Este es el problema entre centro y periferia al que se refiere Prebisch, y la necesidad de promover la industrialización en la periferia
Con ocasión del Foro Mundial de Productores de Café en Medellín, celebrado en la segunda semana de julio, con presencia del expresidente Bill Clinton, campeón del libre comercio -vino porque le pagaron- y quien se explayó con perogrulladas sobre la conveniencia de la diversificación agrícola. Sin embargo, la diversificación no sólo es para el campesinado, sino también para la economía como un todo, cosa que nadie menciona en un congreso cafetero.
La cadena cafetera genera 200.000 millones de dólares anuales, los países productores solo reciben 20.000 millones, es decir, un total de 10%, que para los campesinos se convertirán en una parte más pequeña.
Por lo tanto, los países del sur subdesarrollado (periferia) no deberían seguir dependiendo de la exportación de materias primas -como lo vienen haciendo desde que fueron colonias y posteriormente países independientes- por las que pagan casi nada los países del norte (centro), como es el caso del café. Es decir, la periferia tendría que volverse industrial, como camino para salir del atraso y la pobreza. Esta era la tesis de Raúl Prebisch y de la vieja Cepal.
En este sentido, la economista y profesora de la New School University (NY), ya fallecida, Alice Amsden (2009, The Wild Ones: Industrial Policies in the Developing World) señalaba que: “Prebisch tenía razón, tanto en el deterioro de los términos de intercambio a largo plazo del Tercer Mundo (periferia) , como en las fluctuaciones de los precios de los productos básicos a corto plazo. Incluso a finales del siglo XX los países en desarrollo (periferia) estaban sufriendo agudamente estas pérdidas que fueron de unos 5.000 millones de dólares anuales entre 1981 y 1985, casi 55.000 millones de dólares al año entre 1989 y 1991, y un monto de 350.000 millones de dólares para el período 1980-1992”. Las pérdidas en términos de intercambio se refieren a la situación que se presenta cuando los precios de los bienes agrícolas y materias primas agrícolas y mineras exportadas disminuyen respecto a los precios de los bienes industriales importados.
Por su parte, el historiador económico y profesor de la Universidad London School, Patrick O´Brien sostenía en un trabajo de 1997 (Intercontinental Trade and the Development of the Third World since the Industrial Revolution) que no hay signos ni remotos de un mejoramiento de los precios de los bienes primarios, y por lo tanto el deterioro de los términos de intercambio continúan, y que la solución es recurrir a la industrialización y a la exportación de manufacturas: “las perspectivas de que tendencias de precios más favorables surgirán ya sea a través de cambios en la demanda o artificialmente a través de la formación de cárteles exitosos entre los productores primarios del Tercer Mundo (como lo tuvo el café) ahora parecen remotas”.
Precisamente el rompimiento del Pacto Mundial de Café en 1989 se hizo para imponer el libre comercio del grano, acabando con un “sistema de mercado que le había dado resultados favorables a los productores de café durante casi tres décadas: el pacto establecía cuotas de producción, lo que permitía mantener a raya la oferta, garantizando niveles razonables de precios para los agricultores en todo el planeta”. (revista Dinero, El fin del Pacto Cafetero, Agosto 21-2013). En abril 14 de 1977, la libra de café se logró vender por 3.32 dólares en el mercado de NY, esa suma equivaldría hoy a 13.55 dólares, pero se vende a 1.33 dólares.
La crítica de O´Brien va aún más lejos, después de que admite que no hay argumentos para contrarrestar aquellos que sostienen el deterioro de los términos netos de intercambio de las materias primas: “La tendencia de los términos de intercambio netos a moverse en contra de la mayoría de los productos primarios a lo largo del siglo XX es ahora difícilmente discutida, y particularmente los movimientos en las últimas décadas”.
Por lo tanto, “para un Tercer Mundo de economías subdesarrolladas situadas en los continentes de Asia, África y América del Sur (y tradicionalmente dependientes de las exportaciones de productos primarios), la lección se volvió más clara que nunca: obtener una mayor participación de los beneficios del comercio mundial es necesario diversificar lo más rápidamente posible en la industria y la exportación de manufacturas”.
Por otro lado, los países desarrollados del Norte han introducido políticas sustitutivas de importaciones agrícolas a través del desarrollo tecnológico que contribuye a disminuir el contenido de materias primas importadas en sus productos industriales finales, o a substituir los bienes agrícolas por materia primas sintéticas, como el caso del algodón, afectando los precios. Además, los países del centro han implementado aranceles protectores para su agricultura y otorgado grandes subsidios, mientras piden libre comercio a los países periféricos para los bienes agrícolas que exportan, como leche y derivados y granos, deteriorando de paso los precios recibidos por los productores de estos países.
Precisamente, al respecto, O`Brien, señala que la necesidad de construir una base manufacturera propia en los países periféricos “ha sido reforzada por las políticas de protección agrícola perseguidas persistentemente por los gobiernos europeos y estadounidense”.
¿Esto es cosa del pasado? Para poner las relaciones de intercambio negativas para los países periféricos, en el contexto contemporáneo, y no sólo de exportaciones agrícolas sino también de manufacturas, se podría citar el ejemplo del prominente economista contemporáneo Dani Rodrik (2017 Populism and The Economics of Globalization), quien señala que “los precios mundiales de las importaciones estadounidenses cayeron en relación con lo que exporta. Estas son ganancias que se hicieron a expensas de otros países”, dentro del TLC de América del Norte, incluido México.
En conclusión, este es el problema entre centro y periferia al que se refiere Prebisch, y la necesidad de promover la industrialización en la periferia. Sin embargo, las elites colombianas siguen dando palo de ciego con las estrategias de desarrollo económico, creyendo que las uchuvas y las guamas nos van sacar de la pobreza, mientras acumulan tierras, capitales en los paraísos fiscales y no pagan impuestos, no gracias a la magia del mercado sino al ejercicio del poder que se pone el disfraz del mérito y el trabajo.