Llamó la atención en redes sociales y en algunos medios, la imagen de algunos suvenires que al parecer se ofrecían en el Pueblito Paisa como recordatorio de Medellín. Las artesanías recogen frases y refranes que pretenden reflejar la llamada cultura paisa y su picaresca.
Llamó la atención en redes sociales y en algunos medios, la imagen de algunos suvenires que al parecer se ofrecían en el Pueblito Paisa como recordatorio de Medellín. Las artesanías recogen frases y refranes que pretenden reflejar la llamada cultura paisa y su picaresca. Sin embargo, como buena parte del humor antioqueño, apelan a la discriminación y al maltrato como elemento de humor. Los elementos en comento hacen alusión directa a la violencia contra las mujeres, con lugares comunes que por lo mismo no vale la pena repetir en este espacio. En cambio, hay que decir que eso ya no produce risa.
No se trata de ser mojigatos ni cantarle loas a la hipocresía sino de reconocer que el humor, como elemento cultural y antropológico, refleja parte de los valores que son aceptables en una sociedad y en una época. De manera que un asunto que provoca risa en determinado momento o lugar, con el cambio de tiempo o espacio se torna en una leve sonrisa o llega al rechazo total. El cambio no es automático ni generalizado pero de una década a otra se puede verificar. Los chistes que se sustentaban en los defectos de las personas, su pertenencia a una minoría o el origen de una persona, tuvieron épocas de gloria igual que los que justificaban pegarles a las mujeres. Lentamente se fueron tornado en chistes flojos y hoy resultan ofensivos.
Hay quienes piensan que si se le quita ese elemento al humor, más la carga sexual o de doble sentido, se acaba con la picaresca paisa, considerada como valor cultural. Nada menos creativo que reducir la inventiva a fórmulas hechas o a clichés. La estructura del humor tiene que ver con el desenlace menos esperado para un planteamiento previo, no tiene porqué ofender a otro ni justificar lo indefensable. Pero sobre todo, insistamos, el humor debe reflejar los valores sociales aceptables. De lo contrario deja de generar alegría, lo que se supone es su fin.
Por eso el humor, como cualquier actividad colectiva, demanda la aprobación o la censura de la sociedad. El catalizador es el aplauso. Tanto así que las primeras en celebrar los llamados “chistes verdes”, solían ser las señoras que después de reírse de ellos fingían regañar a quien los contaba. Una mano para aplaudir y otra para amenazar, poca credibilidad generan. Era como si parte de la escena graciosa estuviera marcada por la desaprobación de mujeres y curas, pero
después de la risa. Y claro, mientras exista público, habrá payaso; mientras la respuesta sea la risa, no habrá necesidad de renovar el repertorio; y mientras haya quien compre mensajes ofensivos o inapropiados, habrá quien los fabrique y los comercialice. Ni más ni menos que la ley de la oferta y la demanda.
Con la indignación que generó el regalito machista algunas personas reclamaron una acción de control del alcalde de Medellín. No veo cuál sería posible, ni legal, ni efectiva. Debe haber control y rechazo, sí; pero de la sociedad en su conjunto. Más aún, con lo argumentado arriba, tengo que decir que prefiero la oferta de ese tipo de chistes e invitaciones que un alcalde con la facultad de decidir qué se dice y qué no, qué produce risa o rechazo. Seguramente si el alcalde hubiera ordenado el decomiso de los elementos habría sido objeto de crítica por abuso de autoridad.
No es a él a quien corresponde pero tampoco es un tema exclusivo de las organizaciones de mujeres. Una expresión frecuente del machismo es creer que la violencia contra ellas solo les preocupa a las mujeres o que los hombres no podemos hablar de asuntos de género. A modo de colofón, huelga decir que el rechazo a las expresiones agresivas o groseras, a los chistes de mal gusto o a este tipo de artículos, debe superar el calor de las tendencias en redes para que empiece a hacer parte del acervo. Nada nos ganamos con rasgarnos las vestiduras hoy para ocuparnos mañana del escándalo del momento.