Es el único político que es capaz de convertir a un desconocido en un serio aspirante a la Presidencia de la República, cargo para el cual arrancó el segundo tiempo de una muy agitada campaña electoral tras los resultados de la consulta interpartidista del pasado domingo, en medio de la polarización entre derechas e izquierdas y la búsqueda de una tercería de centro que preserve los acuerdos con las Farc.
Un jovencito llamado Álvaro Uribe Vélez, antes de comenzar sus 30 años de edad, con su rostro de niño malcriado, comenzó a sonar fuerte en la política antioqueña terminando la década de los años 70 y comenzando los años 80 del siglo pasado.
Había egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Antioquia, donde se enfrentó a las tendencias de izquierda de la época para que lo dejaran hablar en las muy agitadas y famosas asambleas de estudiantes de esa facultad. Y después de desempeñarse en cargos públicos en las Empresas Públicas de Medellín, el Ministerio de Trabajo y la Aeronáutica Civil se vinculó a la política y desde esos inicios y hasta ahora ha alborotado la vida pública y privada, y sigue siendo, casi 40 años después, protagonista de primer orden de los destinos colombianos.
Armó la primera gran disidencia al gran jefe liberal de Antioquia, Bernardo Guerra Serna, con quien no tuvo ninguna química en sus relaciones políticas y muy rápido se marchó del Directorio Liberal de Antioquia para fundar el Sector Democrático de ese partido y con el cual logró conseguir la votación necesaria para ser senador durante ocho años, en los que no pasó desapercibido por sus debates, propuestas y leyes, y comenzar a construir su perfil como administrador o ejecutor público, primero como gobernador de Antioquia y luego sus ocho años en la Presidencia de Colombia, desde donde desplegó todas sus verdaderas tesis como gobernante, no propiamente surgidas en las fuentes del pensamiento liberal, sino con una mezcla rara de conservadurismo, que lo alejó de su partido de origen, al que casi acaba desde la Presidencia, y se acercó al Partido Conservador, del cual han salido la mayoría de sus grandes aliados de sus políticas basadas en la seguridad, las cuales han tenido un gran apoyo ciudadano en el país entre sectores de los estratos cuatro hacia arriba.
Este mismo Álvaro Uribe Vélez sigue con todas sus energías haciendo política y su última corriente ideológica o partido, el Centro Democrático, porque ha creado varios proyectos, que sólo ajusta unos cinco años de tareas, acaba de sortear con éxito una nueva elección, en las cuales el abogado y político ha participado, casi ininterrumpidamente, desde principios de los años 80 cuando resultó electo para el Concejo de Medellín por el guerrismo, clan familiar y político del cual también se dio el lujo de atraer a uno de sus principales alfiles en el escenario antioqueño: Andrés Guerra Hoyos.
Es tan determinante la influencia uribista en la vida de la nación, que hoy es catalogado un verdadero mago de esa actividad, pues con su varita mágica todo lo que toca lo convierte en oro electoral.
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Eso acaba de suceder con el desconocido abogado y experto en finanzas, Iván Duque Márquez, de quien el país no tenía ni el más remoto conocimiento que existía políticamente hace escasamente unos cuatro años.
Pero Uribe, como ya lo había hecho anteriormente con el malogrado jurídicamente Andrés Felipe Arias, más conocido en el mundillo político como Uribito, después con Óscar Iván Zuluaga, quien tuvo un pie en la Casa de Nariño, y tampoco se puede olvidar que a Santos le sonó la flauta presidencial pegado del imán del expresidente, ahora volvió a sacar la varita y en la reciente consulta contribuyó directamente para que la nueva versión de Uribito II, haya aparecido por todo lo alto en el firmamento electoral nacional con una formidable dosis de cuatro millones de votos, que definitivamente consolidaron su aspiración al Solio o silla presidencial.
Precisamente esa encuesta de las urnas despejó el empate que se venía dando entre Iván Duque y Gustavo Petro, desde que el primero comenzó a repuntar en las estadísticas de intención de voto de los grandes medios de prensa nacionales y, por ejemplo, en las de principio de este mes ambos aspirantes protagonizaron un verdadero cabeza a cabeza, lo que en el argot de las encuestas llaman empate técnico.
Antes de las elecciones del domingo, comenzaron a rezagarse en los muy sensibles sondeos de opinión electoral, candidatos de la talla de Sergio Fajardo, Germán Vargas y Humberto de la Calle, que figuran en el abanico de los que posiblemente al final disputarán la silla presidencial.
Pero la nueva realidad que arrojaron las consultas, en las cuales la participación aumentó ante el tenor de convertirnos en una segunda Venezuela o por la llegada del castrochavismo, como lo sigue propalando la hábil propaganda uribista con fines electorales, dieron como claro vencedor a Uribito II sobre su izquierdoso rival petrista.
La consulta le dejó a Iván Duque, no sólo sus cuatro millones de votos, sino los seis millones de la totalidad de esta primaria, por lo cual necesita otros tres millones de sufragantes para asegurar los nueve millones con los que podría dirigir este país entre el 2018 y el 2022 con el retorno del uribismo al poder.
Entre tanto, Gustavo Petro hace intensos esfuerzos mentales y de estrategia política electoral para aumentar sus 2.5 millones de la consulta y poder llegar a la primera vuelta con las urnas del 27 de mayo con la posibilidad de forzar una segunda vuelta, en caso que el uribismo, como en el 2002, no vuelva a provocar otro garrotazo electoral y gane de una y el país se dedique a ver el Mundial de Rusia. Un triunfo con el 50 por ciento de los votos más uno de esas huestes en primera vuelta aún no parece fácil y habrá que esperar hasta las encuestas de abril para ver si Uribito II sigue disparado en los porcentajes de intención de voto.
Por lo que se vio en los puestos de votación de Medellín el pasado domingo, el miedo a una segunda Venezuela o a un modelo socialista económico, que caló entre los electores dirigido por la batuta uribista, puede contribuir a que haya una decisión sin la necesidad de recurrir a una segunda instancia en junio.
Ante los resultados de la consulta, desde el pasado lunes se reactivaron las gestiones urgentes para intentar construir una candidatura de tercería y de centro, que se meta por la mitad de la polarización entre derechas e izquierdas.
Reuniones tras reuniones, permanentes llamadas de teléfonos celulares, el empleo de espontáneos intermediarios y voces de advertencias se han multiplicado desde las huestes de Germán Vargas Lleras, Sergio Fajardo y Humberto de la Calle para intentar encontrar una fórmula que supere los egos, pero hasta ahora no tienen o no cuentan con la mágica varita de Uribe, quien ve como su candidato se perfila rumbo a la Presidencia, en caso que sus rivales no encuentren rápidamente como hacerse competitivos antes que las urnas decidan en primera vuelta.