si se le teme al síndrome Venezuela, hay que hacer algo con los partidos.
La principal razón por la que el régimen venezolano desembocó en el drama actual no fue como se piensa la irrupción de la izquierda chavista en el escenario político.
El verdadero motivo fue la crisis de uno de los sistemas de partidos que tenía mayor solidez y penetración social en América Latina.
Es en el escenario político de partidos desorganizados en el que surgen los populismos fatídicos, tanto de izquierda como de derecha.
Un sistema de partidos en el que exista un adecuado equilibrio entre organizaciones políticas de izquierda y derecha, así como cierta coherencia al interior de los mismos no se derrumba.
Por lo tanto, si se le teme al síndrome Venezuela, hay que hacer algo con los partidos. Contundente y rápido.
La felicidad de quienes se regodean hoy con la crisis de los partidos se parece a una escena de náufragos haciendo fiesta porque el barco se hunde.
No se puede aspirar a partidos ideales, pero unos mínimos sí son necesarios. Porque por falta de previsión basta un iceberg para lograr un desastre.
La receta para el caos político proveniente de una debilidad de los partidos es más fácil de lo que se piensa. Desafortunadamente.
El primer ingrediente es que los líderes no crean en sus propios partidos y los usen como escampaderos. ¿Le suena?
El segundo es que la sociedad en su conjunto confíe menos aún en ellos y concluya que no representan a nadie. ¿Le suena?
El tercero y más grave consiste en que los partidos parezcan no tener la habilidad de encontrar soluciones a los problemas nacionales.
Si todo esto se adereza con incapacidad de negociaciones interpartidarias sobre temas mínimos de Estado, como el sistema electoral por citar solo un ejemplo, el desastre está servido.
En síntesis, los países tienen problemas políticos, económicos y sociales que deben enfrentar.
La corrupción y la debilidad institucional son en el campo de lo político los que más preocupan a la ciudadanía.
Pero el problema no está en las sábanas. Si los políticos no salvan a sus propios partidos, los partidos no podrán salvar a Colombia de castrochavismos, fujimorismos y otras recetas latinoamericanas.
* Profesor Titular Universidad Nacional
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