Aunque actualmente los artesanos del país hacen esfuerzos para preservar las tradiciones ancestrales, este patrimonio parecer no ser atractivo para las nuevas generaciones.
Tejer, moldear y tallar para no olvidar, es la consigna de los más de 400 artífices que, desde la feria Expoartesano, realizada en Medellín entre el 17 y el 23 de abril, conservan las tradiciones de las comunidades del país. Indígenas, campesinos y nuevos creadores señalaron que, aunque el mercado de este tipo objetos muestra cada vez una mayor apertura, gran parte del conocimiento ha dejado de ser transmitido, debído al desinterés de las nuevas generaciones de las familias de artesanos.
Desde la perspectiva de Ana María Fries, gerente de Artesanías de Colombia, con Expoartesano proponen una reflexión sobre la memoria, es un acto de rescate y conservación de todo ese patrimonio vivo que da cuenta de un origen, de un pensamiento: “Estos pueblos están contando su filosofía y su cosmovisión en cada pieza, por eso queremos darle relevancia a sus historias, porque cada creación no puede ser analizada en el objeto en sí mismo: sólo en la forma, la figura o la fibra. Hay que involucrarse un poco más y entender que el origen de estas piezas está íntimamente ligado con la cultura. Los artesanos son el ADN creativo del país”.
Según señaló, los expositores presentes en los pabellones de Plaza Mayor son sólo una muestra de las organizaciones de más de 5.000 artesanos provenientes de las diferentes etnias del país. Ya que, en su mayoría, se trata de familias o comunidades que producen en conjunto procesos artesanales.
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Alexander Parra, profesional de la Subgerencia de Desarrollo de Artesanías de Colombia, agregó que este es un país especialmente diverso en este tipo de manifestaciones: “Tenemos 19 manifestaciones culturales incluidas la lista de patrimonio, muchas de ellas relacionadas con lo artesanal, por ejemplo el Carnaval de Barranquilla tiene toda una historia de los productos, como trajes y máscaras, que son artesanías, son manifestaciones que tienen ese conocimiento detrás”, explicó.
La apertura de espacios comerciales y la formalización del sector son algunos de los objetivos a los que las instituciones promotoras de las artesanías en Colombia le apuntan para recompensar el trabajo que durante meses realizan en las regiones.
Sin embargo, los maestros artesanos participantes en Expoartesano expresaron que su principal preocupación, más que el caudal en las ventas, un tema en el que sienten un buen acompañamiento, es la falta de interés de quienes los relevarán en el oficio por aprender los procesos artesanales, un actitud que está motivada en actividades económicas más rentables, para las que deben desarrollar más destrezas.
María Edilia Dávila, artesana de Aguadas, Caldas, experta en sombreros aguadeños, tradición que heredó de su madre “hace más de 36 años”, y que sabe que, a su vez, su mamá aprendió de la abuela, cree que es una situación que se da en todas las etnias y grupos tradicionales.
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“Lo que más me preocupa es que hace algunos años éramos como 800 artesanas en Aguadas, quienes nos dedicábamos a tejer sombreros. Hoy, lastimosamente, somos 500, lo que quiere decir que se ha perdido un poco la tradición. Por eso, yo quise que mis tres hijos aprendieran a hacer los sombreros”, relató Dávila.
De acuerdo con el profesor de Antropología Cultural de la Universidad Pontificia Bolivariana, Gustavo Muñoz, esta brecha generacional que se abre por los cambios en las costumbres de una comunidad, se generan por la adopción de nuevos estilos de vida, en este caso profundamente marcados por la globalización y el impacto de los medios de comunicación.
“Es normal que las tradiciones de la cultura maternal o ancestral cambien. Antes, los grupos familiares y las comunidades vivian cotidianamente de la producción de lo que les erea más rentable, en ese orden de ideas, es claro que las artesanías han dejado de ser lucrativas en la relación esfuerzo – beneficio”, explicó el experto, quién además señaló que no cree que se trate de una extinción de las prácticas artesanales en las nuevas generaciones, sino más bien de una reducción de su nicho. También apunto que, de igual forma, actualmente están apareciento nuevas prácticas estéticas que se han popularizado y que, con el tiempo, serán consideradas artesanías.
Alberto Escovar Wilson-White, director de Patrimonio del Ministerio de Cultura, explicó que una de las estrategias efectivas para lograr que las tradiciones ancestrales se mantengan es la vinculación de los procesos artesanales con la estructura académica del país, una formación que ha dejado de centrarse únicamente en los patrimonios muebles e inmuebles, y que ha revisado expresiones anteriormente desprotegidas, como la cocina tradicional.
