La estulticia del ELN no pasa de ser una traba más, un palo en la rueda, para seguir dilatando una agenda centrada en lo fundamental y con plazos que comprometan metas
Después de que dejaron pasar la oportunidad histórica de comienzo de los 90, muchos pensamos que primero se lograría un acuerdo de paz con el ELN que con las Farc, que parecían más retrógradas y cerradas. Poco antes de la triste época del Caguán, mientras las Farc se burlaban del gobierno y del país, el ELN con más bajo perfil jugaba a los acercamientos, con el apoyo del gobierno de Antioquia y su comisionado internacional de paz, Manuel Conde Orellana, que también logró motivar cierto respaldo del sector empresarial. Pero desde entonces, poco se ha avanzado en lo fundamental, como lo expresó esta semana el editorial de El Mundo.
Cada intento nuevo de dialogo y establecimiento de agenda para abordar los temas que propiciarían lo que finalmente importa, la desmovilización y entrega de armas de los insurgentes, se ve empañado por asuntos de mecánica y demagogia, como el insistente reclamo de la participación de la “sociedad civil”, que ya hemos dicho en este Memento, no es un cuerpo unificado, ni representa un solo sector del pensamiento. La sociedad civil somos todos los que no hemos empuñado las armas ni legal ni ilegalmente. Eso quiere decir, insisto, un espectro bastante amplio y variado de personas, desde quienes piensan que el camino es persistir en el dialogo, hasta quienes aún creen en la opción de la derrota militar.
Lea también: La justicia especial
La estulticia del ELN los lleva a insistir en ese punto, con una postura aparentemente de apertura y en búsqueda de una legitimidad a la que renunciaron hace décadas a punta de ataques aleves contra la población y la infraestructura. No pasa de ser una traba más, un palo en la rueda, para seguir dilatando una agenda centrada en lo fundamental y con plazos que comprometan metas. Esa es la torpeza de una guerrilla cada vez más desprestigiada, que bien pudo suscribir los acuerdos que se alcanzaron con las Farc, con algunos ajustes puntuales, y sumarse a la implementación del acuerdo. Pero no lo hicieron, como desaprovecharon la Constituyente del 90 para incorporarse a la vida política del país, desde las reglas de la democracia.
Esa sociedad civil, cuya participación tanto pregonan, es la misma que sufrió el desastre de Machuca, va a ser dos décadas. La misma que le ha insistido en todas las épocas que deje de lado la demagogia y la violencia y se comprometa con la paz y la política de las ideas. Con la salida negociada del conflicto. Pero como lo advertimos hace una década, el tal Coce, más que Comando Central, es una junta de un organismo más o menos federalizado, a veces desarticulado, que hace rato dejó de obedecer a la figura de un líder o jefe único.
Así quedó claro cuando fue sustituida la vocería de alias Francisco Galán y también con las críticas y contradicciones nacidas de quienes fueron sus líderes, como alias Felipe Torres. Del ideario que alentó a Fabio Vásquez Castaño, a Camilo Torres o al Cura Pérez, poco queda. Su capacidad militar también está menguada, la suya es una tropa de poca confrontación y dedicada más bien a las acciones terroristas contra la infraestructura y al pillaje. El de alias Gabino, que nunca fue capaz de llenar las botas de comandante, es un ejército dedicado a la extorsión, prácticamente reducido a las zonas más marginales del país. Esas en donde habita lo más pobre y necesitado de la sociedad civil que tanto reclama en la mesa.
Es tanta su torpeza que, en lugar de escuchar las múltiples voces de la sociedad civil que le reclamaron una prórroga del cese al fuego y entenderlas como un impulso al dialogo efectivo, las desoyó desde la arrogancia de quien cree que el otro le teme y las respondió con nuevos atentados contra la infraestructura y la población. ¿Para qué el reclamo por la sociedad civil si no ha sabido escucharla nunca?
Además: Contar el fin de las Farc y el silencio de los fusiles
Es cierto que en las condiciones en las que se adelanta esta negociación, como ocurrió con las Farc, implican el dialogo en medio del conflicto, y que precisamente la crudeza de la guerra es la que justifica el esfuerzo por construir la paz; pero también es verdad que mal le queda a un gobierno que está de salida mantener la mesa como si no pasara nada, ante el desafío constaste de quienes no han podido saber qué es lo que quieren.
Estupidez y torpeza política. Incapacidad de leer un escenario signado por la campaña política en la que sigue viva la polarización frente a los acuerdos; más argumentos para los críticos que no quieren avanzar con ellos. Está por verse cómo y cuándo avanza la negociación del ELN, lo han intentado varias veces y con casi todos los gobiernos. Pero hasta la paciencia de la cacareada sociedad civil tiene un límite y, otra vez, los está dejando el tren de la historia.
@HenryHoracio