Dado el carácter antidemocrático de este llamado a las urnas, Maduro tendrá que enfrentarse al rechazo internacional encabezado por el Grupo de Lima, el Parlamento Europeo y los Estados Unidos.
El sainete montado por el gobierno chavista de Nicolás Maduro, con el único propósito de perpetuarse en el poder, tendrá este domingo su punto culminante cuando se celebren en Venezuela las elecciones presidenciales convocadas el 23 de enero por la todopoderosa Asamblea Nacional Constituyente, órgano oficialista con el que el régimen sustituyó el poder legislativo y cuyas actuaciones han sido calificadas por la comunidad internacional como unilaterales e ilegales. Dado el carácter antidemocrático de este llamado a las urnas, Maduro, de quien dicen en las calles del vecino país que ya tiene el resultado de los comicios pero necesita los votos, tendrá que enfrentarse al rechazo internacional encabezado por el Grupo de Lima, el Parlamento Europeo y los Estados Unidos, de quienes se espera que, a partir del lunes, con la dictadura ya entronizada, intensifiquen sus acciones en pro de recuperar la democracia para la patria de Bolívar.
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En tanto ilegítimos, la oposición venezolana desistió de participar con candidato propio en los comicios y todavía hoy hace intensos llamados a la población para que desobedezca la convocatoria del oficialismo a votar y convertir la abstención en un candidato más en la disputa. Sin embargo, en el tarjetón electoral en el que aparecerá diez veces la fotografía de Nicolás Maduro, en abusivo alarde de su ventajismo, también se verán las opciones del opositor Henri Falcón, quien no acató la decisión de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) de no participar; el expastor evangélico Javier Bertucci, sin historia en la política venezolana, y el ingeniero Reinaldo Quijada. Al prestarse a la farsa, estos tres personajes le están dando una estocada al futuro de la democracia venezolana, pues le servirán a Maduro como pretexto para defenderse ante la comunidad internacional y reclamar como legítima su reelección, a la vez que los podría graduar de legítimos opositores para adelantar una mesa de conversaciones a espaldas del pueblo venezolano y de sus verdaderos personeros, quienes seguirán padeciendo la tiranía oficialista sin esperanza distinta a la que le pueda brindar la comunidad internacional, conocedora de las verdaderas intenciones del chavismo.
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Parte de las argucias con las cuales Maduro y sus cómplices planean salir victoriosos en las urnas fue denunciada el jueves por el presidente Juan Manuel Santos, quien reveló que, según fuentes de inteligencia, el gobierno del vecino país habría entregado cédulas a ciudadanos colombianos para que fueran a votar el domingo. Aunque el gobierno venezolano salió a tildar de mentiroso a Santos y a anunciar el cierre de la frontera para el día de las elecciones, es digna de crédito su queja pues, según los relatos de cientos de venezolanos que llegan diariamente a Cúcuta, son muchos los puntos de paso sin control en la frontera que pueden servir a los propósitos oficialistas y, peor aún, devolverse hacia Colombia para, como también se ha denunciado, intentar incidir en las elecciones presidenciales del 27 de mayo, toda vez que Cuba y Venezuela, regímenes que necesitan oxigenarse en el plano internacional, tienen en la mira a Colombia y a México, que elegirá presidente el 1 de julio, para convertirlos en nuevos bastiones de la extrema izquierda latinoamericana que, por ahora, solo recibe el apoyo de Rusia, China y los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (Alba), los mismos que han impedido una acción más contundente de la OEA en el vecino país.
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Confiamos en que los países que han manifestado que desconocerán las elecciones de este domingo en Venezuela no sólo se mantengan en esa postura sino que declaren, mediante los mecanismos multilaterales disponibles, los pasos a seguir para restituir la democracia. El primero de ellos debe ser desconocer toda acción de Gobierno que en ese país tenga lugar; lo demás, no importa el orden, tal vez sería presionar a la Corte Penal Internacional en sus pesquisas sobre el régimen de Maduro, instalar un corredor humanitario para atender a la población migrante hacia Colombia, actuar en contra de las redes de crimen organizado que pululan en varios niveles del Gobierno y las instituciones venezolanas, tal como lo denunció esta semana InSight Crime, que arrojó la conclusión de que ese país es un Estado mafioso", y cerrar los espacios a las criptomonedas que, según conocedores del asunto, no son más que instrumentos para lavar dinero. La suerte de Venezuela no está, pues, en las urnas este domingo, sino en lo que se haga después en el resto del mundo.