La izquierda desafía a la tradición

Autor: Nacho
16 junio de 2018 - 06:06 PM

Una enorme prueba tiene este domingo la democracia colombiana, con el reto que significa que un candidato que fue guerrillero, Gustavo Petro, esté disputando en segunda vuelta la Presidencia de Colombia a la política tradicional, representada por el uribismo a través de toda una revelación política como ha sido en esta campaña Iván Duque.

Medellín

Por primera vez en la reciente historia política y electoral de Colombia un candidato de la izquierda democrática, proveniente de grupos guerrilleros, desafía en las urnas a la política tradicional, representada esta vez por una de las tendencias que en los últimos 16 años ha influido fuertemente en el manejo del Estado: el uribismo.

Por eso la quinta vez que se requiere del empleo de la segunda vuelta presidencial es inédita, sin antecedentes y tirando a histórica. El uribismo, rodeado de la clase política, se mide a un rival y a otro modelo de país: la izquierda, en la instancia definitiva y decisoria por el poder del ejecutivo nacional o del manejo del presidencialismo colombiano.

Nunca antes y después de la Constitución de 1991, las fuerzas antagónicas o antónimas al régimen que ha orientado, bien o mal, a Colombia desde 1819, hace 199 años, habían retado de tal manera al establecimiento o a los ostentadores del poder público o a la democracia criolla.

Ni por la vía violenta o de las armas, en medio de los dolores y tragedias que causaron, los combatientes insurgentes o revolucionarios estuvieron tan cerca, como ahora, de producir un revolcón político en Colombia.

En las cuatro finales en segunda ronda de los últimos 24 años: 1994, 1998, 2010 y 2014, la izquierda colombiana nunca logró los votos para pasar a la segunda vuelta, en las cuales se midieron liberales y conservadores, uribistas e independientes de centro y uribistas contra exuribistas. Pero en ningún momento tendencias contrarias a la tradición política colombiana han estado en esta instancia, con la muy interesante excepción en el 2010 de los profesores Mockus y Fajardo, que encarnaron un proyecto alternativo contra la politiquería, el clientelismo y la corrupción, pero no de izquierda, que logró inquietar a las castas dominantes, y que sigue muy vivo y con mucho futuro político, si nos atenemos a la contundente demostración que acaban de dar al superar los 4 millones de votos con Fajardo y Claudia López y disputarle al petrismo la clasificación a la gran final de este 17 de junio.

Entonces, la democracia nacional enfrenta este domingo una muy interesante encrucijada entre dos modelos, estilos y concepciones de país. Por un lado un profesional muy capaz y sorprendente, que ha descrestado, Iván Duque Márquez como vocero del uribismo, y por el otro lado Gustavo Petro Urrego, que aunque para muchos no es el mejor candidato que podría representar a la izquierda, ha llamado poderosamente la atención por la campaña política que ha desarrollado y muchos preguntan cuáles son las motivaciones que han llevado a cinco millones de colombianos a darle una oportunidad en las urnas.

Entre tanto, hay que volver a recalcar que el controvertido expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez, antes como congresista con la aprobación de varios proyectos de ley, caso la ley 100 de Seguridad Social, pero sobre todo después de sus ocho en la conducción del Estado desde 2002, sigue incidiendo e impactando la vida política colombiana. No sólo llevó al poder a Juan Manuel Santos, a quien casi derrota después de la ruptura entre ambos, sino que ha aguantado y sobrevivido a sus ocho años de gobierno y ahora revive con Duque Márquez, toda una revelación política, en medio de su inexperiencia, de una nueva generación de colombianos que quiere aportar  al manejo de la público.

Lea también: Goles y votos

 

Una clase media decisiva  

Muchos se hacen la pregunta sobre cuáles son las razones o las causas para que un uribista esté nuevamente a punto de retornar al poder y por qué un líder de izquierda y exguerrillero está causando tanta inquietud con su muy elocuente posibilidad electoral.

Conversado sobre estas temáticas con la periodista y directora de El MUNDO, Luz María Tobón, aportó y expresó un comentario que puede ayudar a entender  y a responder esos interrogantes.

En su criterio hoy existe en Colombia una creciente clase media que logró, con mucho esfuerzo, prepararse académicamente e ingresar al mundo laboral, todo lo cual le ha permitido tomar posiciones políticas y participar activamente en las decisiones democráticas de la nación, en muchos casos hacia sectores contrarios a los tradicionalmente vigentes.

Y además agregó una situación que ha movilizado electoralmente a ese importante y ya masivo conglomerado de colombianos y es que está agotado y  cansado por culpa de los desaciertos de la clase dirigente en la conducción del Estado, sobre todo por un aspecto que ha causado profunda indignación en esa clase media, como son los más de 30 escándalos de corrupción con los que se han esquilmado millones de recursos al país.

