Nina Berberova aún no ha merecido la lectura que merece, tal vez por los ambientes algo enrarecidos que describe, y de seguro por la modestia que caracterizó su vida.
Rusia- antes y después de la Revolución de 1917 que apenas cambió el carácter y a los actores de la violencia que dibujó su historia- nos obsequió poetas y escritores que enriquecen la literatura universal. Los nombres se conocen incluso entre aquellos que sólo han leído algunas de las páginas que les dieron celebridad, o bien merced a algún episodio biográfico de difícil olvido.
Es el caso de Tolstoi que en tiempos del zar relató las penurias de los campesinos atados sin alternativa a la tierra y a sus amos. Obra que no le impidió imitar a la nobleza explotadora sin que la conciencia le hiciera cuentas. Otro ejemplo es Nabokov, más conocido y enriquecido por su Lolita que por las páginas sobre los delirios de un jugador de ajedrez o por sus filosos comentarios a Kafka.
Y entre unos y otros se perfila una mujer que nació en la Rusia del Zar – en 1901 -, renunció por algún momento a la comodidad burguesa para insertarse en las jornadas revolucionarias de 1917, y al cabo resolvió abandonar su país optando por la calma burguesa de Berlín y París, primero, y de Nueva York después. Aludo a Nina Berberova que aún no ha merecido la lectura que merece, tal vez por los ambientes algo enrarecidos que describe, y de seguro por la modestia que caracterizó su vida.
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El crítico francés Hubert Nissen identificó en 1989 – cuando Nina ya se aproximaba a la muerte que ocurrirá cuatro años más tarde – su talento literario. Dos de sus relatos le impresionaron- La acompañante y El lacayo y la puta – que fueron publicados por Seix Barral en 1985. Nissen resolvió entonces difundir otros de sus múltiples escritos incluyendo la autobiografía titulada El subrayado es mío. Aquí Nina confiesa: " Creí que llegaría a ser alguien, pero no he llegado a ser nadie, sólo a ser…" En estas páginas relata encuentros con la bohemia literaria y musical rusa, incluyendo un breve encuentro con Jabotinsky.
A semejanza de otros escritores, Berberova emigró de Rusia en unión de su compañero, poeta y pianista Vladislav Jodasevich en los años veinte cuando aún esta decisión era factible. Percibían- como otros creadores culturales - que Lunacharsky – el Comisario de las Artes en la URSS y uno de los múltiples judíos que por breve tiempo tuvieron considerable peso en la Revolución – no permitirá el libre juego de las letras. Ambos fueron bien recibidos en 1925 por Máximo Gorki en la casa de verano que poseía en Sorrento, Italia. Hospitalidad que cesó al retornar Gorki a Rusia para morir en circunstancias que no se han descifrado hasta hoy. Otros escritores como Pasternak y Nabokov frecuentaron su compañía.
Berberona multiplicó sus colaboraciones literarias en la prensa de los emigrantes rusos radicados en París. Escribió una biografía del compositor Tchaicovski en 1936 que describe explícitamente las preferencias homosexuales del compositor. Durante la ocupación alemana convivió con campesinos en una aldea francesa alejada de Paris.
En La acompañante describe a una soprano, formada en la alta sociedad de San Petersburgo, y a su amiga de modesto origen. Al hervir la Revolución bolchevique ambas se refugian en Paris sin lograr una tranquila convivencia. Odio y amor gravitan alternativamente en este vínculo hasta deshacerlo.
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Tania es el personaje principal de El lacayo y la puta. Hija de un funcionario petersburgués " de cara larga y estrecha", debieron trasladarse a Siberia un año antes de la Revolución. Un giro que obliga a Tania a pensar sobre su futuro: debe casarse prontamente para garantizar un benévolo futuro? O más bien convertirse en una escritora y describir prematuramente la historia de su vida? Difíciles circunstancias obligan a la familia a huir a Japón. Embutida en un corsé colmado por billetes de banco, Tania se fuga con algunas amigas a Nagasaki. Y allí se encuentra con Alexei Ivanovich, primer paso hacia una vida que concluye con su muerte violenta.
En 1950, sin saber una palabra de inglés, Berberova llegó a Nueva York empleándose como asistente en un comercio. Pero al andar de los años acertó en darse a conocer en los medios académicos. Las universidades Yale y Princeton le dieron acogida en la enseñanza de la literatura rusa. La difusión de sus libros – en hebreo y en castellano – se ha multiplicado en los últimos años. Circunstancia que le habría sorprendido si la hubiera anticipado en su ambulante vida.