Las diez citas santas más importantes del país

Autor: Yonatan A. Rodriguez Alvarez
9 abril de 2017 - 02:00 PM

Aunque la celebración de la Semana Mayor se da en casi todo el mundo, cada región tiene un distintivo, ofreciendo experiencias diversas a sus fieles. 

Colombia

En época de luna llena, hay una condición indispensable para la celebración de la Semana Santa: el mundo recrea las escenas de la pasión y muerte de Cristo, más o menos bajo las mismas normas. Sin emabrgo, la tradición de cada localidad le imprime características propias que enriquecen la celebración de la Pasión en las diferentes municipalidades. 
En Colombia existe un abanico de opciones: desde las más distinguidas y suntuosas versiones, como las de Popayán, Santa Cruz de Mompox y Las Lajas, hasta las más sobrias y sentidas como Tunja, Pamplona y Santa Fe de Antioquia. Y es que, aunque los teólogos resaltan el valor de la conmemoración de la Semana Santa, su brillo poco tiene que ver con el reconocimiento o despliegue logístico de su realización, la tradición  es la que ha consolidado lugares especialmente llamativos. 

¿Qué es entonces lo que hace que una Semana Santa sea mejor que otra? La respuesta a esta pregunta podría estar en el origen mismo de esta costumbre. Desde la perspectiva de Juan Guillermo Gómez Uribe, historiador de la Academia Colombiana de Historia Eclesiástica, los pueblos conservaron durante siglos esa herencia española, nacida de las hermandades que efectuaban labores sociales, y las adaptaron a su folclor: “No es lo mismo una Semana Santa en tierra caliente que en tierra fría, o una en montaña y otra en la sabana, porque la celebración queda ligada a las costumbres de estos lugares, así visten y acomodan sus imágenes. Por ejemplo, donde la cultura es minera, veremos las figuras portando joyería o apliques que les hacen los orfebres”, manifestó el académico, quien señaló además que en las poblaciones más apartadas y modestas es posible apreciar finos ornamentos que representan fervor. 

El padre Sandro Anibal Castaño Suárez TC, director de los programas de Filosofía y Teología de la Universidad Católica Luis Amigó, y quién en su momento ofició 4 años en Popayán, plantea que “además de hacer parte del contexto de cada región, la Semana Santa es una tradición viva que incorpora nuevas prácticas, un ejemplo de ellos es la llamada Semana Santa Chiquita, que es una forma de mantener viva la costumbre con los niños, recreando dentro de sus capacidades todas las actividades de la Semana Santa. Esto es muy importante porque en Popayán esta celebración es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”, expresó, explicando que la importancia de una celebración de la Semana Santa es precisamente que su principal fuerza venga desde los laicos y no desde el clero.Esto, a su juicio, es lo que le otorga más relevancia a una versión que a otra. 

Puede haber “tantas versiones de la Semana Santa en Colombia, como comunidades que la celebran”, resaltó el padre Carlos Pérez de la Conferencia Episcopal, desde Villavicencio: “aquí la tarea de evangelización aún es muy reciente, no llega a rincones apartados, hasta hace algunas décadas la gente sólo alcanzaba a ver un sacerdote una vez en su vida”. Él admitió que en esta zona hay tanto fervor a diferencia del centro del país, por las densidades poblacionales, las distancias y las olas migratorias. “Como decía nuestro poeta Eduardo Carranza, esos Llanos inmensos de Colombia ´donde duerme lo antiguo de mis venas, y un lucero es el pueblo más cercano…’", concluyó el Padre Pérez. 

Diez imperdibles de Semana Santa

1. Tunja (Boyacá): El Señor con la Cruz a cuestas

Siendo una de las celebraciones más antiguas del país, la capital boyacense tiene registros de esta práctica desde mediados del Siglo XVIII, en textos del cronista Fray Juan de Santa Gertrudis. La imagen del Señor con la Cruz a cuestas es el principal atractivo de su celebración, la creencia popular dice que fue tallada por los mismos ángeles debido a su belleza, mientras que a la del Judío errante que la acompaña se le han atribuído visitas a Tunja del espectro que lleva su mismo nombre. 

