Es necesario pues que resplandezca la verdad en los sucesos donde está implicado el señor Santrich para bien del proceso de paz.
La captura de Seuxis Hernández Solarte, más conocido como Jesús Santrich, el pasado lunes y con fines de extradición es tal vez el origen de la más grave crisis del proceso de paz que se firmó entre el Estado colombiano y la antigua guerrilla de las Farc. Ya lo había previsto cuando desde esta misma columna había afirmado que era más complejo el manejo del posconflicto que las discusiones para lograr la paz. Así viene resultando.
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Santrich, según lo viene afirmando la Fiscalía y los medios de comunicación, fue seguido y sus teléfonos interceptados por organismos de seguridad norteamericanos, que supuestamente les da fundamentos serios y contundentes para reclamar al exguerrillero por tráfico de estupefacientes. A su vez los compañeros políticos de Santrich lo defienden y califican las actuaciones de la Fiscalía y del Gobierno como un montaje para causarle daño al nuevo partido de las Farc. No puedo, porque no tengo acceso a las pruebas aportadas por la justicia gringa, condenar o absolver a Hernández Solarte. Es sensato que la justicia colombiana, llámese Justicia Especial para la Paz (JEP) o Corte Suprema de Justicia, nos digan lo que los constitucionalistas llaman “la verdad social definitiva”. Confiemos, en que libre de presiones, estos tribunales lleguen a la realidad de lo que sucedió.
Esta dificultad debe ser convertida en una gran oportunidad de demostrar que los pactos son sólidos y que, si existen exguerrilleros que continuaron delinquiendo después de la firma de los acuerdos, los mecanismos previstos serán aplicados sin contemplaciones ni miramientos de ninguna naturaleza, contra todo aquel que se aparte del camino acordado. Por el contrario, si los cargos no son ciertos, que se respete lo acordado.
No pueden mortificarse el partido de la Farc con el Gobierno ni con la justicia. Si los hechos sucedieron deben enfilar sus molestias hacia los extraviados, que estaban previamente advertidos de lo que les podía suceder, más cuando Santrich participó en la redacción de lo acordado y enviarle un mansaje de tranquilidad al pueblo colombiano y a sus electores y aprovechar para dejarle claro al país y a los reinsertados que el propósito al llegar a la vida institucional es en serio y no tolerarán que sus antiguas tropas, hoy militantes políticos, se desvíen del camino.
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Sería terrible para el proceso que se pretendiera defender a un jefe por la sola razón de serlo, sin analizar la verdad de lo acontecido. También sería igualmente nefasto que detrás de todo esto exista una conspiración contra jefes reinsertados o peor, contra el proceso de paz en marcha. El proceso requiere consolidación y no trampas.
Es necesario pues que resplandezca la verdad en los sucesos donde está implicado el señor Santrich para bien del proceso de paz, para bien de la credibilidad de las verdaderas intenciones que tiene las Farc en el mismo y para la credibilidad de los organismos de seguridad nacionales y extranjeros, involucrados en el caso.
¡Qué se conozca la verdad!