Y ha sido precisamente esa desprotección de las tradiciones lo que, según Jorge Blandón, integrante de la Corporación Nuestra Gente, ha sido un factor decisivo en el proceso de reducción de estas prácticas artesanales: “Es la poca valoración que existe del patrimonio inmaterial nuestro. La tarea es enamorar a estos chicos de la artesanía, y ofrecerles con ellas un futuro económico, tiene que haber respuestas en cómo sobrevivir de esa experiencia estética. Entonces, si no son estos recursos, es normal que les deje de interesar”, expresó el gestor cultural, quien señaló que la economía artesanal ha sido gravemente afectada por la introducción de procesos industrialiales en estas piezas por parte de empresas externas que, además de quitarles rentabilidad a los verdaderos artesanos, despoja a la artesanía del espíritu humano que deben representar estas manifestaciones.
Ante esto, la ministra de Cultura, Mariana Garcés, concluyó que es fundamental “que el Estado, la academia, y sobre todo la familia, trabajen para salvaguardar las tradiciones. Es una labor que hemos emprendido, que no es fácil, pero que tenemos clara. El riesgo es que desaparezca el patrimonio, que, como lo dicen Edilia y su hija, que los sombreros ya no se sigan elaborando”.
De acuerdo con los artesanos participantes en Expoartesano, los compradores de artesanías en Colombia deben estar atentos a los procesos con los que dicen estar hechos los objetos que adquieren. Es el caso de las tradicionales hamacas tejidas en San Jacinto, Bolívar, por comunidades Senú, que han sido reproducidas de manera industrial por estafadores quienes aseguran que estos textiles tejidos son hechos a mano.
Mientras que el trenzado de una hamaca artesanal puede demandar dos meses y arduas técnicas manuales para las artesanas, en un telar mecánico un producto similar, pero no igual, puede estar listo en tan solo 30 minutos. Esté atento a marcadores como el Sello de Calidad “Hecho a Mano”, un esquema de certificación para las artesanías expedido por el Icontec y Artesanías de Colombia en sectores como el trabajo en madera, la cerámica, los textiles y la cestería, la joyería,
María Floricelda Córdoba, Chocó
Flores de Damúa
“Represento a un grupo de mujeres artesanas del municipio de Río Quito, cerca de Quibdó. Hacemos estas flores con la corteza del árbol Damua. La lavamos, secamos y planchamos para tener la materia prima, luego la teñimos naturalmente con plantas hervidas como el achiote, el carbonero y el matarratón. Esto me lo enseñaron mi abuela, mi tía y mi mamá, actualmente le enseñamos a niñas de 14 años y a un niño de 12 cómo se hacen”.
Leonidas Hoyos, Huila
Esculturas en piedra
“Desde hace 7 años mi hermano trabaja la piedra, y luego yo aprendía de él. Realmente somos pocos los que nos dedicamos a esto en San Agustín, creo que somos 4 personas solamente. Aunque se venden bien las artesanías a muchos no les llama la atención porque es un trabajo duro: una talla puede durar 1 semana, 15 días, y hasta 2 meses en las piezas grandes. Todo se hace a mano, al principio mirando fotos, pero ya después uno se conoce las figuras de memoria. El templo, la maternidad, los pescadores, el águila y el doble yo son algunas de las figuras que hacemos”.
Ana Delia Conquista, Andén Pacífico
Cesterías en varias fibras
“Nosotras aprendimos a tejer desde los 13 años, y actualmente vemos que los niños quieren aprender al verlos tejer a nosotras, y tienen el apoyo de sus mamás. Nuestra labor es hacer jarrones con Werregue, que es una fibra muy delgada; y con Chocolatillo, que es otra planta que también se deja tejer muy bien. En nuestra zona, que abarca Chocó, Valle y Nariño, también trabajamos con comunidades desplazadas, en este trabajo hemos empezado a introducir también hilos de cobre y nuevas maneras de hacer jarrones”.
Alirio Liberato, Amazonas
Ebanistería en Palo Sangre
“Mormones, machetes, buriles, usamos todo tipo de herramientas en nuestras figuras en madera, llevo 22 años haciendo esto. En su mayoría hacemos tallas en Palo Sangre, que es un madera roja amazónica que se trabaja sólo con árboles caídos. Nuestra comunidad se encuentra en el resguardo Macedonia, que es dos horas río arriba de Leticia. Allí vivimos 3 etnias: Tikuna, Cocama y Miraña. El 80% de la comunidad nos dedicamos al trabajo artesanal, los niños están aprendiendo a hacer piezas sencillas, lo que vemos en el entorno, hojas, animales y frutas”.
