Es un trabajo impecable e implacable, cuyos orígenes y sustento provienen de otras latitudes en donde la Plutocracia se ejerce en una perspectiva global
El tema particular de las actuaciones deshonestas del ministro Carrasquilla que pone en evidencia el verdadero talante, estilo, visión ética y naturaleza del gobierno que dice dirigir Ivan Duque, es apenas una muestra más del inconfundible sello plutocrático que caracteriza a estas administraciones “democráticas” de nuestro país.
En términos de definición, la Plutarquia o Plutocracia no es nada distinto que el gobierno de una élite minoritaria que monopoliza cuantos recursos y herramienta tiene el sistema para sacar de ellos el máximo provecho en su propio beneficio. Se apropian de todos los bienes materiales disponibles y, desde luego, no tienen ningún tipo de interés en la participación de la ciudadanía o en los mecanismos de control ciudadanos.
No necesariamente el gobierno plutocrático es dirigido visiblemente por quienes ostentan el poder. Pueden tener en cargos de responsabilidades a áulicos, peleles, funcionarios y burócratas que reciben partes minúsculas de lo que se esquilma al Estado y que trabajan al servicio incondicional de sus patrones.
El caso de Duque es más patético en tanto no tiene ni pudor ni disimulo. Es ostentosa la manera como seleccionó a sus ministros. Los trajo uno a uno ya de la dirección de los gremios económicos, ahora de cargos de responsabilidad en compañías de los dueños del país, más allá de organizaciones concebidas para perpetuar este tipo de modelo.
Las consecuencias no se hacen esperar. Cada funcionario elegido verbaliza de inmediato sus intenciones: Más impuestos para los más pobres, abolición de mecanismos de defensa de los derechos ciudadanos como la tutela, estigmatización de la protesta ciudadana con el argumento de que es secundada por grupos insurgentes, defensa del fracking como método para la extracción del petróleo, entronización del glifosato para las fumigaciones, alineamiento con todos los designios del neoliberalismo, mutismo total de cara a la corrupción manifiesta, en fin.
Todo esto acompañado de una poderosa máquina de comunicación y propaganda que, no solo tergiversa los hechos sino que construye distractores para generar ese aletargamiento colectivo, en el que sumergen a amplios sectores de la ciudadanía para que operen como defensores de la “libertad”, de la “democracia”, en la idea de que vivimos en el mejor país del mundo, con los mejores gobernantes y con todas las garantías.
Es un trabajo impecable e implacable, cuyos orígenes y sustento provienen de otras latitudes en donde la Plutocracia se ejerce en una perspectiva global.
Noami Klein, la lúcida periodista Canadiense que ha desarrollado la denominada “doctrina del shock”, en donde demuestra con rigor investigativo ese trípode sobre el cual se sustenta el esperpento neoliberal desde las esferas del Banco Mundial: 1.- Privatización, 2.- Desregulación gubernamental y 3.- Recortes en el gasto social, da cuenta del libreto que orienta los comportamientos de estas “democracias” del tercer mundo. Ni Iván Duque, ni Carrasquilla, ni Uribe, Santos, Vargas Lleras, Pastrana, Gaviria, y el puñado de generadores de este desastre actúan de manera autónoma y original. Son simples corifeos, baluartes, funcionarios de la pluta plutocracia global. ¡No pasarán!
Tal vez deberíamos pensar en el planteamiento de Noami Klein a propósito del envilecimiento social y económico que se desprende de la doctrina neoliberal y su fracaso irremediable no obstante haber persuadido al universo de que se trata del mejor sistema económico posible. Ella habla de “las narrativas de futuro”. No basta con resistir y protestar y luchar. Debemos empezar a construir narrativas de futuros posibles que den forma a un auténtico Proyecto Humanidad.