La madre Laura y otros hijos piadosos del Suroeste

Autor: Adrian Marcelo Buitrago Gallego
27 febrero de 2017 - 09:40 AM

El Suroeste de Antioquia es una región reconocida por ser la cuna de santa Laura Montoya, pero no es la única que ha sido honrada por la Iglesia Católica. Esta también es tierra de dos beatos, uno de Jardín y otro de Tarso. Los tres pertenecen a la Diócesis de Jericó.

Suroeste

Tras la canonización de la madre Laura Montoya, en mayo de 2013, aumentó el turismo religioso en Jericó, afirmó Edison Molina, quien cuida carros en el parque del pueblo y ve cada fin de semana cómo el pueblo se llena de visitantes de diferentes partes de Colombia e incluso de otros lugares del mundo, la mayoría atraídos por el reconocimiento y los milagros de la santa madre.
Jardín y Tarso son municipios que también se han visto influenciados por los peregrinos que llegan a Jericó. Ese mismo año beatificaron a Jesús Aníbal Gómez, nacido en Tarso, y en 1992 a Juan Bautista Velásquez. Ambos fueron asesinados en la guerra civil española.

Santa Laura Montoya
La casa donde nació la madre Laura Montoya, construida en el siglo XIX, aún conserva partes originales de los años en que ella vivió allí, aunque el interior ha sido modificado para hacer espacio a los visitantes que llegan a pedir intervención divina a la santa.
En la vivienda se guardan reliquias de la madre Laura, como un pedacito de hueso o la pila bautismal, que fue trasladada de la antigua catedral de Jericó hasta allí. Además, hay fotografías de los padres de la religiosa y sus hermanos. También se puede leer su autobiografía y los mensajes escritos de aquellos que tienen algo que agradecer a la madre.
En la casa viven seis religiosas de la Congregación de las Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena (Lauritas). La hermana Delfina González explicó que el objetivo que tienen las religiosas que, como ella, permanecen en el lugar de nacimiento de la santa es atender día a día a los peregrinos. Además, “nuestra acción se extiende a comunidades indígenas y todo aquello que tenga que ver con el anuncio del evangelio a los pobres, a los marginados y a los excluidos”. 
La religiosa señaló que los peregrinos “vienen de todas partes del país y también del exterior, hasta de Jerusalén ha venido gente a pedir favores. En Navidad vinieron unas 15.000 personas. La madre ha concedido muchos favores, por eso los devotos peregrinos traen placas en agradecimiento. Además, la gente de la comunidad hace desfiles el 21 de octubre y el 26 de mayo, porque la quieren mucho”.
Beatriz Herrera es devota de la santa: “Yo vengo a la casa de la madre Laura todos los días. La madre Laura no me ha concedido favores, pero sin embargo yo pienso que será que no lo merezco y sigo viniendo. Ella sí ha concedido, pero más que todo de personas de afuera. En Cali un niño hace cuatro años se curó de unos ganglios cancerosos, así hay muchos testimonios. La gente es muy devota en el pueblo, pero en realidad es más devota la gente que viene de afuera, sobre todo de otros países”.
Gloria Vargas vende recordatorios de la madre Laura a pocos metros de la casa de nacimiento de la santa. Ella estuvo a punto a convertirse hermana de la congregación, pero dice que “la madre Laura decidió que no lo fuera. Le pedí a ella, pero seguramente no me convenía. Yo le tengo mucha fe”. Ella señaló que en el pueblo también hay gente que no cree en la madre.
A su vez, dijo que “las más hermosas reliquias de la santa madre están en Medellín, no en Jericó”. Respecto a los dos beatos de los pueblos vecinos afirmó que “los visitan poco, son poco conocidos”. 
La santa nació en Jericó el  26 de mayo de 1874 y murió en Medellín el 21 de octubre  de 1949. En 2004 fue declarada beata tras aprobarse un milagro obrado por su intercesión. En diciembre de 2012 se dio a conocer la aprobación de un segundo milagro, con lo que se completaron los requerimientos para su declaración como la primera santa colombiana. Fue canonizada por el papa Francisco el 12 de mayo de 2013, en la Plaza de San Pedro.

Los beatos de la Guerra Civil Española
Entre 1936 y 1939 sucedió la Guerra Civil Española. Según datos del Vaticano, en esa época cientos de sacerdotes y religiosos fueron asesinados, entre ellos algunos colombianos. En 1936, en diferentes lugares de España, murieron Jesús Aníbal Gómez, de 22 años, y Juan Bautista Velásquez, de 26.
Juan Bautista Velásquez, junto a otros siete colombianos, hace parte del grupo de 71 mártires hospitalarios beatificado en la plaza de San Pedro el 25 de octubre de 1992.
Luz Marina López, habitante de Jardín, señaló que “el beato Juan Bautista hace milagros, aquí hay una capillita especial sólo de él. También hacen peregrinaciones de vez en cuando, pero muy poco. La gente le pide, pero no es como con la madre Laura”.
Por su parte, Darío Londoño, habitante de Tarso y fiel creyente del beato Jesús Aníbal Gómez, afirmó que en el pueblo “tienen fe en que el proceso de canonización se dé para que llegue a ser nombrado santo. Hay una señora a la que le hizo un milagro, están en camino para canonizarlo. Aquí vienen visitantes y le piden desde antes que lo beatificaran sobre todo por su martirio, por cómo murió”.
El padre Mario Agudelo, de Tarso, señaló que “hay un turismo muy especial por la madre Laura, mucha gente, por quedar cerca, entra aquí. Además, nosotros el 28 de cada mes visitamos la hacienda El Paisaje, donde él nació. El beato hace favores de salud, el curó de cáncer a una señora de Barranquilla, el mismo obispo se va a encargar de ese caso; el mártir no tiene necesidad de esas cosas, pero de pronto logra ser canonizado. La gente tiene mucha fe en él, aquí hay más devoción que en Jardín; allá hay turismo, pero no religioso como tal”.
Hace más de medio siglo  en Tarso declararon al seminarista Jesús Aníbal Gómez su “hijo más ilustre”. El beato fue el único claretiano que murió en la Guerra Civil Española, mientras viajaba con otros seminaristas en tren hacia Madrid el 28 de julio de 1936, días antes de la muerte de los siete colombianos de la Orden Hospitalaria.
La Iglesia Católica los beatificó por ser “mártires de la persecución contra fe que se vivió en esa guerra”, señaló el padre Mario Agudelo.

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