Se suele hacer referencia a la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos cuando se tocan temas tan centrales como las libertades de expresión, de prensa, de cultos y de conciencia; también cuando se reflexiona sobre la esencia de la separación de los poderes públicos en el sistema democrático y el papel de las esferas diferenciadas de lo político y lo religioso, importante concepto práctico de las sociedades occidentales actuales, atropellado y manipulado habilidosamente con fines políticos por el fanatismo islámico –y por otras ideologías, incluidos el feminismo de género y el extremismo ecologista- en diferentes países. En el marco del deber ser, tiene valor ejemplarizante y actual la reciente película de Steven Spielberg The Post (Los archivos del Pentágono, 2017), con los papeles de Tom Hanks y Meryl Streep representando a Ben Bradlee y Katherine Graham, editor en jefe y propietaria, de uno de los más importantes medios periodísticos escritos de las últimas décadas en los EEUU, The Washington Post.

La historia se basa en las circunstancias y respuestas periodísticas al histórico documento conocido con el apellido del secretario de estado McNamara: en aquellos archivos, clasificados hasta hace un tiempo, se aclara el complejo proceso histórico de la guerra de Vietnam. Se relacionan no sólo con el desacreditado gobierno de Nixon, cuyo papel en la manipulación y uso indebido del poder por parte del ejecutivo condujo a su renuncia, sino con los gobiernos que lo antecedieron: Truman, Eisenhower y Kennedy. Los Papeles de Vietnam revelan intimidades políticas, económicas, diplomáticas, que precedieron o coexistieron con la larga y dolorosa guerra de la península asiática que tanto costó, no sólo las miles de vidas de norteamericanos que no pudieron comprender cabalmente lo que sucedía, convertidos en carne de cañón, sino el sufrimiento y dolor que esto representó para los habitantes de aquel dividido país.

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Son muchas las cuestiones suscitadas por la película de Spielberg, la cual además recuerda y destaca el hecho histórico de la valentía de la cruzada emprendida en su momento por los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward, alimentados por la  fuente de información conocida como “garganta profunda” que luego se sabría era Marc Felt, director asociado del FBI.

La democracia se beneficia cuando la prensa ejerce responsablemente su papel de perro guardián de la libertad, ante el papel del ejecutivo, el cual armado de poderosos ejércitos de abogados a su servicio, puede amenazar con aniquilar con diversas armas, principalmente con sanciones, a aquellos que considera en su momento personas o instituciones indeseables o contrarios a su régimen; Nixon en esto  mantuvo una durísima ofensiva contra la prensa crítica con la exigencia de reserva de información concedidos a los gobernantes usando la argumentación -parcialmente cierta- de que para mandar se requiere de un “privilegio  ejecutivo” para decisiones, por ejemplo, en temas de seguridad nacional. 

Ahora se exige mayor responsabilidad y profesionalismo al comunicador cuando parece imponerse como norma lo trivial, lo vertiginoso, el alud de cuestiones del momento, la ausencia de compromiso con los contenidos de alto calado, con la verdad, con la investigación a profundidad, con la coherencia. La necesidad de la verdad es condición para la formación de un criterio racional para todos. 

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Hay enseñanzas aplicables al panorama local en el cual se convierte con facilidad a delincuentes en héroes o en supuestas personas de bien, o lo contrario, cuando a personas de bien se les destruye su honra por medio de la repetición de lugares comunes, de acusaciones que se refieren a contextos generales pero que hábilmente se dirigen al deterioro de un determinado nombre, exaltando hacia aquel rencor y resentimiento, o por el contrario, elevando a inmerecidos pedestales a otros. Cabe recordar el comentario del pensador Frankl sobre la indisolubilidad del nexo libertad-responsabilidad: sólo se puede formar un criterio racional si se conocen los hechos ajustados a la realidad.   

La película de Spielberg recuerda que la prensa debe ser también perro guardián de la libertad y de la democracia; puede ejercer este papel con profesionalismo, con seriedad y con espíritu de servicio. Para ello debe superar tentaciones evidentes: lo circunstancial, lo amarillista, lo emocional, lo subyugado a los intereses comerciales de los poderosos, la pasión por lo trivial, la ausencia de compromiso con la verdad, el silencio oportunista, el sometimiento al interés del ejecutivo: son las diferencias entre su papel de mascota o el de perro guardián.