Verdad, belleza y bondad giran casi siempre aisladas. Olga Elena Mattei tiene esa conjunción en su ser y su poesía expresa con claridad esa unión desde hace ya muchos años.
En pocos seres se unen las puntas de las tres estrellas que brillan en el firmamento de la realización anhelada por toda la humanidad en su historia. Esa historia la conocemos pues ha sido registrada y no cesan los filósofos de señalar la necesidad de unir lo disperso. Verdad, belleza y bondad giran casi siempre aisladas. Sueltas se dan con frecuencia y dispersas se encuentran en la vida cotidiana pero unidas articulan lo que constituye un sueño y un anhelo que en cada vida comienza. Olga Elena Mattei tiene esa conjunción en su ser y su poesía expresa con claridad esa unión desde hace ya muchos años.
Ser poeta integral es reunir de manera cohesiva y duradera esos hilos poderosos que se harían visibles si astrólogos sabios levantaran su carta astral sin más datos que el nombre de sus poemas iniciales. La verdad merodea silenciosa en las cosas elementales. La belleza reside en las fragancias que nos rodean con su fuerza invisible. La bondad habita en los rincones del olvido de gestos abandonados que podemos restituir con la mano extendida. Ella le habla a Dios sin rodeos, lo puede hacer casi siempre el poeta que reúne los fuegos, los recoge con sencillez en una plegaria poderosa que siempre produce una respuesta.
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Cuando se trata de hablar francamente con la potencia del ser las cosas se ponen difíciles. No valen las catilinarias, ni extensos volúmenes de razonamientos, ni pirámides, ni templos descomunales de mármol y alabastro. Solo la voz sencilla de una invocación sin oropeles lo logra. Igual que el gesto de un sordomudo o el ademán de un ciego. Los demás estamos incomunicados de manera parcial y algunos de forma permanente y por ello repetimos plegarias y oraciones huecas. A otros solo les basta la voz y decir con sencillez enamorada su mensaje.
Quizás el viejo Macedonio Fernández sabía ese mismo secreto que también Garcilaso conoció y otros pudimos entrever por un instante pero llevarlo y hacer uso de él por muchos años es privilegio mayor de elegidos, ungidos con el aceite sagrado que lubrica la máquina celeste. ¿Azogue será Señor? ¿Quizás un mercurio inédito en mezcla de coltán y jugos vegetales?
Quienes hemos perdido algún sentido o varios, el habla, el ojo, el oído, quienes nos plegamos al alba y no distinguimos bien las gamas del sepia podemos con humildad leer la poesía. Pero hacerla visible desde la creación, de manera intensa, durante toda una vida es difícil tarea. Esta poetisa nos conecta de inmediato con una idea de la poesía como investigación, integridad de ser en el mundo, factura, artesanía del alma que es además el sentido original de ese término. Poetizar es dejar ser las preguntas sobre preguntas, dejar ser las palabras y las pausas como interrogaciones permanentes. El camino de la poesía en Mattei es el de estar en las sustancias esenciales y en ese punto de fuego que nace al borde de la fuente. No hay enigma, todo es relato fundacional, camino de la voz hacia el habitar la morada, nacer y renacer por la palabra. Búsqueda sin término que al mismo tiempo abarca preguntas esenciales que van más allá de las palabras y nos interrogan por el cosmos y nuestro lugar en el universo.