La mentira en la política
En este año que ya va llegando a su fin, el mundo ha sido sorprendido por tres grandes hechos políticos cuyo impacto apenas empieza a entenderse, a saber: el triunfo del Brexit en Inglaterra, el triunfo de Trump en EEUU y el triunfo del No en el Plebiscito de refrendación del proceso de Paz en Colombia, todos ellos basados en la mentira utilizada como arma política.
En este año que ya va llegando a su fin, el mundo ha sido sorprendido por tres grandes hechos políticos cuyo impacto apenas empieza a entenderse, a saber: el triunfo del Brexit en Inglaterra, el triunfo de Trump en EEUU y el triunfo del No en el Plebiscito de refrendación del proceso de Paz en Colombia, todos ellos basados en la mentira utilizada como arma política. El triunfo del nacional socialismo en Alemania en 1933 y la invasión a Irak en 2003 en el gobierno del segundo Bush, son también antecedentes próximos en el tiempo, que muestran que el engaño es el arma más eficaz como instrumento del poder y que la propaganda es el gran recurso de los totalitarismos, sean éstos de derecha o de izquierda y de los híbridos populismos, tan de moda hoy en América Latina: regímenes todos que se fundan y mantienen con la mentira y en muchos casos con el terror.
Desde Platón la mentira se ha considerado siempre como un mal, aun cuando, a veces, se tenga como un mal necesario. Sin embargo en Occidente se ha generalizado la idea de que el poder requiere de la mentira, la que se puede definir como simulacro, falso testimonio, incluso virtualidad y, por tanto, lo opuesto a la verdad.
No es la dicotomía entre moralismo y realismo la que nos aquí nos va a ocupar, cuando hay que diferenciar entre la mendacidad del débil y vulnerable, como resistencia al poder despótico y la del fuerte y dominante. Desde Maquiavelo, sabemos bien que toda acción política se orienta a obtener y mantener el poder, no de su ajuste a los imperativos morales, lo que significa que vicio y virtud son principios morales, no políticos. Así es la política, y lo único que podemos oponer al hirsuto maquiavelismo es una opinión ciudadanía vigilante con capacidad crítica madura, que nos permita fijar los límites de lo intolerable y su rechazo mediante la participación democrática que nos conceda el sistema.
Hoy tenemos que formarnos para aprender a examinar la mentira a partir del grado de hostilidad contra el otro o contra la sociedad. Ello implica que debemos ir más allá de los contenidos del discurso político, hasta llegar a cuestionar y denunciar prácticas sofísticas cada vez que aparezcan, así como los consecuentes efectos del engaño a corto y largo plazos. La mentira política como arma del poder afecta no sólo al sumiso receptor sino también nuestra memoria colectiva, a la cual modifica, destruye u oculta.
Un libro reciente del filósofo político contemporáneo Martin Jay publicado por la Universidad de Virginia en 2010, titulado The Virtues of Mendacity on Lying in Politics, todavía no traducido al español, analiza a profundidad la relación entre ética y política y explica la persistencia histórica y la ubicuidad de la mentira en el ámbito político. Este libro y la cátedra sobre filosofía del lenguaje en Platón, dictada este semestre por el Profesor Jairo Escobar del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia, me permiten como lego atreverme a estas disquisiciones sobre la mentira en la política.
Como demócratas liberales pragmáticos, aunque no necesariamente activistas políticos, podríamos concluir con algunas reflexiones:
Ante la avalancha de información y propaganda a que hoy estamos sometidos por los medios y las redes sociales, tan efectivamente utilizados por todos los embaucadores que por ahí rondan, es muy difícil, a no ser que seamos especialistas en una materia específica, discernir lo verdadero de lo falso, lo bien intencionado de lo dañino. Lo que si podemos hacer es educarnos y ejercitarnos en la formación de una consciencia crítica para identificar argumentos sofísticos y engañosos en el discurso político y, por extensión, de cualquier otra naturaleza.
Antes de iniciar una discusión, incluso cualquier investigación, sobre hechos de la realidad, es necesario ponerse de acuerdo con el procedimiento a seguir. De allí la importancia de definir con precisión los términos y conceptos a utilizar en cada contexto.
Como anotábamos en anterior columna sobre sofística y política publicada hace poco en este mismo espacio, es necesario un renacimiento del pensamiento lógico crítico, que denuncie y nos proteja del falso discurso y del engaño de los neosofistas, que con sus simulacros y discursos emocionales y mentirosos están distorsionado la realidad y condenándonos al pasado, lo que amenaza llevar a nuestras sociedades a situaciones de barbarie que creíamos superadas por la razón.
P.D. Los políticos son como las brujas: Existen pero no hay que creer en ellos.
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