La violencia sexual en mujeres y  niñas, una problemática que no acaba

Autor: Kelly Melissa Álvarez Correa
21 mayo de 2017 - 02:00 PM

Dos historias, una de acceso carnal abusivo y otra de secuestro y violación, demuestran que todavía se necesitan medidas protectoras  y un cambio de mentalidad en la sociedad para que los casos no sigan, a propósito del 25 de mayo, día que conmemora la dignidad de las víctimas de violencia sexual.

Colombia

El amor por estudiar medicina o periodismo, el gusto por el taekwondo y la pasión por devorar letras en los libros de su preferencia, han sido un refugio para su ser desde aquel suceso que dejó un rastro profundo en su vida. Sufrió a las 11 años un abuso que nadie debería sufrir, pero que le tocó afrontar porque las circunstancias alrededor de su contexto lo permitieron. 
Su padre no estaba en el panorama hasta que un día volvió y rogó por recuperar el tiempo perdido entre padre e hija, momento en el que, para la madre de la pequeña, “no había ningún problema”,
pues no existe maldad en un poco de arrepentimiento de un progenitor por haber dejado crecer un hijo sin compañía. 


No obstante el asunto comenzó a tornarse sospechoso cuando, como relata María Cortés*, el hombre empezó a agasajar con regalos, paseos y toda clase de atenciones a la pequeña hasta el punto de copar su agenda “desde que se levantaba hasta que se acostaba”. Lo anterior no sería sospechoso sino fuera por el hecho de que el padre buscaba dormir con la menor de edad en la misma cama y que cada vez, lo que para ella parecía un juego, resultaría en un presunto abuso sexual.


Al tiempo, María notó en su hija Juliana* cambios significativos. Nunca había sidoextrovertida, pero ahora se notaba más cabizbaja, dormía de manera diferente, se dormía en clase y su rendimiento académico había bajado considerablemente. Los docentes de los colegios del municipio de Girardota, Antioquia, donde ella estudió, notaron lo mismo, por lo que hoy existen varios documentos que sustentan los síntomas de la dura situación que pasó. Tardó mucho tiempo para contarle a su madre; el año y medio que duró viviendo con el padre y presunto abusador tras otorgársele la custodia temporal; y el año y medio siguiente, en el que pidió volver a la casa y al lado de sus otras dos hermanas. 


La decisión no fue fácil para ella, según lo relata; tuvo miedo de empeorar la situación, de destapar a la luz pública lo ocurrido, del qué dirán y de la familia de su padre, pero confió en su instinto y logró dar a conocer su historia no solo a su progenitora, quien la acompañó en todo el proceso de denuncia, exámenes y trámites; sino también a través un texto que ella misma escribió para un medio escolar.

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Leer la historia de “otra chica” en un periódico realizado en otra institución educativa que llevó como ejemplo el profesor, la llenó de mucho valor para sentir que su voz valía y que podría dar a conocer su caso para que “las personas no confíen en dejar sus hijos con familiares, porque mire lo que me pasó a mí”, dijo. “Él la drogaba, entonces por momentos perdió la noción de la realidad y creía que lo que le pasaba eran pesadillas”, relató la madre.

Por esa razón Juliana tiene muchas lagunas mentales en los sucesos que comenzaron a ocurrir tras las cuatro paredes de la habitación de su presunto agresor. La Justicia dio el primer paso dictándole medida de aseguramiento intramural al presunto victimario, pero este mes, tras un año de estar recluido, apeló a estar con detención domiciliaria por no haber recibido una condena en ese tiempo.


Al respecto, un informe de la Corporación Vamos Mujer sobre la situación de derechos humanos de esa población dictamina que: “En el caso de la violencia sexual, los agresores cuentan con la complicidad de un imaginario colectivo en el que sexualidad y ley pertenecen a esferas separadas e irreconciliables, lo sexual al orden privado, íntimo y doméstico, y la ley a la esfera pública de interés general y universal”.


Este viernes, en la audiencia en la que la Fiscalía de Girardota presentaría otros cuatro testigos, el juez de ese municipio mencionó que el delito que se le imputaba al hombre era acceso carnal violento con menor de 14 años.  Según la ley 599 del año 2000, en su artículo 208 sobre el acceso carnal abusivo con menor de 14 años,  quien cometa este delito “incurrirá en prisión de doce (12) a veinte (20) años”. De otro lado, en el Informe de Derechos Humanos de las Mujeres en 2015 de la corporación Vamos Mujer, se considera la violencia sexual como “el uso y abuso del cuerpo de una mujer sin que ésta participe con intención o voluntad compatibles”.

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Juliana* hizo parte de las menores de edad incluidas en el indicador del  Sistema Único de Información de la Niñez del Sistema Nacional de Bienestar familiar, que reportó para Antioquia que en 2015 hubo 659 exámenes realizados a menores de edad entre los 6 y los 11 años por presunto delito sexual, mientras que para niñas entre los 12 y 17 años registró 697. Ahora, ella espera justicia para su caso, pero más allá de esto, sentirse segura y dejar atrás ese lapso en el que se sintió “como su esclava sexual”. Esa percepción de pertenencia es explicada por la psicóloga Rosalba Osorno: “Se piensa que las mujeres son propiedad de los hombres y los hombres saben que son de su propiedad y que dentro de la propiedad está todo y por lo tanto yo puedo hacer lo que quiera contigo”, sostuvo la profesional de la Corporación Vamos Mujer.


