos de gobierno, pues con su ejemplo servirán de modelo para comenzar la transformación que el país reclama con urgencia. Necesitamos dejar de lado las confrontaciones de egos y buscar unidos la construcción de un país con desarrollo económico y social con oportunidades para todos.
El sistema educativo requiere un cuestionamiento de fondo: replantear cuál es el sentido de la educación y cuál es el liderazgo necesario para lograr que todos los niños y jóvenes puedan aprovechar sus potencialidades, convivir en armonía y aportar al mejoramiento y desarrollo de su comunidad y del país, desarrollando sentido de pertenencia y patriotismo.
Hay que comenzar por lograr que niños y jóvenes comprendan qué significa ser humano, que tomen conciencia de que son los arquitectos y escultores de su vida, que son capaces de pensar, analizar, reflexionar, planear y construir su futuro, partiendo de comprender quiénes son, cómo son, dónde están y a dónde quieren llegar, cuáles son sus talentos predominantes, qué los motiva y qué disfrutan hacer.
La educación tiene que enfocarse principalmente a la formación del ser: que cada uno encuentre el sentido de su vida, defina sus creencias, valores y sueños, para concretar un proyecto de vida que le permita desarrollar las competencias, habilidades, hábitos y actitudes para lograr el equilibrio en sus diferentes dimensiones.
Como sociedad tenemos una cultura nacional -un conjunto de creencias, valores, actitudes y comportamientos- que ha perdido el norte. El dios dinero nos ha conducido a la pérdida de valores y a ubicar los intereses particulares por encima de los colectivos. La educación tiene que orientarse principalmente a “formar”, no sólo a informar.
Respetando las creencias religiosas de cada persona, de cada familia, y las culturas, costumbres y tradiciones de las diferentes regiones, necesitamos construir colectivamente un proyecto de país de largo plazo, algo tipo “Todos construyendo el país que soñamos”, con un propósito superior: unos principios, creencias y valores compartidos como el respeto, la honestidad, la responsabilidad y la solidaridad; que inspiren y motiven a todos a responsabilizarse de su vida y a aportar al mejoramiento de su comunidad.
Además: Educación: de la protesta a las propuestas
Esto implica definir estrategias efectivas, consolidar políticas, programas y proyectos de largo alcance de formación de futuros y actuales padres, de maestros y directivos, de autoridades nacionales, regionales y locales con objetivos, metas, indicadores y un proceso de sistematización y evaluación confiable que permita hacer seguimiento al avance y logro de las metas acordadas, y a la construcción de una cultura colombiana que se vea reflejada en actitudes y comportamientos, así como en el desarrollo de competencias acordes con las oportunidades de desarrollo de cada región.
Requerimos del compromiso de todos los líderes -políticos, sociales, espirituales, empresariales, comunicadores, etc.-, para ser ejemplo de integridad, rectitud, y servicio. Como punto de partida, cada líder debe ser consciente de que lidera con el ejemplo y que el incumplimiento tiene consecuencias, no impunidad.
El sistema educativo lo componen todos los líderes. Padres, maestros, directivos y autoridades son sólo una parte del sistema. Si los demás líderes no asumen su responsabilidad de ser personas íntegras, responsables y solidarias, nunca se logrará la verdadera transformación que todos soñamos. La educación no arranca ni termina en el aula: la cultura educadora la creamos todos, cada día, con cada comportamiento.
*Miembro fundador de la Fundación Empresarios por la Educación, una organización de la sociedad civil que conecta sueños, proyectos, actores y recursos para contribuir al mejoramiento de la calidad educativa.