Lo que sí esperamos es que la votación del CD aumente y la bancada uribista se convierta en la mayor fuerza del Congreso
Estamos a menos de dos meses de las elecciones para conformar el Congreso de la República que se llevarán a cabo el próximo 11 de marzo. Y una de las mayores sorpresas es que el Centro Democrático decidió abrir su lista en vez de repetir el exitoso experimento de hace cuatro años cuando utilizó la lista cerrada.
En esa ocasión, dijimos que “elegir, por lo menos, a una veintena de senadores –y un número similar de representantes a la Cámara– honestos, bien preparados, incontaminados políticamente y que no le deban su nombramiento a nadie, ni siquiera a Uribe, será un paso gigantesco en la renovación de las costumbres políticas y le dará un nuevo impulso al Congreso como la institución llamada a liderar la solución de los problemas colombianos” (Una oportunidad histórica, El Tiempo, 30/07/2013).
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Y eso fue lo que ocurrió. La bancada del CD fue ejemplar en materia de asistencia, participación en los debates y calidad de las propuestas. No se dejó comprar por la mermelada gubernamental, pero tampoco se echó como vaca muerta en el camino cuando se propusieron asuntos de alto interés para los colombianos. Incluso, en momentos facilitó la formación del quórum para votar proyectos necesarios impulsados por el gobierno. Y, como era de esperarse, fue el principal bastión de resistencia a la entrega del país a las Farc. Sin su oposición enhiesta las cosas habrían ido más lejos y, probablemente, ya habríamos pasado el punto de no retorno.
Ahora, sabemos que las listas cerradas pervierten la política transformando la contienda electoral en una plaza de mercado plagada de microempresas electoreras dispuestas a lo que sea para conseguir los votos que conviertan al mercachifle de turno en un ‘Padre de la Patria’ (o una ‘Madre’, claro), por lo que muchos suelen endeudarse a niveles astronómicos no solo para efectos de campaña (publicidad, movilizaciones, visibilidad en los medios, etc.), sino propiamente para comprar los votos, pues toca llegar o llegar para poder pagar el préstamo. Pero la deuda es tan grande que no se logra cubrir con el sueldo completo de los cuatro años, ni siquiera sumándole el pago por reposición de votos y hasta los sueldos de los integrantes de la Unidad de Trabajo Legislativo. Por tanto, las únicas salidas son dejarse enmermelar por el gobierno de turno, comprometiendo la independencia, o robar. Eso es lo que está en juego: lista cerrada, se vota por las ideas; lista abierta, se vota por las personas.
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Algunos analistas sostienen que el CD podría aumentar su votación gracias a la lista abierta por cuanto cada integrante deberá trabajar y esforzarse al máximo para conseguir votos. Sin embargo, la verdad es que, aparte de familiares, vecinos, amigos y algunos paisanos, espoleados por el regionalismo, la mayoría de los integrantes del CD no pasarán de unos cuantos miles de votos por la sencilla razón de que no manejan clientelas, no tienen maquinaria, ni (creo yo) se van a embarcar en la aventura de endeudarse hasta el cogote para comprar su elección. La lista abierta es muy buena para esos partidos que están llenos de barones electorales, de resto no.
Tal vez, la mayor y única ventaja es que los dirigentes del partido se quitaron de encima el dolor de cabeza de tener que confeccionar una lista en la que solo los primeros podrán obtener curules, condenando al resto a ser convidados de piedra. Con la lista cerrada todos tienen opción, siendo arrastrados por esa poderosa locomotora que es Álvaro Uribe en orden de votación. Porque, eso sí, los dos millones de votos de hace cuatro años eran de Uribe y este año será igual. Aunque también habrá que ver si la lista resulta beneficiada por ese intrincado mecanismo de la cifra repartidora (método d’Hondt), que a veces hace estragos. Lo que sí esperamos es que la votación del CD aumente y la bancada uribista se convierta en la mayor fuerza del Congreso, impulsando de paso el triunfo de su candidato a la Presidencia de la República.