Hay un amplio lugar para el pesimismo porque lo que vemos, más allá de lo evidente, es una estrategia de Kim Jong-un para ganar tiempo en el perfeccionamiento de su carrera armamentista y de los misiles con los que amenaza alcanzar a Japón y a la costa oeste de los Estados Unidos.
Un inesperado optimismo ronda por estos días a la comunidad internacional después de que el martes se celebrara una reunión de alto nivel entre delegaciones de los gobiernos de Corea del Norte y Corea del Sur en la llamada “zona desmilitarizada”, en la cual ambas naciones optaron por aliviar la tensión regional mediante la reapertura de un canal de conversaciones de tipo militar y facilitando la participación norcoreana en los Juegos Olímpicos de invierno que se celebrarán en la surcoreana ciudad de PyeongChang.
Lea también: Las dos Coreas optan por aliviar la tensión en una reunión histórica
El primer paso para este clima de distensión que ahora se respira vino del sur que, con el compromiso de celebrar exitosamente la justa deportiva y garantizar la tranquilidad de los atletas y los espectadores, quienes estarán a escasas 50 millas de la frontera, envió señales de apertura al diálogo a su homólogo del norte, buscando seguramente aliviar los temores de los turistas, que imperan a juzgar por la baja venta de boletas para las distintas competencias. No se olvida, por ejemplo, que Corea del Norte boicoteó los Juegos Olímpicos de verano de Seúl’88, hecho que fue ligado por las autoridades con el atentado terrorista contra el vuelo 858 de Korean Air, que explotó el 29 de noviembre de 1987 y que, según se estableció, pretendía sabotear el turismo durante las justas.
Conozca más: Trump hablará con Corea del Norte "en momento apropiado"
El mayor gesto amistoso desde el sur fue el aplazamiento de las maniobras militares anuales que realizan Seúl y Washington, y que el norte siempre ha visto como ensayos para invadir su territorio. Por eso la respuesta de Kim Jong-un para mejorar los lazos con su vecino y enviar una delegación a los Juegos de PyeongChang no resultó, a la larga, tan sorpresiva.
Aunque la delegación que cruzará la frontera para defender los colores de la República Popular Democrática de Corea, como es su nombre oficial, podría estar integrada por apenas dos atletas, una pareja de patinadores sobre el hielo que cumplen la marca técnica exigida por el Comité Olímpico Internacional, el valor simbólico de esa presencia ha desatado el furor de la comunidad internacional, que ve un puente tendido para que los dos países, en guerra estancada desde 1953, vuelvan a hablar de paz. Los más optimistas ven, incluso, una señal de Kim para ceder a las condiciones impuestas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, cuyas sanciones se han venido endureciendo en los últimos años, incluso con el apoyo de China.
También: Despliegues diplomáticos para combatir la amenaza norcoreana
Nosotros, en cambio, nos reservamos el optimismo, aunque damos la bienvenida a la decisión del norte de restablecer los canales de comunicación y enviar su delegación a los Juegos de Invierno. El deporte, como lo hemos sostenido reiteradamente, siempre será la mejor oportunidad para olvidar las diferencias, tal como lo expresa también el espíritu olímpico. Infortunadamente, hay un amplio lugar para el pesimismo porque lo que vemos, más allá de lo evidente, es una estrategia de Kim Jong-un para ganar tiempo en el perfeccionamiento de su carrera armamentista y de los misiles con los que amenaza alcanzar a Japón y a la costa oeste de los Estados Unidos. De manera paralela, creemos que su intención de crear un ambiente de mayor entendimiento tiene como agenda oculta intentar resquebrajar la relación de Corea del Sur con los Estados Unidos, aprovechando que el actual presidente de ese país, Moon Jae-in, ha defendido los canales diplomáticos en su relación con el norte, lo que le ha generado ya tensiones con el “estilo Trump”, quien con su manera de proceder ha desconcertado hasta a sus aliados. De hecho, ya se notan fisuras entre ambas naciones, lo que podría ser capitalizado por Kim usando, además, el discurso del supuesto “enemigo común”, que es Japón, para mantener cerca a su vecino del sur.
Le puede interesar: Controles a Corea del Norte
En este ajedrez estratégico China, como era de esperarse, ha sido uno de los más interesados en alentar el buen ambiente entre las coreas, pues de este modo sigue neutralizada la razón por la cual se ha mantenido como aliado del régimen de Kim Jong-un, que no es otra que mantener a raya a los Estados Unidos que, con una Corea unificada y a su favor, llevaría al patio trasero chino sus bases y activos militares. Entre tanto Japón, donde los ejercicios de seguridad y protocolos de protección nuclear se han intensificado en los últimos meses, tendrá que seguir adelante con sus planes de protección, pues en cualquier escenario, con las coreas en diálogo o en confrontación, siempre serán el blanco predilecto si llegara a estallar un conflicto en la región.