El modelo de familia ha sufrido, por diversas razones de espacio, tiempo y lugar, de innumerables transformaciones
Clara Inés Páez Jaimes*
La familia, el sistema educativo y la escuela son tres entidades que encierran el acontecer más importante de una sociedad. Si puestas en una balanza, idealmente, esta debería oscilar sin altibajos notorios, no debería ser errática, sino pausada y sin variaciones forzosas: sostiene pilares fundamentales que deberían acompañarnos hasta el final de nuestros días, a través de la educación.
Lo cierto es que las responsabilidades son compartidas. La educación es tarea fundamental de la familia, compartida, -claro está-, con la escuela, y ubicada en el contexto social.
¿Pero, en qué pensamos cuando nos hablan de “familia”?
Hay numerosos conceptos, he aquí algunos de ellos, sin ánimo de citarlos todos: “La familia es, ante todo, una comunidad de amor y de solidaridad” dicen unos; “Toda familia auténtica tiene un "ámbito espiritual" que condiciona las relaciones familiares: casa común, lazos de sangre, afecto recíproco, vínculos morales que la configuran como unidad de equilibrio humano y social" dicen otros; “La familia tiene que equilibrarse a sí misma. De esa manera enseña el equilibrio a los hijos. Ese equilibrio de la familia va a contribuir al equilibrio social” dicen otros más.
Aunque nuestros padres nos enseñaron a pensar como familia y a comportarnos como tal, el modelo de familia ha sufrido, por diversas razones de espacio, tiempo y lugar, de innumerables transformaciones, y se ha perdido el interés en desempeñar roles familiares que aparecen ya como desuetos y fuera de lugar.
Podría afirmarse que toda esta avalancha de “cosas nuevas o diferentes”, hacen que seamos menos tolerantes o que en determinado momento perdamos la capacidad de comunicarnos, de sentirnos más cercanos, más “hermanos”, de ser humildes.
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Con base en lo anterior, cada uno de nosotros experimenta una transformación inédita que corresponde a cada individuo, a cada ser humano, a cada persona; unos para bien, otros no tanto, según el lente con el que miremos o según la perspectiva desde la que analicemos al otro.
En este momento, cuando la tecnología, los sistemas y la modernidad, como cambios normales, nos roban tiempo saludable y de calidad; hemos perdido la capacidad de disfrutar de un tierno y simple abrazo, la capacidad de perdonar, la oportunidad de reír juntos, de comunicarnos, de compartir una buena cena y, peor aún, hemos perdido la coherencia de familia.
Con esto que menciono quiero rescatar la idea de familia; quienes aún luchamos por mantenerla hemos dado vida a formas muy variadas de relaciones, cada una con su trama de aspectos particulares, raros, únicos y excepcionales. Eso es precisamente lo que la hace compleja y hermosa, hace parte de la diversidad.
Ningún ser humano es perfecto. Cada uno de nosotros tiene fortalezas y debilidades, cada uno se ha equivocado alguna vez. Sin embargo, hemos sido talentosos y fuertes para aprender de los errores y continuar el camino. Pero, pensemos en qué hemos fallado, en qué momento la situación se nos ha salido de las manos, qué ocasionó ese giro tan brusco en nuestras relaciones que nos sacó de la esfera, qué fue lo que mermó esa integridad familiar.
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Qué bien que todos seamos felices, qué emocionante que todos seamos exitosos, qué bueno que todos seamos saludables, pero sobre todo, qué importante que volvamos a sentirnos como “familia”, eso es parte de la educación.
Estoy convencida de que la vida sigue, y avanza muy rápido, tan rápido que ya nuestra cabeza alberga algunas canas, y nuestro cuerpo no es el mismo: el paso de los años es inclemente. Podemos seguir ignorando que “algo pasa”, seguir creyendo que trabajando duro, que escondiéndonos en la cotidianidad, en el día a día, las cosas tendrán que ser como tienen que ser y ya vendrá un nuevo año y ya veremos qué va a suceder.
Pero no... Los invito entonces a reflexionar, a reaccionar y a hacer una pausa y encontrar un propósito común: hallar coherencia en la tríada familia-sistema educativo-escuela.
*Directora administrativa de la Fundación Empresarios por la Educación, una organización de la sociedad civil que conecta sueños, proyectos, actores y recursos para contribuir al mejoramiento de la calidad educativa.