Detrás de la propaganda que lo adorna, lo ocurrido en este evento le enseña a la Comisión de la Verdad y a la JEP los retos que asumen, si pretenden construir un relato incluyente del conflicto y ofrecer justicia
En plena campaña electoral al Congreso y bajo la presión de la gran prensa, las Farc realizaron este martes el primer acto semi-público de petición de perdón por un crimen que costó la vida a 36 civiles. El encuentro, con fuertes connotaciones de evento, reunió a un sector de víctimas del atentado terrorista contra el Club El Nogal, al presidente y dos miembros de la Comisión de la Verdad, al secretario de la JEP y a los personeros de los países garantes, así como a candidatos de la Farc al Congreso.
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Allí, Carlos Antonio Lozada leyó un documento de 1.980 palabras, cinco páginas, dedicado en un 75% a exponer las versiones con que los farianos excusan su actividad guerrillera durante 50 años. En ellas, por supuesto, y como acostumbran, reclaman tratamiento de víctimas o, por lo menos, de sujetos no plenamente responsables por los más crueles crímenes perpetrados. En tres párrafos, que apenas llegan a 373 palabras, Lozada reconoce la autoría del atentado para, a renglón seguido, extenderse en señalamientos a miembros del Club -ellos, que exigen que no se les recuerde quiénes han sido- y usarlos para excusarse de un ataque vistoso y grave, aunque muchos observadores la consideran no comparable con las masacre de Bojayá y La Chinita; la masacre de Mandé, entre decenas perpetradas en su historia; la matanza y persecución continuada a los pueblos indígenas y afro; el reclutamiento forzado de menores de edad; la siembra de minas antipersonal y los secuestros de miles de personas, entre otros crímenes de lesa humanidad documentados.
El secretismo en los actos de petición de perdón a las víctimas de la masacre de Bojayá y La Chinita, la intencionada selección de hechos que mencionar o que callar y la pretensión de instaurar la suya como verdad histórica que están mostrando las Farc en estas primeras etapas del posacuerdo les señalan a la JEP y a la Comisión de la Verdad los enormes retos que enfrentan si su pretensión es ofrecer justicia y construir unos relatos plurales e incluyentes sobre el conflicto armado con las Farc.
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Las selecciones demandan paciencia, investigación y conocimiento, para que sea la sociedad colombiana, no sus victimarios, la que identifique y se pueda reconocer en los hechos priorizados, para establecer la verdad y hacerles justicia, de manera que se garantice que las poblaciones más vulneradas y vulnerables puedan expresarse. Y la construcción de los relatos sobre lo ocurrido demanda el reconocimiento de los hechos como ocurrieron, sin matices justificativos, así como de la voz de todas las víctimas, no sólo las cómodas a las Farc y el Gobierno. De su entendimiento de lo ocurrido en el acto con un sector de las víctimas de El Nogal, más allá de la hábil propaganda, pueden surgir la filosofía y el método para forjar verdad y justicia que reconozcan a la sociedad y reconstruyan los lazos que la violencia rompió.