La geometría

Autor: Pedro Juan González Carvajal
25 abril de 2017 - 12:07 AM

Einstein consideraba, como Platón, al dodecaedro como la figura geométrica perfecta.

Por allá a principios del año 1972, tuve mi primera clase de geometría en el Colegio de San José por parte del inolvidable profesor Don Jesús Carmona, quien nos saludó y nos recibió con esta perla, que luego supimos que era la piedra angular de la Geometría Euclidiana: “La menor distancia entre dos puntos es una línea recta”. Yo todavía no asimilo muy bien como a partir de este Teorema, Euclides pudo imaginar y comprender un universo.

Fue Platón quien consideró la “matematización de la naturaleza”. El cosmos, sostuvo, era la creación de un artesano benevolente, un dios racional, el Demiurgo, la personificación de la razón. Para Platón, fue él quien creó el orden a partir del caos, un orden que el filósofo (apropiándose de la idea de Empédocles sobre las cuatro raíces –tierra, agua, fuego y aire- y bajo la influencia de Pitágoras) consideraba reducible a triángulos. Los triángulos eran, decía, la entidad básica del mundo. Esta “atomización geométrica” explicaba tanto la estabilidad como el cambio. En la época de Platón ya se sabía que existen solo cinco cuerpos geométricos regulares: el tetraedro, el octaedro, el icosaedro (formado por veinte triángulos equiláteros), el cubo y el dodecaedro (formado por doce pentágonos). Platón relacionó cada uno de éstos con las raíces: fuego=tetraedro; aire=octaedro; agua=icosaedro; tierra (la raíz más estable) =cubo. El dodecaedro afirmó, se identificaba con el cosmos en su conjunto”.   

Einstein consideraba, como Platón, al dodecaedro como la figura geométrica perfecta y sostenía que en el universo existían, doce dimensiones, asociadas a los doce pentágonos que lo configuraban, de las cuales los humanos hasta el momento conocíamos solo tres, a saber: largo, ancho y alto, y estábamos comenzando a reconocer la cuarta: el tiempo.

Se quejaba Einstein de su falta de conocimiento matemático para poder, mediante la abstracción matemática, adentrarse mucho más a estas otras dimensiones anunciadas. 

El orden del cosmos, promovía la existencia de la belleza y de la estética, superando a la entropía como fuerza fundamental tendiente al desorden y al caos.  Hoy por hoy, la explosión demográfica desbordada, ha traído enormes consecuencias que atentan contra una vida que gire alrededor de lo bello, de lo estético y de lo ordenado. La creciente y desorganizada urbanización, el uso intensivo de los productos derivados de los hidrocarburos con sus nefastas consecuencias para la vida en todas sus formas y para el propio planeta, cuya naturaleza se ve amenazada, la producción desbordada de residuos, por un lado, y por otro, el vértigo del actual ritmo de vida, el consumismo, la falta de objetivos y de sentido de pertenencia, hacen de los humanos en los albores del Siglo XXI, unos semi autómatas vacíos, sin principios, ni horizonte, esclavos del trabajo o de los vicios, que no alcanzan a tener conciencia de lo que la vida humana implica y de lo que el concepto de humanidad obliga, abarca y compromete.

El sentido de lo estético tanto en lo material como en lo espiritual, se ha deteriorado   o perdido. El concepto de belleza se ha comercializado y los arquetipos van y vienen en una carrera del cambio por el cambio, que todo lo vuelve artificial, pasajero y desechable.

Para completar el panorama, el egoísmo triunfa sobre la solidaridad, y el “sálvese quien pueda” terminará finalmente con todos.

Una de las pocas verdades que aún hoy se consideran y respetan es el llamado Teorema de Pitágoras, que dice ”en todo triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos”.

Ante esta verdad eterna, en el momento actual, todo es paz y armonía, ya que el Teorema de Pitágoras no toca ni atenta contra ningún interés humano, hasta que, como van las cosas, no falta si no que aparezcan dueños de la hipotenusa o de los catetos y “se tiren en la batica de cuadros”.

Sigamos insistiendo en la necesidad de dotar a Medellín con un verdadero Coliseo de Espectáculos.

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