Qué ira, qué indignación la del ministro, muñeco del gran ventrílocuo Santos
Cuando las Farc violaron, en repetidas ocasiones, el cese al fuego, el ministro de defensa Luis Carlos Villegas, habló tan bajo, pero tanto, que el país no lo escuchó denunciar esas felonías, a pesar de que militares y policías colombianos perdieron la vida.
El Eln, durante la negociación de la entrega de nuestro estado a esa guerrilla, ha asesinado, secuestrado, volado infinitamente el tubo del oleoducto, sin embargo, el mencionado ministro ha hablado tan bajo, pero tanto, y ha actuado tan poco o nada, para defender a los colombianos, que ya esa guerrilla, dizque firmó un cese al fuego “bilateral” (con alegría del Papa incluida) que no renuncia al secuestro “defensivo”, es decir, el que le produce dinero; como quien dice, que no desistió de secuestrar.
En cambio, hoy, cuando las Farc deberían haber entregado todas las caletas de armas, dinero y cocaína, nos encontramos con que faltan 298, según la misión de la Onu (porque al país no le consta), el señor ministro Villegas, habla duro, pero tanto, del desarme total de esa guerrilla y el logro de la “paz”.
Y a Estados Unidos le habló tan duro, pero tanto, porque dijo la verdad sobre el aumento de las hectáreas de coca- se calcula que para este año lleguen a 200.000- y de la fabricación del alcaloide, desde que la negociación con las Farc llevo al gobierno nacional a renunciar a la aspersión aérea, en 2015, que él piensa que lo escucharon en la Casa Blanca.
Lo único que le faltó decir a Villegas es que si los Estados Unidos seguían haciendo la exigencia racional de que se eliminen los cultivos y la producción de cocaína en nuestro territorio -porque están envenenado la juventud norteamericana y constituyen una amenaza para su seguridad nacional, por los vínculos y redes criminales que se forjan entre nuestros terroristas y los terroristas islámicos- procederíamos como el hijo de Maduro, que amenazó con invadir a New York, que para este genio era la capital de USA.
Qué ira, qué indignación la del ministro, muñeco del gran ventrílocuo Santos. Recordó las incautaciones, como si estas significaran la disminución del tráfico hacia el país del norte y no una prueba del aumento desmedido de la producción de cocaína.
Y lo que es peor, la gran producción de coca y del comercio ilegal del clorhidrato de cocaína también están convirtiendo aceleradamente a nuestros jóvenes en adictos, causando un estrago mayor en nuestra salud pública y un hueco enorme en nuestra propia seguridad nacional. Porque, no nos podemos olvidar, de que es tal la cantidad de cocaína en Colombia, que el mercado nacional es una necesidad creciente para estos vampiros, como lo prueban las miles de bandas, manejadas por las guerrillas y sus socios de las Bacrim, que pululan en las grandes ciudades, pero también en las medianas y en las chicas, que controlan la vida social donde operan y causan violencia sin cuenta en esos lugares.
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Y por supuesto, este negocio terrible también constituye una amenaza para nuestra seguridad nacional. La renuncia del gobierno de Santos a combatir de verdad y a fondo los cultivos ilícitos, está diseñada para satisfacer la doble necesidad de la guerrilla de las Farc de continuar con este nefando negocio con sus aliados Eln y Bacrim, y ahora con el mismo perro y distinto bozal, las llamadas disidencias, el brazo armado narcotraficante que conservaron para combinar todas las formas de lucha…y de tráfico; y de paso, mantener el control de grandes comunidades rurales para sus propósitos aviesos de crear una Colombia narcosocialista.
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Y no debe olvidársenos, que la dictadura venezolana se alimenta del narcotráfico de las guerrillas colombianas, de las cuales es, además de aliada política en el proyecto de crear una “patria” narcobolivariana o narcosocialista, una socia de primer nivel para el transporte y la comercialización de cocaína en el mundo, algo que está completamente documentado y fuera de toda discusión.
El señor Villegas, iracundo, dice que este año van a erradicar 100.000 hectáreas, 50.000 de ellas por la fuerza y 50.000 voluntariamente. Pero lo que muestran los hechos es que las comunidades cocaleras se resisten y que el gobierno no ha mostrado prueba alguna de las que ha erradicado por su propia iniciativa. Ese cuento le durará hasta diciembre, y en enero, a la hora de los balances, el país “descubrirá” lo que ya sabe: que la siembra y la producción crecieron y el país se verá abocado a una descertificación de los Estados Unidos, y lo que es peor, a comenzar de nuevo para recuperar al país de la amenaza narcoterrorista, luego de haber perdido el esfuerzo de ocho años, durante el gobierno de Uribe.
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