El inmenso despliegue de soberbia y poder militar demostrado por la trinca se levanta sobre fuertes derrotas de la ONU, los organismos internacionales de derechos humanos y la sociedad civilizada.
Desplegados a Alepo para que atestigüen el asedio y caída de la resistencia concentrada en la segunda ciudad de Siria, los periodistas de los grandes medios de comunicación internacionales resisten el dolor, o el hastío, buscando historias de esperanza y resistencia a la barbarie. Ayer sobresalió la de Bana Alabed, la tuitera de 7 años (se puede seguir en https://goo.gl/ZGciFC) que el lunes fue rescatada junto a su madre Fatemah, profesora de Inglés, quien la acompañó a relatar minuto a minuto el sitio contra su pueblo. Con las historias de héroes, los periodistas buscan la humanidad que asoma en la ciudad sitiada por la trinca -Bashar al Assad, Hasan Rohaní y Vladimir Putin- y abandonada por las democracias occidentales, los defensores de derechos humanos y hasta por la ONU.
Bana y Fatemah son dos de los pocos miles de ciudadanos que han logrado salir del “infierno”, como lo describió Ban Ki-moon, gracias a que el Gobierno ruso permitió que se aprobara la resolución humanitaria para que la ONU acompañe el desplazamiento, presentada por el Gobierno de Francia al Consejo de Seguridad. Mientras, Putin mantuvo la arremetida en apoyo al régimen sirio, que pretende excusar el acoso a civiles, hospitales y niños, así como bombardeos indiscriminados, en la bandera universal de lucha y contención al terrorismo suní, activo en hechos despreciables como el asesinato del embajador ruso en Ankara, acaecido el lunes en la tarde. Siendo válida en otras circunstancias, la excusa no es más que otra manifestación del cinismo que encarnan los regímenes dictatoriales aliados contra terroristas pero especialmente contra un pueblo que pretendió, como sus vecinos, participar del sueño de reverdecimiento de las democracias que sopló en la fallida Primavera Árabe.
Los acelerados pasos a la victoria de Al Assad y sus aliados no aseguran la gobernabilidad o la calma que dice perseguir el heredero-dictador de 51 años, que ajusta 16 en el poder, seis como líder de bando en una guerra civil que ha causado 312.000 muertos, de los cuales 149.000 son civiles, entre ellos la dramática cantidad de 16.000 niños, según registros del Observatorio sirio de derechos humanos, que son inferiores a los que presentó la ONU hasta el pasado abril, cuando habló de 400.000 muertos. La precaria condición del régimen da mayor poder y control a los ayatolás iraníes y al tirano ruso, quien usó esa confrontación como instrumento de su propósito de darse un poder capaz de retar, o de repartirse el planeta con el presidente Trump, a Washington y las democracias occidentales, reduciendo a la ONU a simple testigo mudo de una confrontación que se anuncia más cruel que la guerra fría que Putin no olvida. A la estrategia, que conlleva retar a Israel, le resulta de gran conveniencia sumar a los acomodaticios clérigos gobernantes en Irán.
El inmenso despliegue de soberbia y poder militar demostrado por la trinca se levanta sobre fuertes derrotas de la ONU, los defensores de los derechos humanos y la sociedad civilizada. Ignorada por los objetivos directos de la batalla, esta es reconocida por analistas universitarios y de los periódicos más reputados, que se declaran testigos de la muerte del incipiente propósito de forjar un planeta multilateral, bandera defendida por Barack Obama aun en los momentos más críticos de la confrontación en su contra. Cuando ya tiene sus pies fuera de la Casa Blanca, el presidente de la Unión Americana debe enfrentar duros señalamientos de analistas como el profesor Fawaz Gerges, de la London School of Echonomics, que lo acusa no de “falta de capacidad” sino de “falta de voluntad” para cuidar las vidas arrasadas por la tiranía siria. La descalificación está a tono con la que comienza a enfrentar el saliente secretario de la ONU, Ban Ki-moon, a quien António Guterres, sucesor y antiguo coequipero en Acnur, señala cuando proclama que la solución en Siria necesita “más mediación, arbitraje y diplomacia preventiva”, acciones en las que, dijo está dispuesto a “involucrarse personalmente”.
Tras disparar contra la humanidad de Andrei Karlov, el embajador ruso en Ankara, el magnicida reclamó que no haya olvido para el sufrimiento en Alepo. Su amenaza notifica la ausencia de legitimidad y la precariedad de una aparente victoria conseguida a costa de la humanidad y los sueños de civilidad, democracia y respeto, que persigue tras reconocerse derrotada en la horrenda Segunda Guerra Mundial o en guerras de máxima crueldad como la de la antigua Yugoeslavia o la tragedia de Ruanda.