La ruta de la indignidad

Autor: Sergio Roldán Gutiérrez
18 abril de 2018 - 12:07 AM

Explica gran parte de este fenómeno de querer ser y tener a todo precio, incluso por encima de los principios y valores que, evidentemente, cuando lo mínimo básico elemental no está resuelto, pasan a un segundo plano.

 

Latinoamérica está atravesando uno de los momentos más indignantes de su historia. Ya no es un rumor esto de la corrupción y el narcotráfico asociado a los gobiernos, es un hecho objetivo, con cientos de políticos y gerentes públicos procesados y condenados, y miles de procesos abiertos que gritan hoy más que nunca que es necesario pensar en el futuro que tendremos como región si se siguen incentivando estructuras doble moral que borran con el codo lo que bien se hizo con la mano. Les quiero contar esta experiencia, que pienso, explica gran parte de este fenómeno de querer ser y tener a todo precio, incluso por encima de los principios y valores que, evidentemente, cuando lo mínimo básico elemental no está resuelto, pasan a un segundo plano.

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En alguna ciudad, alguna vez, recorrí durante todo el día diferentes barrios o colonias como también se les llama, con un par de personas del ayuntamiento. Necesitábamos hacer unos talleres con una muestra representativa de cada sector, para diagnosticar muy someramente la puesta en marcha de un plan movilidad en esa ciudad. Llegamos con estos funcionarios a los barrios de niveles socio-económicos más bajos, ya la gente reunida en un salón, preparados para el ejercicio, llegamos en tres autos de la municipalidad, todos con chalecos marcados, y muy organizados. Empezamos con media hora de retraso y obviamente ya había indisposición. El profesional empieza contando chistes y pidiendo a los asistentes que se animen a contar alguno para romper con los formalismos. Parecía animando una feria. Un par de personas le hicieron caso y al después empezó la actividad, muy productiva y de muchas claridades, por cierto. Salimos corriendo a un barrio de nivel socio-económico superior y esta misma persona dirige la actividad, con el rigor y la solemnidad de un grupo de oración, se hizo la misma actividad, también con buenos resultados. Sentí un trato indigno e irrespetuoso con respecto al primer barrio, de entrada las personas que llevaban viviendo ahí por años -con el peso de nivel uno o dos que para nuestro sistema evaluativo es perdido-, ya sentían que no sería posible estar mejor, así que el tema no era trabajar, o cumplir la ley, el asunto era no sentirse parte, porque desde el trato ya se marcaba una brecha y además improbable de cerrar. Ahora, hablar pensado en que todos creen lo que se dice, en que nadie está en desacuerdo, y, peor, en que van a hacer lo que se manda, pienso que es una absoluta ingenuidad.

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Cómo no van a querer aspirar a tener cosas a todo precio si el argumento de poder está por encima y el de decidir en consenso ni está. Así que en definitiva el problema está planteado al revés, no son lo que los corruptos y narcotraficantes hacen el gran problema, es que todavía nuestros niños y jóvenes aspiran a tener la oportunidad de hacerlo para salir de su estrato socioeconómico. En otras palabras, usando el tema de conflicto colombiano como ejemplo, el trabajo no se tiene que hacer con los reinsertados que llegan a la vida civil a competir en igualdad de condiciones, el trabajo se tiene que hacer es con nosotros que somos los que los vamos a recibir y no queremos. Me parece que estamos subrayando lo que no es. Pienso románticamente que, si se trabaja en el desarrollo de las personas, de todas sin distingo de nivel, podría funcionar. No se puede entender la región sin el protagonismo de sus habitantes. El esfuerzo hay que hacerlo para generar una cultura de la legalidad, de la formalidad, hay que preparar a los cerebros para que se apropien de la ciudad, de sus políticas públicas y que contribuyan en la toma de decisiones para una construcción colectiva de sociedad, hay que inyectar inteligencia en las mentes de las personas y éstas cambiaran las propias ciudades donde habitan. Si estamos ante la opción de robar, cuando lo mínimo elemental está resuelto y el cerebro formado, no se robará, si el semáforo está en rojo y tengo la opción de pasarlo, no se hará, si llevo un papel en la mano aunque me incomode, no se arrojará al piso, en fin. Se dice fácil. Parece simple.

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