La posmanipulación de la opinión

Autor: Alfonso Monsalve Solórzano
22 abril de 2018 - 12:08 AM

No se me ocurre otro término para nombrar el manejo perverso y falso de los datos que reciben los ciudadanos, con el objeto de inducirlos a juicios políticos.

En esta campaña electoral Colombia ha entrado de lleno a la posmanipulación de la opinión pública. No se me ocurre otro término para nombrar el manejo perverso y falso de los datos (obsérvese que digo “datos” y no “información”, algo que es clave y que analizaré más adelante) que reciben los ciudadanos, con el objeto de inducirlos a juicios políticos que los lleven a tomar decisiones establecidas por los manipuladores, motivadas en sus intereses particulares de orden estratégico, o los de sus clientes y aliados.

La posmanipulación se hace a través de las redes sociales y es típica, por tanto, de la globalización de la comunicación que internet provocó. Manipulación ha habido siempre, incluso, y especialmente en los medios convencionales, escritos y audiovisuales, en el siglo XX, con alcance universal. Pero la manipulación que se produce en las redes no sólo es global en la dimensión espacial, sino inmediata en la temporal y masiva a través de millones de personas que se exponen a ella individualmente como destinatarios específicos. Además, se hace de manera iterativa, aprovechando el síndrome de la e-conexión, la necesidad de estar siempre conectado a la red, recibiendo datos, y muchas veces, entregando los propios conscientemente sin pudor alguno; o inconscientemente, a través de los famosos ´likes´.

El síndrome convierte la identidad personal en un asunto de colmena y desnuda la mente del individuo, hasta el punto de que las grandes redes sociales conocen, como dicen los expertos, a alguien por sus ´likes´ más de lo que él cree que sabe de sí mismo. Y, esto claro está, sirve para que le forjen toda clase de opiniones y le construyan todo tipo de deseos. Lo que hizo Cambridge Analytica, fue precisamente eso: capturó la información de al menos 87 millones de personas, por medio de un cuestionario sicológico que contestaron 300.000 usuarios de Facebook -fíjense que desde un número relativamente pequeño, 300.000, pudieron extraer información de 29 veces más personas- y usó la base de datos que obtuvieron, para enviar mensajes personalizados en favor de Trump en las elecciones norteamericanas anteriores.

Lea también: Cambridge Analytica reconoció que tuvo contacto con campañas editoriales en Colombia

No es gratuito, ahora que estamos en plena campaña electoral, que la exdirectora de la empresa, Brittany Kaiser, reconozca que tienen la información de un millón 200.000 colombianos. Y créanme, lo de Cambridge Analytica, puede no ser más que la punta del iceberg.  Pónganse ustedes a pensar cuántos ´likes´ han dado y cuántas compras en línea han hecho y el número de publicidad personalizada que reciben al leer un periódico en la red o al visitar una página cualquiera, luego de haber realizado una de esas compras o dejado sus datos en una tienda física. Y pregúntense si mucha de la información que reciben, las páginas a las que sus teléfonos redirigen automáticamente y que los llevan a noticias o artículos de opinión sobre ciertos candidatos, es algo casual. Es el reino de la posmanipulación. Claro que no los inducen sólo a las páginas políticas, también, por supuesto, a las de ventas de artículos de toda especie. Pero es que la política es una mercancía en la red.

Otra estrategia aterradora es la de la desinformación. Más arriba dije que lo que nos llega son datos, no información. Lo que quise decir es que los datos pueden contener información verdadera o información falsa. Cuando esta última se usa para crear o modificar una creencia o para crear confusión -en este caso, política- de alguien, se trata de desinformación. Cualquiera que utilice una red social en Colombia, hoy, se siente agobiado, si se trata de una persona inteligente y no es un e-analfabeto total; los otros están tragando entero. No me refiero a los insultos, los cuales son fácilmente distinguibles -aunque las identidades de quienes los emiten sean falsas. Pero sí, por ejemplo, al número de seguidores (en el sentido de que siguen los tuis y no al personaje que los emite): se puede comprar paquetes enteros de falsos seguidores para dar la sensación de que se tiene una gran audiencia.

Todos los candidatos tienen gente que maneja sus redes sociales. Pero se sabe, porque la práctica así lo demuestra, que algunos la utilizan también, por ejemplo, para responder masivamente con improperios los tuits de los oponentes, para producir la sensación de que se trata de personajes desprestigiados o criminales (han circulado fotos de instalaciones donde estarían los operadores de Petro, pero estas pueden ser, precisamente un montaje), y para difundir falsas informaciones sobre aquellos. Petro le ha hecho un par de montajes en tuit a Duque, que afortunadamente fueron denunciados a tiempo; también se han visto fotos de plazas llenas de seguidores de aquel, en las que se descubre que están repletas de los mismos seguidores, colocados en distintos lugares, mediante un montaje. Es la posmanipulación en acción.

Cuando dije que la posmanipulación es también resultado de la geopolítica, me refería a que nada pude analizarse por fuera del contexto del enfrentamiento global, uno de cuyos actores preponderantes es Rusia. Se sabe que ese país tiene un ejército de hackers al servicio de Putin para interferir, entre otros, los procesos electorales que le interesan. Se dice, y casi está demostrado, que intervino activamente a favor de la campaña de Trump, creando falsos perfiles y desinformando a millones de electores para desacreditar a la señora Clinton. Se dice que están interviniendo activamente en las elecciones colombianas y que son responsables de mucha de la desinformación en las redes que aquí está sucediendo.

Lo invitamos a leer: La falacia como argumento

Y no hay que olvidar que Rusia es socio estratégico de Venezuela y Cuba, que también están haciendo la tarea para que gane su candidato en Colombia. Ambos países tienen antecedentes de uso de inteligencia electrónica y de redes para incidir en la opinión latinoamericana, específicamente, la colombiana, porque en nuestras elecciones se juega, junto con el futuro de nuestra democracia, el de la dictadura venezolana y el de su mentor, Cuba.

Son expertos, además, en ataques a páginas como la de la Registraduría, con la intención de torcerle el cuello a los resultados electorales de mayo. Esto sin contar con que la firma que maneja el software electoral está en manos de un socio de Santos. Pero ese es un asunto distinto, aunque relacionado, que abordaré en otro artículo. Quiero terminar diciendo que los dueños de las grandes redes tienen enorme responsabilidad en lo que ocurre y deben desarrollar algoritmos y políticas que impidan cada vez más la posmanipulación. Mientras tanto, hay que tener ojo avizor para distinguir el trigo de la paja y denunciar todo caso que identifiquemos. Unas elecciones limpias y ciudadanos bien informados salvarán nuestra democracia.

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