2. Soledad (Atlántico): El lienzo de la Magdalena

En este municipio del caribe, uno de los más grandes de Colombia, presentan una imprecisión que se ha consolidado como tradición: la representación del paño con el rostro de Cristo en la Vía Crucis es llevado por la figura de María Magdalena y no por la Verónica, como dicta la escritura. 

3. Santa Cruz de Mompox (Bolívar): El Santo Sepulcro

Los momposinos engalanan sus calles en la Semana Mayor desde 1643 y es el único evento de este tipo en el país en el que las procesiones son marchadas: dos pasos adelante y uno atrás. Los momposinos atesoran con especial devoción el cofre utilizado en viernes Santo para la procesión del Santo Sepulcro, se trata de un arca de madera tallada, con briseros de cristalería teñida en vinotinto, que se roba las miradas todos los años. 

4. Pamplona (Norte de Santander): La oración en el huerto

Esta versión de la Semana Santa santandereana tiene 460 años de antigüedad, desde que las primeras representaciones religiosas fueron llevadas por los españoles a la región. 
La emblemática figura de La oración en el huerto de Pamplona, que es su imagen más distintiva, debe ser cargada por más de 18 nazarenos y pesa casi una tonelada. Actualmente, este reposa en el Templo de Las Nieves, el más antiguo de la localidad.

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5. Ipiales (Nariño): Santuario de Nuestra Señora del Rosario de las Lajas

Los orígenes de la fiesta en Ipiales se remontan a 1754, cuando la feligresía nariñense y sus alrededores celebraron junto a fray Gabriel de Villafuerte la primera misa de la aparición milagrosa en el precipicio. El templo de Las Lajas, que acapara gran parte del turismo religioso del sector, recibe anualmente entre  120 mil y 140 mil peregrinos, que tradicionalmente llegan hasta el santuario caminando desde su lugares de origen, un sacrificio que es ofrecido a la patrona del principal templo de Ipiales. Su Semana Santa reúne arquitectura y tradición.

6. Zipquirá (Cundinamarca): Catedral de Sal

Desde 1932, Luis Ángel Arango, motivado por la devoción de los obreros, fomentó la construcción de una capilla subterránea en las minas de sal de Zipaquirá. La estructura, que hoy cuenta con un recorrido subterráneo de más de 8.500 metros cuadrados, recibe hoy a los visitantes con las imágenes religiosas talladas sobre la pared de roca que recubre la catedral, que data de 1950. Ceremonias especiales son realizadas cada Semana Santa.  

7. Piedecuesta (Santander): Procesión del jueves Santo

El primer día de la pasión es el más singular en la celebración de este municipio al noroccidente del departamento de Santander. Su rasgo más definitivo ha sido el paso de la última cena, compuesta por una estructura con 13 niños a bordo. Esta tradición se ha ido perdiendo debido al peso de esta representación.

8. Santa fe de Antioquia (Antioquia): Procesión del Vía Crucis 

Además de ser una de las pocas comunidades que conserva  la figura de la Última Cena, es decir, un recorrido con las trece figuras del colegio apostólico; fue en este municipio, que lleva cuatro siglos de fervor, donde se instituyó la procesión del Vía Crucis por primera vez en Colombia. 
El Decreto del Silencio, expedido por la Alcaldía municipal, es una de las particularidades de esta versión del certamen que busca consolidar el respeto y la tranquilidad en las procesiones como ninguna otra muestra en el país. 

9. Buga (Valle del Cauca): La resurrección de Cristo

Inmediatamente después de la ejecución de la solemne Vigilia Pascual en Buga, asistida por varios sacerdotes, es expuesta la imagen del Cristo Resucitado que inicia su recorrido en la Iglesia Santo domingo, pasando por todo el centro histórico de la ciudad y terminando en la Basílica del Señor de los Milagros. El Señor Caído de Buga también es importante en estas fechas, miles de files van a visitarlo y hay ceremonia especial. 

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10. Popayán (Cauca): La tradición de los cargueros 

Esta Semana Santa es quizá la más renombrada del país, gracias a la pulcritud de su celebración y al trazado de sus procesiones en forma de cruz. Uno de las valores más importantes de esta jornada en la capital del Cauca es la tradición de las familias del lugar de cargar cada una de las imágenes y encargarse de su mantenimiento durante todo el año. El evento integra la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco y sus inicios se remontan a 1566, apenas 30 años después de la fundación de la ciudad. 

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