¿Pueden ser calificados como marxistas Márquez, Cepeda, o Timochenko?
Enfrentamos hoy, en medio de la corrupción visibilizada, lo que se llama una guerra de relatos en la cual cada grupo político trata de darnos su versión sobre los 200.000 muertos en el levantamiento armado contra un “régimen capitalista”, justificado por su apoyo a “las causas populares”. Recordemos que los relatos son hoy más importantes que los hechos. ¿Podría el fin del conflicto ser denominado pomposamente como “un giro lingüístico”? Ya Marx señaló la íntima relación que se da entre ideología y lenguaje para aclarar que quien se califica a sí mismo como revolucionario no puede hablar o escribir tal como lo hace un recalcitrante “burgués imperialista” porque sería no un revolucionario sino, precisamente, un burgués. ¿A qué conclusión podríamos llegar después de leer la prosa del periódico del Partido Comunista Voz Proletaria? ¿Luego de la firma de la Paz abrirá secciones sobre la vida nocturna bogotana, sobre la nueva ropa interior de las jóvenes camaradas, en su sección de literatura permitirá que sus críticos reseñen autores prohibidos a sus militantes como Dostoievski, Kafka?, y sobre todo ¿reconocerán por fin la grandeza de Cabrera Infante un autor proscrito por ellos en Cuba y en Colombia? ¡Ah! Y lo mejor: ¿Permitirán que sus aburridos fieles bailen al son de la proscrita y maravillosa “Sonora Matancera”? Alguna vez en esta columna aseguraba yo que no podíamos hablar de vigencia del liberalismo cuando ninguno de sus actuales dirigentes había leído no sólo a Stuart Mill y su “Sobre la tolerancia” sino a pensadores definitivos para la democracia moderna como John Rawls o Richard Rorty, el imprescindible Norberto Bobbio, Giovanni Sartori, etc y lo mismo hay que decirle a los teóricos de nuestro congelado Partido Comunista concebido más como una iglesia atea y fanática que como un verdadero Partido de izquierda abierto al debate interno y externo. Pero ¿Acaso se puede hablar de Marx en el caso de nuestros comunistas? ¿Pueden ser calificados como marxistas Márquez, Cepeda o Timochenko? Negando rotundamente todo lo que hicieron no lograrán exorcizar el lenguaje totalitario bajo el cual se ampararon para cometer lo que cometieron, ni entender que no pueden caer en los abismos en que se derrumbó el llamado “Socialismo del Siglo XXI”.
Por ejemplo: la fraseología que machaconamente han utilizado con el fin de justificar cualquier exabrupto es el de que son un Partido de Masas, un Partido del Pueblo, ¿Dónde está su ascendencia sobre unas masas que ya dejaron de existir hace tiempos carcomidas por los subsidios oficiales que terminaron por convertirlas en verdaderas clases parásitas? Lo repito ¿dónde está un proletariado cuando como en Colombia la industria ha desaparecido y el desempleo es alarmante? Los peligros que se van a correr tratando de pasar de guerrillero a dirigente de un Partido que debe respetar las ideas de sus contrarios políticos, son infinitos, porque si al guerrillero lo caracterizó un arrojo emocional, al dirigente comunista en una democracia lo debe caracterizar una profunda cultura política que le impida caer por ignorancia y sentimentalismo en la basura populista tal como Marx lo exigió a quienes irían a pronunciar su nombre en vano en un futuro. ¿Pero cómo hacer cambiar de parecer a los santones del Comité Central que desde el Norte de Bogotá y sin despeinarse han dirigido este proyecto que paradójicamente el oficialismo trata de absolver? Quienes no están olvidando tal como lo demuestra su insistencia en borrar el nombre de sus víctimas, son estos dirigentes, al parecer porque aún confunden radicalismo ideológico con inhumanidad. Y la democracia olvida aquello que sella la amistad, pero no el rencor del verdadero perdedor. Son ellos los que están contra la Historia. ¿Cuál será entonces su relato?