Para la psicóloga, es muy claro que la responsabilidad de cómo se siente la mujer en la sociedad es por causa del contexto machista, la concepción de la familia y los medios de comunicación; todos girando en torno al mismo mensaje. “Nacimos en un sistema machista, que tiene unos arquetipos establecidos en las relaciones familiares, padres, hijos, esposo o compañero; esos arquetipos son tan efectivos para los hombres como par las mujeres y fuera de eso está reforzado por una red familiar y la red y el contexto donde la mujer se mueve piensan igual”, expresó. 


Respecto a casos como el de Juliana*, en los que se trata de una menor de edad, la profesional explicó que el daño va más allá de los físico y que si bien el hecho de denunciar es fundamental, la intervención que debe hacerse es crucial. “En estos casos, es lo que se quedó en su cuerpo y en su alma, que también es necesario sanarlo y que la situación no se repita porque se lleva a que las mujeres, cuando viven el abuso y, además, viven en un medio de abuso, lo naturalizan, entonces es posible que se repita con el novio, con el amigo del novio o con cualquiera”, enfatizó Osorno Ospina.


Y finalizó diciendo que “una manera de no naturalizarlo y dejar que ella viva una vida distinta es trabajando las secuelas, lo que le dejó, porque eso baja el nivel de autoestima, porque la hace sentir sucia, la hace sentir mala, a veces culpable; entonces eso hay que liberarlo para que ella pueda entenderlo y pueda trascenderlo”, según la psicóloga de Vamos Mujer.
En ese sentido, hablar es un paso importante.

25 de mayo, un día para recordar que callar no es una opción


Muy buenas tardes, para quienes no me conocen yo soy Jineth Bedoya, soy periodista, soy sobreviviente de secuestro, tortura y violencia sexual hace ocho años. Cuando decidí contar mi caso públicamente a través del programa Séptimo Día entendí que tenía que transformar eso tan doloroso que me había pasado en algo positivo y empecé a trabajar en eso que ese dolor sirviera para decirle a las mujeres que no es hora de callar, que hay que levantar la voz, que hay que denunciar, pero sobre todo, que necesitamos empoderarnos”, pronunció esta mujer ante decenas de trabajadoras en una empresa de ropa interior ubicada en Medellín.


Su mensaje no fue más que el recordatorio de toda la lucha que ha llevado desde el momento en que decidió dar a conocer públicamente su caso. No decidió dar su testimonio la primera vez que un periodista se le acercó sin compasión, mientras se encontraba en la cama de un hospital, porque quería la “chiva”. Esperó desde el 2000, nueve años para hacerlo y para emprender la campaña No es hora de callar, con la que invita a las mujeres a denunciar sus casos, hacer valer su voz y empoderarse. Por medio del Decreto 1480 de 2014, Jineth logró que el 25 de mayo, día en el que sufrió su agresión hace 17 años, fuera declarado el Día Nacional por las Victimas de Violencia Sexual, para conmemorar a todas aquellas personas que en el contexto del conflicto armado sufrieron este flagelo. 


De acuerdo con el informe Basta Ya, del Centro Nacional de Memoria Histórica, esta problemática encierra una dificultad para hacer una investigación profunda en los territorios, puesto que comprende varios aspectos que no lo permiten. “Esto ocurre por la pervivencia de aspectos sociales y culturales que han naturalizado la violencia contra la mujer y la población Lgbti, en especial la violencia sexual. La estigmatización y revictimización que ocurren, tanto en ámbitos sociales como institucionales, han inhibido la denuncia y silenciado estos hechos”, detalla el documento.


En cuanto al registro que se tiene en el ámbito nacional el informe plantea que este delito no ha sido para nada aislado. “Las 1.754 víctimas incluidas en el RUV (733 entre 1985 y 2012, más 821 sin año de ocurrencia identificado) contrastan con las 96 confesadas por los paramilitares en sus versiones libres en el marco de la Ley 975 del 2005 y las 142 documentadas por varias organizaciones de derechos humanos para el Anexo Reservado del Auto 092 del 2008 de la Corte Constitucional sobre violencia sexual”, subraya. En el caso de Antioquia, la Unidad de víctimas de esta región reporta tener solo un consolidado de esta población, que oscila en 13.000 personas victimas contra los delitos de la libertad e integración sexual, de ese total más o menos 12.000 son mujeres, el 90%. 


Por otra parte, esta unidad realiza estrategias de intervención para las víctimas de violencia sexual: “En la actualidad tenemos dos grupos con 60 mujeres que vienen trabajando con esta estrategia, como una medida que hace parte de su proceso de reparación. Se realizan varias jornadas psicosociales que apuntan a la recuperación emocional para reconstruir la autoestima y reorientar todos los procesos de vida de las mujeres”, dijo a EL MUNDO Jorge Mario Alzate, director territorial de la Unidad para las Víctimas en Antioquia. 
 ¿Y qué falta en la sociedad para que no sigan ocurriendo estos casos? Al respecto, Jineth Bedoya dijo a EL MUNDO que es una cuestión de que se reconozca la equidad de las mujeres, que estas conozcan sus derechos y que se empoderen a través del trabajo o el deporte, pues muchas dependen de su agresor. 

*Nombre cambiado para proteger los derechos de la menor de edad y su familia.

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