La poética de Meira Delmar navega indefectiblemente entre el mar (o la mar), el amor, y el sentimiento atávico de sus raíces libanesas.
Tuve la dicha de conocer a Olga Isabel Chams Eljach, en una de sus visitas a Medellín. Nuestra gran poeta Olga Elena Mattei (poeta, como a ella le gusta que le llamemos, que no poetisa), me dijo un día: “ven esta tarde al teatro Lido, que quiero presentarte a Meira Delmar, y ella quiere conocerte)”. Me encontré con una mujer jovial y feliz, que, no obstante su edad, mostraba en su sonrisa y en su rostro, muchos rasgos finos y bellos, acentuados por unos ojos vivos e inteligentes. Un gran regalo para mí, sin duda, el abrazo de la mujer que maravillaba al mar Caribe, a Colombia y a buena parte del mundo con su poesía fecunda, fresca, abundante, con sabor a mar y olor a cedro; a esos cedros que crecen y florecen como una fiesta luminosa en su mítico Líbano. Porque es innegable que la poética de Meira Delmar navega indefectiblemente entre el mar (o la mar), el amor, y el sentimiento atávico de sus raíces libanesas.
Como en Colombia no hemos podido salir de esa costumbre intonsa de valorar el trabajo y la vida de nuestros creadores, poetas, deportistas y artistas, tan sólo después de la muerte, digamos que su fallecimiento, hace escasos 8 años, parece ser el capitán de ese velero, que ahora viaja raudo por los países del mundo, maravillando con su siempre fresca obra literaria. Ambos: mar y amor, se funden no pocas veces, para viajar juntos hasta el puerto de la celebración y el canto ellos (el amor y el mar), se imbrican plácidamente para volar en metáforas mareadas de belleza, de esas que sólo escapan de los espíritus luminosos. Como su lejano y filial Simbad, su poesía deambula entre mares ignotos y amores ciertos, que de tanta belleza, terminan siendo dolorosos. En Verde mar, dice nuestra Meira:
“De tanto quererte, mar, / el corazón se me ha vuelto marinero. / Y se me pone a cantar / en los mástiles de oro / de la luna, sobre el viento. / Aquí la voz, la canción. / El corazón a lo lejos, / donde tus pasos resuenan / por las orillas del puerto. / De tanto quererte mar, / ausente me estas doliendo / casi hasta hacerme llorar. ¡Mar! / Y es como si, de pronto, / se hiciera claridad. / Ángeles desnudos. Ángeles / de brisa con luz. Cantar / del agua que danza una / zarabanda de cristal. / Islas, olas, caracolas. / Grito blanco de la sal... / Y el corazón, de latido / en latido, dice ¡Mar!”
Recordemos que Olga Isabel Chams Eljach, nació en Barranquilla, capital del departamento colombiano del Atlántico, el 21 de abril de 1922; era hija de los libaneses Julián E. Chams e Isabel Eljach. En el poema Cedros, se lee: “La voz del padre, entonces, / inclinóse a mi oído / para decirme, quedo: / “Son los cedros del Líbano / hija mía”.
El pasado 18 de marzo de 2017, se cumplieron 8 años del fallecimiento de la, a mi juicio, poeta más grande de Colombia, Olga Isabel Chams Eljach, que todos conocemos con el hermoso seudónimo de Meira Delmar. Cómo no recordarla, si su poética es una fiesta de mar, amor y cedros.
Para provocar su lectura, aparte de estos comentarios enamorados y valorativos, digamos que Meira Delmar, recibió distinciones, como: Doctorado Honoris Causa en Letras de la Universidad del Atlántico, Medalla de Honor al Mérito de la Sociedad de Mejoras Públicas del Atlántico, Medalla de Honor al Mérito del Club Rotario de Barranquilla; en1998, le fue otorgada la Medalla Gran Orden del Ministerio de Cultura de Colombia; igual, la Medalla Simón Bolívar del Ministerio de Educación; Placa de Honor al Mérito y Medalla Pedro Biava del Centro Artístico de Barranquilla; declarada Venera de la Sociedad Interamericana de Escritores. La Medalla Puerta de Oro de Colombia de la Gobernación del Atlántico. La Orden al mérito cultural Luis Carlos López de la Gobernación del departamento de Bolívar; el Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento de la Universidad de Antioquia, y el Botón de oro de la Corporación Universitaria de la Costa.
Sus obras, que debemos leer y releer, se glosan, así: Alba de olvido (1942), Sitio del amor (1944), Verdad del sueño (1946), Secreta isla (1951), Huésped sin sombra, Antología (1971), Reencuentro (1981), Laúd memorioso (1995), Alguien pasa (1998), Pasa El Viento: Antología Poética 1942-1998 (2000), y Viaje al Ayer (2003).