Este viernes el Centro Nacional de Memoria Histórica lanza su informe: La guerra inscrita en el cuerpo, en el que se evidencia que pese a decir lo contrario, la violencia sexual ha sido un arma sistemática de violencia empleada por los grupos armados, empezando por sus líderes.
15.076 personas fueron víctimas de delitos contra la libertad y la integridad sexual desde 1958, según el Observatorio de Memoria y Conflicto en un informe que lanzará este viernes en Bogotá y el próximo martes en Medellín en la Casa de la Memoria. Aunque renglón seguido, el Observatorio resalta que esta cifra es altamente inexacta en la realidad por el amplio subergistro que existe por el miedo y la “normalización” de esta forma de violencia en las regiones.
La guerra inscrita en el cuerpo es una investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica que se inserta en un trabajo de casi diez años con apoyo de OnuMujeres, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), y con la colaboración de distintas organizaciones de mujeres. El informe es una sumatoria de 227 testimonios en el que están documentadas todo tipo de violaciones a los derechos humanos y la integridad sexual de las víctimas. Pero también es una declaración de resistencia y un manifiesto, incómodo si se quiere, en medio de la implementación de los acuerdos de Paz, porque tal como lo asegura Rocío Martínez Montoya, principal investigadora del informe: “Todos los grupos armados niegan una actuación sistemática de abuso sexual, incluso manifiestan abiertamente que lo prohíben dentro de la organización, pero la verdad de miles de víctimas está ahí y dicen lo contrario”.
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"La violencia que se ha ejercido sobre las mujeres en el marco del conflicto se ha basado en prácticas y creencias históricas como que los hombres deben imponerse ante la voluntad de las mujeres y aplicar castigos cuando encuentran mujeres con la fuerza para ejercer liderazgo o iniciativa, y así marcar un ejemplo brutal a las más jóvenes para que sean sumisas bajo el riesgo de sufrir lo mismo que sus mamás. Además las niñas y adolescentes se convirtieron en los trofeos para los comandantes paramilitares y guerrilleros. Botín de guerra y un macabro incentivo para los demás integrantes de estos grupos", explica Martínez.
De hecho Raúl Reyes, comandante y vocero de las Farc, sale en el informe como el responsable de decenas de violaciones a cientos de niñas y jóvenes que por años hicieron parte de su grupo de escoltas. “Él (‘Reyes’) siempre llevaba su doble intención, porque a él le gustaba cogerlo a uno que para escolta, siempre tenía muchachas así y después abusar de uno (…) Fui escolta de él casi 16 años (…) Pero la rabia con él era mucha, es que él lo cogía a uno y era que a las malas tenía uno que estar con él. (…) No sé si en todos los grupos será igual, pero eso es lo más duro, porque eso es como una mancha que queda ahí que uno no se la puede borrar, a toda hora uno mantiene como eso”, cuenta Gina, una exguerrillera que hace parte del informe.
Pero la penosa historia de la guardia de Raúl conformada por jovencitas no es un caso aislado en el marco de la guerra. De hecho, en el conflicto armado, las víctimas de violencia sexual han sido principalmente mujeres entre 15 y 19 años. El informe habla de 2.654 víctimas en ese rango de edad.
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Incluso hace un año, la Fiscalía General de la Nacion publicó un informe en el que señala la práctica sistemática de violencia sexual al interior de la guerrilla sobre todo contra menores entre los catorce y los 17 años. De hecho, en uno de los computadores de alias mono jojoy las autoridades encontraron un documento en el cual el miembro del secretariado ordenaba: “La planificación es obligatoria y en los casos de embarazo realizar el legrado. Mantener el secreto de las áreas de los hospitales…”.
Más allá de realizar una investigación a profundidad, con protagonistas, análisis y cifras sobre la vergonzosa historia de violencia sexual que han ejercido durante décadas las guerrillas, los paramilitares y también los agentes del Estado (en el informe se habla de 206 casos de delitos sexuales cometidos por miembros de la Fuerza Pública), La investigadora Rocío Martínez señala que el objetivo del informe es marcar un punto de quiebre. “Más allá del repudio que nos puede causar conocer estas historias, el objetivo es que asumamos todos como sociedad que no podemos permitir que el silencio siga facilitando el actuar de los victimarios y la impunidad”, dice Martínez.
Pero además, la investigadora resalta con vehemencia que la valentía que han demostrado estas mujeres exponiéndose incluso a nuevas amenazas tras sus testimonios debe retribuirse con justicia. “Que se juzguen los delitos sexuales contra menores de edad por la justicia ordinaria y no en el marco de la Justicia Especial es un punto a revisar y al cual le caben muchos aristas. Pero el tema va más allá, porque las leyes contra esta clase de delitos siempre han existido y no necesariamente han significado justicia y reparación para las víctimas, la violencia sexual en el conflicto armado tiene una impunidad del 90%”, asegura Martínez, quien repite insistentemente en la obligación que tienen los miembros de las Farc de reconocer los crímenes sexuales que cometieron de la misma forma en que deben confesar un secuestro, extorsión o asesinato. Porque dice Martínez que entre los exguerrilleros parece existir una especie de temor o aversión a confesar delitos sexuales.
Entendido de esta forma, el impacto de este informe La guerra inscrita en el cuerpo y de los posteriores que abarquen la problemática, será alejarse de la revictimización, una forma errónea de asimilación por parte de la sociedad.
Sobre este partícular la periodista Jineth Bedoya manifiesta que en el informe que saldrá sobre violencia sexual en el conflicto armado colombiano decidieron no volver a contar el momento en que las mujeres que entregaron su testimonio sufrieron los diferentes abusos y preguntarles mejor sobre su vida a partir de ese hecho. “Las respuestas fueron increíbles”, dice Jineth quien recuerda que una de las mujeres que fue víctima de violación en el Tolima en 2009, enfocó su relato en los detalles de cómo salió adelante con el apoyo de sus hijos. “Es muy bonito porque no es la historia de la violación, es qué pasó con esa mujer después. Las violaciones las estamos contando en dos páginas de informe con las cifras a nivel nacional o que Raúl Reyes era un depredador sexual. Pero otra cosa es a esas mujeres darles la voz de poder. La voz de poder es decir: me violaron pero salí adelante”, concluye la periodista.