El secreto no es secreto: está en generar condiciones de vida digna, mediante políticas de equidad que permitan oportunidades de empleo, educación y seguridad sanitaria
Puede ser que el revés que ha sufrido Colombiamoda en los negocios con relación a sus otros años de actividad tenga que ver con asuntos económicos, pero es muy posible que el factor seguridad haya alejado a los expertos participantes de siempre. Medellín ya no es lo que teníamos hace dos años. Ha vuelto la barbarie a apoderarse de nuestras calles, la violencia campea y no hay suficientes talentos para devolvernos la ciudad. Nuestras autoridades locales se han dedicado a jugar al policía de barrio y a quien sabe cuántas cosas más, dejando la problemática social de un lado. En una mezcla de indolencia, ignorancia e incapacidad la administración municipal anuncia por los medios lucha contra de los delincuentes, en un estilo camorrero, indigno de un gobernante.
Desde cuando el actual gobernador era el alcalde, no se veía el grotesco espectáculo del pueblo contra su mandatario. Se supone que la escogencia de un gobernante por medio de la votación universal de su pueblo es la mejor garantía de seguridad: el escogido es el más preciado patrimonio de la gente y, si hay amenazas, deben venir de enemigos de afuera, salvo que la elección no encarne la voluntad popular. Por otro lado, el papel de la justicia no es propiamente perseguir al delincuente sino al delito, no es abatir al autor del ilícito sino erradicar las malas acciones. No es función de los alcaldes ir tras un ladrón, mientras otros males como la corrupción, crecen desenfrenadamente y la ciudad se va desmoronando en un incesante desgobierno, y los controles no funcionan.
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Contrasta lo que ocurre actualmente en Medellín, con lo que se respiraba en la administración anterior. El alcalde Gaviria recorría los barrios de la ciudad, desde los más elegantes hasta los humildes, en medio del cariño de la gente. En la última semana de su mandato, se dedicó a hacer un recorrido final por las obras que había iniciado y, una noche, lo vimos recorrer el Jardín Circunvalar, sin escoltas, con las gentes de los alrededores que lo saludaban y lo sentían como uno de los propios. La clave de su gestión fue cambiar la violencia por oportunidades, la prostitución por el trabajo decente, el arma homicida por la herramienta dignificante. Las autoridades tienen la obligación de velar por el bienestar de los ciudadanos, haciendo que su vida tenga las comodidades que requiere su condición.
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El secreto no es secreto: está en generar condiciones de vida digna, mediante políticas de equidad que permitan oportunidades de empleo, educación y seguridad sanitaria. En la medida en que esto se vaya volviendo una realidad, las condiciones de convivencia mejoran inexorablemente. Esto lo entiende un hombre como Aníbal Gaviria, educado en los principios liberales de respeto por los derechos de los demás. En este país sabemos que el enfrentamiento con lo ilegales no es bueno. Hay que abrir caminos hacia la verdad, la pureza de las acciones públicas y la defensa de la vida. Es grotesco ver las batallas de nuestro alcalde, leer las noticias sobre amenazas de atentados con armas que nadie debería tener. Aunque como están las cosas ya no se sabe en que creer.