Daniela Seycuindiva, Sierra Nevada
Tejido de mochilas
“En nuestra comunidad Ati Seynekun nos enseñan desde que somos muy chiquitas a tejer, desde los 4 0 5 años, mientras vemos a las mamás, a las tías y a las abuelas tejiendo, nos entra esa curiosidad. Nos entregan una mochilita, y nos explican poco a poco cómo hacerla. En nuestra niñez nosotras no jugamos, sino que acostumbramos tejer y tejer. Los diseños representan mucho para nosotras, porque tejemos para nuestras familias, especialmente para los hombres, porque es algo que sólo hacemos las mujeres”.
Alvaro Albeiro Fuentes, Vichada
Cestería en mimbre
“Realmente este es un proyecto de las nuestras mujeres del pueblo Piaroa, yo he venido porque ellas me pidieron que las representara, pero todo es hecho por ellas. Las figuras y los tipos de tejidos han sido utilizados ancestralmente, no tienen sólo usos decorativos, siempre nos han sido muy útiles para cocinar, para cazar. En la cestería que tejemos en el mimbre figuras significativas, como la Churuata (casa), que son encargadas a las mujeres. Nosotros los hombres tejemos pero sólo para las trampas para cazar. Por desgracia ya se ha perdido mucho, el pensamiento ya no es igual, pero estamos trabajando por rescatarlo”.
María Concepción ospina, Guajira
Mochilas Wayuu
“Estamos en El Cabo de la Vela. Todas las Wayuu nos iniciamos como a los 6 años en el arte de tejer mochilas, chinchorros y flecos. Los canas (diseño o figura), son los que hacen reconocible una auténtica pieza de nuestra etnia. La gente ajena a nuestra comunidad no lo sabe pero ahí están tejidas las constelaciones y la llegada de las lluvias; los colores salen de los atardeceres, en el mar y en la arena. Para nosotros saber tejer es ser mujer, es ser wayuu, por eso les enseñamos a las niñas para que nos reemplacen en nosotros en el mañana, pero nos preocupa la tecnología, porque ya los jóvenes están pendientes es del celular y del Whatsapp”.
Samuel Hurtado, Caldas
Sombrero Aguadeño
“Nuestros sombreros son tejidos campesinos, totalmente a mano en palma de iraca, en el municipio de Aguadas. En manizales les damos los acabados con los maestros sombrereros, allí es transformado: se le pone la horma,la goma, la cinta y el filete. Yo soy la tercera generación, porque este sombrero es famoso desde 1870, somos 6 hermanos y todos trabajamos en el mismo negocio. La calidad de este sombrero es famoso por ser fresco y liviano, por eso el mismo que llaman Panama Hat, que es hecho aquí o en Ecuador. Es un sombrero en vía de extinción, ya la juventud no quiere tejer, nadie está aprendiendo, qué porque la plata se gana mucho más fácil. La idea es incentivar esto en semilleros en Aguadas”.
Alfonso Ramírez, Bolívar
Utensilios en concha nacar y cacho
“Yo tengo 62 años, y llevo 50 años moldeando cacho y tallando nacar. Lo aprendí con el maestro José Miguel Barrios, fui discípulo de él en Cartagena. Igualmente yo he ido enseñando a mucha gente, que al aprender van buscando sus propios medios. De esto hay bastante en la costa, pero cada artesano tiene sus diseños propios, yo mismo voy dejando de fabricar ciertos modelos de cucharas, cucharones y mantequilleros para ir innovando, porque cada año hay que traer algo nuevo, tanto acá a Medellín, como a Bogotá en Expoartesanías”.
Gabriel Rivero, Santander
Fique tejido
“Hacemos tanto productos en crudo, colores naturales, como tintados químicamente, de ahí sale el tejido terminado. Crochet, nudo trenzado, punto de arroz, abanicos y en nudo panal son los tipos de puntos que se encuentran en nuestros textiles, pero son muchas las técnicas para el fique, que esa una fibra resistente. Una penca de fique puede producir hasta 30 años, y de ahí se sacan tapetes, individuales, mochilas, bolsos, etc. Nuestra tradición se ha ido protegiendo a lo largo de muchas generaciones y esperamos que siga en ese mismo camino, porque esto a levando a muchas familias”.