No estoy diciendo que contrato sea sinónimo de corruptela, pero frente a las personas aviesas son una tentación irrefrenable.
Los contratos son acuerdos de voluntades, convenios o pactos, que crean o transmiten derechos y obligaciones. Hasta aquí todo es jurídico y atildado. Pero no son pocos los contratos, donde se desnuda la perdición de los corruptos. En sus aguas navegan muchas veces los deshonestos e impúdicos. Sobre sus montos, se ciernen las coimas, los sobornos y las mordidas. No estoy diciendo que contrato sea sinónimo de corruptela, pero frente a las personas aviesas son una tentación irrefrenable.
Repasemos en Colombia historias dicientes, extraídas del costal de la indecencia: Las coimas de Odebrecht por contrato Navelena, la triangulación en coimas de contratos de Juegos Nacionales de Ibagué, las coimas del contrato de $ 43.515 millones en la Unidad de Mantenimiento vial de Bogotá, las exigencias del “El Chatarrero” de coimas por $ 1.000 millones para contratos de la 42 en Bogotá, las coimas por Ruta del Sol de $ 84.105 millones, el pago de Miguel Nule de coimas en el Carrusel de la Contratación, las coimas por contratos de la Caja del Seguro Social, el video que muestra cómo funcionaria del SENA solicita parte del sueldo a una contratista, etc.
Se acaba de conocer que la Fiscalía presentó avances tanto en las investigaciones por el contrato de estabilidad jurídica para el tramo 2 de la Ruta del Sol como en un otrosí al contrato Ocaña-Gamarra, todo dentro del inacabable escándalo Odebrecht, que le generó ahorros millonarios en impuestos a la constructora para el primer caso (contrato de estabilidad jurídica) y adiciones jugosas para el segundo evento (contrato Ocaña-Gamarra), bajo el manejo de lobistas en el Congreso (los brasileños denominan buldócer al que cumple este papel de tumbar desde el legislativo obstáculos para sus intereses). Se asegura que vía Reforma Tributaria, los sórdidos lobistas Armando Benedetti y Álvaro Ashton, abrieron camino de manera exprés para lograr el cometido, según la Fiscalía, a cambio de coimas por la friolera de $ 2.000 millones de dólares, como comisiones de éxito. Se sumaron a ellos, en la lista de lo grotesco, Musa Besaile (está en todos los actos sucios), Alfredo Cuello y Sandra Villadiego.
Es tan grave la situación que ese contrato de estabilidad jurídica es el primero que se ha celebrado en Colombia por el Estado con un contratista de vías de cuarta generación (4G) y está prohibido en este país otorgar adiciones de contratos a vías que no estén en línea con la función inicial de la vía, que es conectar el centro del país con la costa. Mejor dicho: dos sustratos imposibles jurídicamente de defender y contra-legem. Todo parecía que ya era cuestión del pasado, porque el pago de las multinacionales fue en el año 2012, pero el Fiscal resucitó ese muerto. Armando Benedetti, siempre lenguaraz, folclórico y grosero, se defiende atacando y dando afirmaciones a los medios de que Vargas Lleras es un facineroso y un bandido y que éste y Cambio Radical tienen “capturado” al fiscal Néstor Humberto Martínez. Y agrego que todo se debe a una persecución política. Una auténtica coartada.
Es impresionante que los escándalos de Odebrecht ya han llevado a la Fiscalía a vincular 41 personas en investigaciones, de las cuales ya hay 15 detenidas y 26 con imputación de cargos. Ya hay 2 condenados y 2 próximos a recibir sentencia. Otro gran actor de esta vulgaridad, es Otto Bula, quien ha recibido coimas por todos los lados. Y no menos ligado a este berenjenal están el empresario Federico Gaviria y el exdirector de la ANI, Luis Fernando Andrade.
Transparencia Colombia dijo que “el control de contratos y del empleo público son un problema”. Y lo que es peor: ninguna de entre 167 entidades públicas evaluadas por esta entidad, clasificó en nivel bajo de riesgo de corrupción. Y la Procuraduría, en febrero de 2010, advirtió que “la corrupción carcome la contratación estatal”. Definitivamente contrato se escribe con “cé” de coima.