No es hora de que los partidos ni sus candidatos hagan alianzas políticas para ganar las elecciones, sin importar las rupturas ideológicas que signifiquen.
No pretendo posar como analista político ni evaluar los resultados de las votaciones del pasado 11 de marzo. Solamente quiero expresar algunas reflexiones que me han producido la elección de los congresistas y la consulta para seleccionar los candidatos presidenciales de los partidos de extrema derecha y de extrema izquierda.
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En primer lugar, es claro que el mayor elector en la política colombiana es hoy Álvaro Uribe Vélez pues él personalmente y su partido el Centro Democrático obtuvieron las votaciones más altas para el Senado de la República, 0,8 y 2,5 millones respectivamente.
El segundo hecho significativo es que hubo otros cuatro partidos que obtuvieron alrededor de dos millones de votos cada uno. Fueron ellos, de mayor a menor, Cambio Radical, partido Conservador Colombiano, partido Liberal Colombiano y partido de la U. Esos números significan que hay cinco partidos que tienen fuerzas electorales similares, ubicados todos en el centro y en la extrema derecha.
Lo tercero destacable es que los partidos de extrema izquierda alcanzaron una votación muy baja, que apenas totaliza 1,3 millones de votos entre todos, muy lejos de los anteriores. ¿De dónde sacarán, quienes utilizan el miedo como arma política, la idea peregrina de que Colombia les fue entregada a estos grupos?
El nuevo partido político del antiguo grupo guerrillero Farc apenas alcanzó 0,05 millones, lo cual muestra el rechazo que la sociedad colombiana le hace por su pasado violento, y por su evidente falta de voluntad política después de firmado el acuerdo de paz, al desconocer su responsabilidad con las víctimas y no cumplir sus compromisos respecto a entrega de todos sus bienes y armas ilegítimos. A pesar del beneficio que para el país ha significado el proceso de paz, Colombia no les ha perdonado, porque no han mostrado arrepentimiento sincero.
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Los resultados de las dos consultas para elegir los candidatos presidenciales de la derecha y la izquierda extremas aumentan la incertidumbre. Es llamativo que los tres candidatos de la extrema derecha hayan recibido 5,9 millones de votos en la consulta, los cuales son 1,5 millones más que los de sus partidos respectivos. De la misma forma, que los dos candidatos de la extrema izquierda hayan recibido 3,3 millones de votos, los cuales son dos millones de votos más que los de sus partidos. Lo primero que se viene a la mente es que en las dos consultas hubo muchos votos a favor de los candidatos, pero también hubo muchos votos en contra de Iván Duque y de Gustavo Petro, que se perfilaban como líderes de la derecha y de la izquierda. Evidentemente estos votos opositores provenían de partidos que no participaban en la consulta.
Con toda la información anterior, ¿qué expectativa puede esbozarse sobre la elección presidencial que se avecina? No tengo elementos para aportar a los análisis cuantitativos, pero sí siento la responsabilidad de hacer públicamente una reflexión: Vivimos un momento en que se requiere una enorme sindéresis tanto por parte de los candidatos a la Presidencia, de todos los partidos políticos y de los electores.
A pesar de que en años recientes ha habido mejoras en algunos de los frentes que mencionaré, Colombia vive una situación muy delicada por la inequidad social, la poca capacidad redistributiva de nuestros impuestos, la baja productividad de la industria nacional, la falta de desarrollo en el sector agropecuario, la elevada corrupción social, el poco estímulo a la investigación científica y técnica, la crisis del sistema de salud, la baja calidad del sistema educativo. Y varios más.
No es hora de alimentar odios ni miedos, ni es hora de votar “contra” determinados candidatos. Es hora, hoy más que siempre, de evaluar las propuestas de gobierno que mejor se orienten a superar nuestros problemas, y la capacidad e idoneidad personal de los candidatos para cumplirlos. No es hora de que los partidos ni sus candidatos hagan alianzas políticas para ganar las elecciones, sin importar las rupturas ideológicas que signifiquen. Es hora de pensar y de actuar de verdad por Colombia, con generosidad y sindéresis.