El 11 de marzo los colombianos nos jugamos una buena parte de nuestro futuro como país en los próximos años y no nos hemos dado cuenta.
Hace pocos días, en medio de una conversación tranquila sobre política con amigos –de esas que cada día parecieran ser menos frecuentes– nos dimos cuenta y, de paso nos avergonzamos un poco, de nuestro desconocimiento del mecanismo de elección de un congresista de la república. ¿Cuántos votos necesita para ser elegido?, ¿qué pasa si el ciudadano sólo vota por el partido sin marcar número en una lista abierta?, ¿cómo se dividen esos votos? Más de una vez tuvimos que acudir a Internet para buscar en páginas institucionales o medios de comunicación mayores claridades sobre este proceso, que tampoco es demasiado sencillo.
El común de los colombianos desconocemos esta información y me atrevería a pensar que tampoco nos preocupa mucho conocerla. El Congreso es una institución altamente desprestigiada… en noviembre de 2017, la encuesta Gallup marcaba una imagen desfavorable del legislativo del 82%, la más baja históricamente en esta medición.
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Por otra parte, la cantidad de candidatos a Senado y Cámara de Representantes es desproporcionada y abrumadora: 2.742 candidatos inscritos para las elecciones del 11 de marzo de 2018; todos ellos aspirantes a ocupar solo 266 curules. ¡2.742! Y sin decirnos mentiras, como ciudadanos del común, si conocemos la labor que han hecho al menos 5 senadores y unos 2 representantes a la Cámara ya es mucho…
Y no termina ahí nuestro desinterés. En lo que va corrido de este siglo, hemos tenido cuatro llamados a elegir al Congreso y en ninguno de ellos la participación ha alcanzado el 50%; es decir, ni la mitad de los colombianos habilitados para votar ha elegido a los representantes que han estado, en los últimos 15 años, discutiendo las leyes que han marcado el camino de la nación. ¡Y luego los criticamos por no hacer nada!
Aunque esta columna no cambiará significativamente el porcentaje de abstencionismo, tan tradicional de nuestro país, solo espero que algún lector desprevenido, que ha llegado a estas letras por casualidad o por gusto, se dé la oportunidad de explorar más sus opciones de candidatos al Senado y a la Cámara de representantes y de votar en marzo, pues no solo el órgano legislativo es fundamental en el sistema de división de poderes –que garantiza, en teoría, el equilibrio necesario para el funcionamiento correcto de la democracia–, sino que también es un factor clave para definir el juego de poderes de cara a las presidenciales y, por lo tanto, determinante para saber quién tiene más opciones de llevar los rumbos de nuestro país en el próximo cuatrienio.
Tanto así, que una alianza tan definitiva para el pulso electoral como la de Sergio Fajardo, de la Coalición Colombia, y Humberto de la Calle, del Partido Liberal, depende en gran medida de los resultados de estas elecciones legislativas. Tanto así, que ese mismo día se realizará la consulta abierta para definir el candidato de la derecha, entre Iván Duque, Martha Lucía Ramírez y Alejandro Ordoñez.
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El 11 de marzo los colombianos nos jugamos una buena parte de nuestro futuro como país en los próximos años y no nos hemos dado cuenta. Ya es hora de aprovechar los celulares y esos costosos planes de datos, no para reenviar cadenas mentirosas, sino para buscar, así sea un poquitico, por quién votar para el Congreso; e incluso, si no le convence nadie, hasta puede que se convenza de votar en blanco. Sin embargo, con tantas opciones y tantos perfiles –desde jóvenes con sueños de cambiar la política tradicional, hasta los mismos de siempre o los familiares de los mismos de siempre–, es difícil pensar que no hay de dónde elegir.
Colombianos, las elecciones al Congreso sí importan. Ya es hora de hacer algo más que criticar.
Nota de cierre: Arauca, hasta hace poco epicentro de una de las zonas de tránsito de las Farc a la vida civil, hoy de nuevo víctima de la violencia por grupos armados ilegales, especialmente el Eln. ¿Hasta cuándo?