En agresiva ratificación de su desconocimiento a más del 70% del pueblo venezolano y a los más representativos personeros de los organismos multilaterales, los gobiernos democráticos y las organizaciones defensoras de derechos humanos, Nicolás Maduro impone hoy la votación por constituyentes llamados a destruir las instituciones republicanas que sobreviven al asalto del “socialismo del siglo XXI”. Este embeleco augura nuevas jornadas de incertidumbre y dolor para ese valiente pueblo.

Hay cinismo en la convocatoria a conformar una reunión de chavistas llamados a arrasar hasta con el legado del coronel-presidente, para consolidar la tiranía. En hábil reiteración de su afán por guardar apariencias, el gobierno Maduro ha sido cínico para disfrazar de elección el espurio procedimiento salido de su magín y destinado a nombrar a los integrantes de un organismo concebido para que se subyugue a los intereses del poder ejecutivo, que son los de eliminar la Asamblea Nacional, acabar con las libertades democráticas y cercenar las facultades de la ciudadanía. Enseñoreado de vidas, al punto de haber sacrificado más de cien protestantes, y quitado la libertad a miles, el gobierno amenaza con el despido o el hambre a los funcionarios y a la pobrecía dependiente de subsidios; sus descaradas amenazas le sirven para conseguir los votos que las conciencias democráticas jamás le darían. Indolencia e ilegalidad le sirven al chavismo para imponer el desastre que sucederá este domingo.

Lea sobre las tensiones por la constituyente:

Habiéndole sido impuesta esta dramática jornada, el pueblo venezolano entra a una encrucijada en la que la dirigencia democrática, y sus aliados internacionales, necesitarán paciencia y sensatez para resistir al terrorismo de Estado y evitar la guerra civil que Nicolás Maduro ha declarado estar dispuesto a iniciar, para mantenerse en el poder, único objetivo propio y de la camarilla a su sombra, culpable de haber esquilmado el erario del otrora rico país. Al chavismo, una confrontación armada le serviría para minimizar su culpa en un proceso ante la Corte Penal Internacional, que deberá investigarlo tras recibir denuncias como la del senador colombiano Iván Duque Márquez, del Centro Democrático, o la que, con asesoría experta, prepara Luis Almagro, secretario general de la OEA. Esa confrontación interna, que muchos ven asomar como realidad inevitable, sería la peor tragedia para el famélico pueblo venezolano y la dirigencia de la Mesa de Unidad Democrática, que ha hecho gala de impresionante sentido civilista.

Lea sobre las facetas trágicas de la crisis en Venezuela:

Habiendo puesto en la mesa la constituyente espuria que elige el domingo y su capacidad terrorista, el chavismo intentará imponer una negociación en sus términos, o sea para realizar elecciones regionales y municipales, pero garantizando la permanencia de Nicolás Maduro y sus turiferarios en el poder, así como la impunidad que tanto demandan los de su laya. Para tal desaguisado esperan seguir contando con indecisos (¿cómplices?) como el inoportuno José Luis Rodríguez Zapatero o los hasta hace poco condescendientes Juan Manuel Santos o Michele Bachelet. A pesar de algunas presiones, cada vez menos significativas, esa opción, que admitió explorar en 2016 cuando sólo tenía a su favor las firmas suficientes para convocar referendo revocatorio, se ha tornado en imposible para la Mesa de Unidad Democrática. Lo es porque ya cedió suficiente en la negociación fallida que impulsó el Vaticano y que hoy la jerarquía católica venezolana no está dispuesta a reintentar. También porque esa coalición ya no sólo se representa a sí misma: en los últimos meses sus filas se han engrosado con indiferentes y hasta chavistas que la acompañan en las calles, en sus protestas, en la construcción de sus argumentos y que hicieron parte de los 7,5 millones de valientes votantes de la consulta plebiscitaria. Y es imposible porque, alumno aventajado del castrismo, Nicolás Maduro no oculta que una nueva etapa de diálogos sólo sería medio para relegitimar su abusivo poder y hacerse a la Presidencia por tiempo indefinido.

Vea sobre asaltos a la democracia en Venezuela:

En la jornada de este domingo, que quedará en los anales de la vergüenza de la democracia, el pueblo colombiano es solidario con sus hermanos venezolanos, compañeros de destino en la defensa de las libertades y los derechos humanos. Aunque muy tardío, el viraje del Gobierno colombiano frente a los abusos del tirano venezolano, empiezan a darse. Aplaudimos el trino del presidente Santos anunciando que Colombia no reconocerá los resultados del engaño electoral de hoy y el anuncio del permiso especial temporal a Venezolanos en Colombia. La solidaridad con el hermano pueblo debe evidenciarse más allá de las palabras, en acciones concretas y eficaces.