Esto ha sido un caldo de cultivo para que hoy en día, 9 millones de colombianos que votan, hayan tomado el camino que lideraron Petro y el fajardismo contra ese flagelo mundial, pero que afecta drásticamente a los colombianos, como es el robo de los recursos que son de todos.

Lo anterior explica los casi 5 millones de votos por Gustavo Petro y los 4,5 millones de sufragantes por Sergio Fajardo, guarismos electorales de colombianos que por ese malestar generalizado se apartaron de la política tradicional por sus yerros en la orientación de la cosa pública.

Pero además hay otro gran motivo para esa nueva tendencia en el comportamiento electoral de los colombianos y está directamente relacionada con la casi nula popularidad con que está llegando a su epílogo el gobierno del presidente Juan Manuel Santos.

El mandatario nacional fue incapaz de conectarse con el pueblo colombiano y sus erráticas decisiones en los campos de la economía, en lo social y en lo político, fueron factores determinantes que llevaron al rotundo fracaso de sus candidatos Humberto De la Calle y Germán Vargas Lleras, que fueron duramente castigados por el electorado en la reciente y aleccionadora primera vuelta.

Y pese a que el santismo golpeó y persiguió directamente y con todo a lo que oliera a uribismo, este estilo de gobierno, que también es culpable por muchos excesos que muchos colombianos estén hoy buscando otras alternativas políticas, fue capaz de sobrevivir y con su candidato Iván Duque son este domingo favoritos para recuperar el manejo del Gobierno Nacional. Es decir, el santismo con todo su poder desde el Estado, no fue capaz de exterminar a Uribe y por el contrario le dio más alas para su muy posible indirecto retorno presidencial.

También le puede interesar: La izquierda huele el poder

Algo similar sucedió con Gustavo Petro por la implacable persecución por parte del exprocurador Alejandro Ordóñez, que lo convirtió en una víctima ante muchos colombianos que hoy se solidarizan con él y lo apoyan en sus planes futuros, aunque parece que no saben que como gobernante de Bogotá no fue un ejemplo a seguir y profundizó con su gestión la lucha de clases entre el opulento norte y el duro contraste sureño dentro de esa misma urbe.

Así las cosas, atribuyen en gran parte a esos insumos o ingredientes señalados, las razones que hoy llevan a los electores colombianos a tomar posición entre dos posturas radicalmente opuestas y que demuestran el contundente revés del gobierno santista saliente ante el pueblo, al no tener competidores en busca de su continuidad.

 

La segunda vuelta

Esta modalidad electoral se inventó para conseguir dos objetivos. Darle una mayor legitimidad al mandatario que logre el triunfo final y que esto se cristalice mediante un juego de alianzas con los sectores políticos que quedaron al margen de la competencia electoral y atraer a electores libres que no votaron por ellos en la primera vuelta.

Precisamente esa es la tarea o gestión que vienen haciendo desde la noche misma de los resultados de la primera vuelta presidencial los candidatos finalistas Iván Duque y Gustavo Petro para aumentar su caudal electoral, pero con un tercer invitado, como es el voto en blanco, al que han llamado a sufragar varios dirigentes que no se sienten representados por los dos polos en contienda.

El voto en blanco en la segunda ronda podrá tener un mensaje político, pero ninguna consecuencia jurídica electoral y aunque sólo tenga una validez simbólica, su presencia en la tarjeta electoral contribuye a evitar la abstención y también a que se anule el voto.

Iván Duque ha recibido el apoyo institucional, según sus propias palabras, de los partidos que en los últimos años chocaron políticamente con el uribismo, como los liberales, conservadores, cambiorradicales y algunos santistas que quedaron en libertad. Pero con ellos ha sido muy enfático que recibe esos apoyos bajo dos premisas. Un proyecto de país y un programa de gobierno, pero con nada que tenga que ver con acuerdos clientelares o burocráticos. Claro que esto siempre lo advierten los candidatos en las campañas políticas y después pasa lo contrario ya gobernando.

Entre tanto, Gustavo Petro en su desesperación de sumar votos ha modulado y moderado su discurso de izquierda expropietaria y también ha aceptado el respaldo de políticos que antes criticaban duramente su chavismo venezolano, como el caso de Claudia López.

Además vea: Del extinto bipartidismo al uribismo o a la izquierda

Por todo esto el país ha salido a cuestionar la falta de coherencia de ambos aspirantes, pero se olvida que en política, sobre todo electoral,   no hay enemigos eternos y los contrarios de hoy podrían ser los socios del mañana. Y en este caso la historia entrega el mayor ejemplo para estas situaciones cuando el capitalismo inglés y norteamericano se tuvo que unir al comunismo para derrotar al nazismo y al fascismo.

Así las cosas, ya las cartas están jugadas e Iván Duque arranca la jornada de este domingo con una cómoda ventaja electoral de 2.7 millones de votos sobre Gustavo Petro, y que podría resultar suficiente, toda vez que ambos subirían en votación. Pero muchas veces la política es el arte de lo impredecible.

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