En Medellín se está poniendo nombre y rostros a las dificultades de venezolanos que huyeron de la tiranía que los priva de libertad y bienes básicos
El análisis del Concejo de Medellín sobre situación, necesidades, expectativas y posibilidades de atención para los más de treinta mil nacionales venezolanos que han inmigrado a la ciudad en los últimos tiempos, reveló y permitió nombrar otro de los rostros de la incertidumbre de un pueblo sometido a la pérdida progresiva de la democracia y sus instituciones y agobiado por el progresivo deterioro de la economía, que ha sido acelerado por la corrupción, el malgasto y la ineptitud de la tiranía chavista. La sesión, que convocó a voceros de los inmigrantes venezolanos, secretarios de despacho y los concejales, facilitó a los presentes comprender la magnitud de la inacción del Gobierno de Colombia frente a la crisis política y el sufrimiento que ella desata en el pueblo.
Por su dependencia del chavismo, protector de las guerrillas, para sacar adelante las negociaciones con las Farc y el Eln, el Gobierno de Colombia es culpable de tolerar tropelías en la frontera binacional y corresponsable con la tardanza y desvaríos de la OEA para aplicar la Carta Democrática, ofreciendo apoyo a la valiente oposición que abre hendijas para mantener la presión sobre el Gobierno y exigir al titubeante mundo la solidaridad que merece. Los bloqueos en el Consejo Permanente de la OEA no pueden lograr su propósito de obstaculizar las acciones precisas para recuperar el rumbo democrático para Venezuela.
El cerco a los activistas que luchan por la libertad y la desastrosa política económica, que se ha traducido en deterioro de los ingresos y escasez evidente de bienes esenciales, ha expulsado a centenares de miles de venezolanos a países vecinos o amigos donde esperan encontrar acogida mientras pasa el temporal. Una porción muy importante de ellos ha llegado a Colombia y ha buscado establecerse en las ciudades de frontera, con las que se han tejido lazos estrechos, y progresivamente en otras capitales, como Medellín.
Las circunstancias de su ingreso y permanencia en el país denuncian indolencia de la Cancillería colombiana e impotencia de las autoridades regionales.
Los testimonios que han dado en medios de comunicación y sus intervenciones en el Concejo, son los de personas que buscan oportunidades mientras cambian los tiempos. Su tragedia es enorme, porque los gobiernos municipales, como el de Medellín, que desean y pueden ofrecerles auxilios básicos, están constreñidos por el carácter de turistas que tienen esos migrantes, y porque la Cancillería, a través de Migración Colombia, se ha hecho la de oídos sordos para atender la emergencia representada por esos refugiados que huyen de la tragedia en que se convirtió su Nación, un desastre frente al que ese Ministerio fue indiferente.
El miedo, el hambre y las esperanzas de los venezolanos que buscan refugio en Colombia retan al Gobierno Nacional. Y le exigen inventiva para concebir opciones temporales de acogida, oportunidades y acompañamiento a personas que han llegado no con la esperanza de quedarse sino con la expectativa de tomar una tabla que les permita pasar el naufragio antes de retornar e iniciar la reconstrucción de su Nación y sus vidas.